“Granada era una ciudad hermosa, bulliciosa, imponente” en el siglo XV, época en la que se ambienta la novela Huyendo a Granada, escrita por Victoria E. Muñoz. Junto a ella, la Tinta Entre Tus Dedos realiza un viaje por las calles en cuesta, con demasiada circulación de vehículos y con la calma propia que imponen los 33 grados de un mes de julio a las nueve de la mañana. Victoria es una escritora atenta y cercana que nos ha preparado una visita a los lugares más emblemáticos de Granada. La ruta literaria se va generando a través de nuestras impresiones sobre la novela, nuestras cuestiones respecto al proceso de creación de los personajes y las propias apreciaciones que tan generosamente su autora nos brinda.
Comenzamos nuestro recorrido en la Puerta de Elvira, punto de acceso a la Alcazaba Qadima en la época nazarí, mientras la escritora nos revela que Huyendo a Granada surgió tras un viaje a Benamahoma, localidad de la Sierra de Grazalema en Cádiz. Tuvo claro desde el principio que quería crear una obra en la que se incluyeran varias rutas literarias, tras su experiencia de haber ideado un recorrido literario para el libro El perfume de Bergamota, de José Luis Gastón Morata. En Benamahoma la escritora descubrió que en las fachadas de las casas había azulejos que hablaban de la historia y de la gastronomía del lugar y le llamó la atención la vinculación existente entre esta ciudad y Granada. Caminando por sus calles tuvo claro que el comienzo de su historia estaría en Benamahoma, aunque la trama tendría su ubicación principal en la ciudad de la Alhambra.
Seguimos subiendo por las calles en cuesta, mientras Victoria nos indica dónde se encuentra el Palacio de Dar-al-Horra y la Puerta Monaita, en el barrio del Albaicín, y reconoce la multitud de personajes que aparecen en su obra, todos ellos con su protagonismo dentro de la trama, en la cual destaca Bashira: “una mujer rompedora para su época”, según su creadora, por rebelarse contra un casamiento impuesto, por atreverse a ir en contra del deseo de su padre o por su deseo de aprender y de buscarse la vida sin depender de ningún hombre.
Nuestra siguiente parada es el Mirador de la Lona desde donde disfrutamos de las vistas sobre dos zonas de la ciudad bien diferenciadas: por un lado, el casco antiguo: la Catedral, el monasterio de San Jerónimo y la iglesia de San Andrés en la calle Elvira y, por otro lado, la parte moderna de Granada: las facultades, la torre de San Lázaro o la avenida de la Constitución. Contemplando el horizonte, nos damos cuenta del viaje temporal que estamos realizando, pues la arquitectura nos revela que estamos en época mudéjar, pero también renacentista, barroca y actual.
Intramuros de la Alcazaba Qadima, la escritora nos cuenta que el Palacio de Dar-al-Horra era el palacio de Aixa, la madre de Boabdil. Su nombre significa “Casa de la honesta” y fue la última residencia de la sultana Aixa, esposa de Muley-Hacen, como regalo que este le hace para que Aixa se fuera de su lado y, de esta manera, el sultán “tener vía libre con su concubina”.
En nuestro paseo descubrimos la multitud de aljibes que existen en el Alabacín, entre los que destaca el Carmen del Aljibe del Rey, también conocido como Aljibe Real y Aljibe Viejo (al-Qadim), situado enfrente de la Placeta del Cristo de las Azucenas, y actual sede de la Fundación Agua de Granada. La autora nos explica que el Palacio de Dar-al-Horra, el Bañuelo y la Casa Morisca Horno de Oro son monumentos hispanomusulmanes gestionados por el Patronato de la Alhambra y Generalife, y que, junto al Corral del Carbón, forman parte de la modalidad de visita de la Dobla de Oro.
En medio de nuestros pasos, cada vez más acostumbrados al empedrado propio de las calles del Albaicín, Victoria E. Muñoz se interesa por conocer cuál es nuestro personaje favorito de Huyendo a Granada. Inevitablemente, la protagonista, Bashira, surge de nuestros labios como ejemplo de mujer fuerte, responsable, resolutiva e independiente, con un gran interés por aprender, que no retorna a su casa familiar, sino que hace su vida en la capital del reino nazarí antes del año clave de 1492. También hablamos de otros personajes del libro como Zoraida o Naiya, amiga y madre de Bashira, respectivamente, o de Trampaenlengua, el mercader con el que quieren casar a la protagonista de la obra.
Nuestra siguiente parada la realizamos para contemplar dónde se encuentra el edificio de la Fundación Rodríguez-Acosta, localizada en la colina del Mauror, en el bello carmen construido por su fundador a principios del siglo XX, junto a Torres Bermejas y muy próximo a la Alhambra. A continuación, llegamos a la Cuesta y Puerta de María la Miel que, tal y como nos esboza Victoria muy generosamente, hace mención a la historia de una hermosa doncella que despertó la pasión del soldado Salam Almansur, perteneciente a las tropas de Muley-Hacen, a pesar de que ella siempre se mostró esquiva, pues estaba prometida con un alférez cristiano que no se dio por vencido por conseguir volver a estar con su amada. Una noche, sabiendo que la joven paseaba por el jardín, el amado le lanzó una nota junto con un ramo de jazmines, pero la presión de Salam era tan fuerte que la muchacha tuvo que escaparse e intentó arrojarse al aljibe. El sarraceno la detuvo, cayendo las flores al agua, unos jazmines que dejaron su dulzor y su aroma en el aljibe para siempre.
El final de esta historia nos lleva hacia el punto más elevado de nuestro recorrido, pues llegamos a la Iglesia y al Mirador de San Nicolás donde nos deslumbran las vistas de la ciudad y, sobre todo, de la Alhambra, que visitamos la noche anterior, y sintiéndonos aún impresionadas por la belleza de los techos de la Sala de las Dos Hermanas o del Salón de Comares, la majestuosidad del Patio de los Leones, o la magia creada por la luz y, sobre todo, por el sonido del agua. La visión de la Alhambra nos hace recordar su pasado como como ciudad palatina, como Casa Real cristiana, o como Capitanía General del reino de Granada y fortaleza militar hasta llegar a su declaración como monumento nacional en 1870. Victoria nos regala no solo la ruta literaria, sino también las fotos que nos toma desde los mejores enclaves de cada lugar y las aclaraciones históricas oportunas, muy didácticas, referidas, en este caso, a que el campanario de la Iglesia de San Nicolás fue el alminar de la mezquita que allí había en época nazarí.
Deslumbradas por las excelsas vistas, imbuidas por el ambiente que nos rodea, la calima que ya se va despejando, la extraña soledad que esta vez el tiempo nos regala, nos sentimos maravilladas ante lo que nos deja sin palabras, intentando grabar en nuestras retinas una imagen que no queremos olvidar: la Alhambra. La escritora nos detalla las consecuencias que pudo tener la construcción de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, en el siglo XVI, que ocasionó la desviación del cauce del río Darro y que precipitó parte del hundimiento de la ladera donde se ubica la Alhambra, lo que hizo peligrar sus cimientos.
La zona en la que estamos, el Mirador de San Nicolás, es el último punto de una de las siete rutas literarias que incluye la obra Huyendo a Granada, si bien nuestro recorrido con Victoria E. Muñoz aún no ha finalizado. Desde este enclave la escritora nos señala dónde se encuentra la Plaza Larga del Albaicín en la que se ubica el mercado al que acude la protagonista de la novela para comprar los diversos manjares que degustarán Zoraida y su familia con motivo del final del Ramadán.
Encaminamos nuestros pasos hacia la Plaza Larga para traspasar el Arco de las Pesas, encontrándonos antes con la imagen de San Cecilio, patrón de Granada. El Arco de las Pesas nos conduce a la explicación que Victoria nos ilustra acerca de por qué está en alto y formando un recodo. La escritora nos cuenta que se debía a cuestiones defensivas, pues la altura facilitaba una posición de ventaja sobre quien se hallaba más abajo y una curva ocasionaba que los que quisieran entrar tuvieran que frenar sus caballos y toparse, de repente, con la sorpresa de qué había tras la curva, esto es, no tenían una visión global ni a larga distancia de lo que se pudieran encontrar, con lo que el ataque era más complicado. Además, nos revela que el Arco recibe su nombre porque recuerda a las pesas que les eran quitadas a aquellos comerciantes que trucaban su mercancía para que esta pesara más. Muy cerca de donde nos encontramos está la Calle del Agua, una de las más importantes y concurridas del Albaicín, que une la Plaza Larga con la prolongación de la Cuesta de Chapiz.
La ciudad no solo posee belleza por los monumentos que alberga y las vistas panorámicas que nos regala, sino que es una ciudad con una rica gastronomía, fundamentalmente para paladares golosos que pueden degustar los dulces que hacen las monjas del Monasterio Santa Isabel la Real o las chebakias marroquíes que Victoria nos regala mientras nos indica que sus ingredientes principales son las almendras y la miel y nos confiesa que en sus textos le gusta “recrear los sentidos”, especialmente la vista, el gusto y el olfato, y que, por esta razón, son muy importantes en su novela la descripción de calles, casas, jardines y mercados o la inclusión de recetas de dulces. Le resulta inevitable indicarnos dónde se encuentran la Casa Pasteles, el Restaurante Carmen Verde Luna o la Fuente del Avellano o Fuente de las Lágrimas de Granada, que nos evoca las tertulias poéticas y filosóficas de la Cofradía del Avellano, fundada por Ángel Ganivet y otros escritores e intelectuales, que al atardecer caminaban hacia la citada fuente para soñar una nueva Granada; o las reiteradas recomendaciones para que conozcamos Benamahoma, un lugar extraordinario para iniciar la ruta de Huyendo a Granada y también para degustar su rica gastronomía: quesos y dulces, principalmente.
Iniciando la bajada desde el Mirador de San Nicolás, Victoria E. Muñoz, profesora de Francés en el Centro Docente Juan XXIII Chana, se interesa por la lectura que han hecho nuestros alumnos de Huyendo a Granada, pues reconoce que la obra se puede trabajar desde diferentes departamentos didácticos: Literatura, Geografía, Historia, Plástica, Francés e Inglés, entre otras, y disciplinas, como Turismo o Cocina, por ejemplo.
En medio de nuestra conversación distendida, llegamos a vislumbrar el alminar de la Mezquita Mayor de Granada para llegar al Paseo de los Tristes y ver la Alhambra desde abajo. Es el momento en el que nos interesamos por la labor de documentación que ha tenido que hacer la autora para la escritura de su novela. Nos reconoce que le gusta utilizar lo investigado como escenario de fondo para la trama, pero que sean los personajes los que verdaderamente recreen ese momento histórico en el que se asientan sus acciones. Surge entonces el relato del Conde de Cabra, Diego Fernández de Córdoba, uno de los encargados por los Reyes Católicos de atacar el reino nazarí antes de 1492.
El siguiente punto al que llegamos es la Iglesia del Salvador, en cuyo patio interior, formado por arcos de herradura, se hallaba la propia mezquita, al que no es fácil acceder ni visitar, mientras nos confiesa que la continuación de la historia de Bashira, al menos de momento, no está programada, pues la escritora considera que el final abierto de la historia continúa en cada uno de los lectores, los mismos que se han ido creado una opinión acerca de cada uno de los personajes, teniendo en cuenta, además, que los lectores de la obra saben el hecho tan importante para el devenir del reino nazarí que tuvo lugar en 1492, algo que los personajes de la novela desconocen. La estrechez de las calles del Albaicín nos obliga constantemente a pararnos ante el paso de vehículos particulares y de reparto que convierten esta afirmación en tan auténtica como firme.
Es el momento de contemplar la Alhambra desde abajo, desde el puente del Aljibillo, clave en la historia de Huyendo a Granada, y de reconocer el lugar donde estaba la Puerta Baja de Guadix, también conocida como Puerta de los Tableros o Puerta de las Compuertas, y los restos del Puente del Cadí, en la carrera del margen izquierdo del río Darro, entre las iglesias de San Pedro y San Pablo y la de Santa Ana, y frente al Bañuelo, uno de los baños árabes más antiguos y mejor conservados de España, construido en el siglo XI. La escritora nos señala la calle San Juan de los Reyes, lugar por donde iba una acequia que surtía de agua al Bañuelo y donde hubo varios molinos: uno de ellos es el conocido como Molino de Santa Inés, situado a la altura de la plaza de la Concepción, en las inmediaciones del Maristán.
Desde allí nos señala la Cuesta de los Chinos, otro lugar por el que acceder a la Alhambra y al Generalife, y el Paseo del Padre Manjón, conocido popularmente como el Paseo de los Tristes, pues por él pasaba el cortejo fúnebre que llegaba hasta el cementerio, por lo que su denominación ya revela todo el significado que tras él existe. Victoria E. Muñoz nos aconseja visitar el Carmen de los Mártires, situado también en el entorno de la Alhambra, al sur de su amurallado recinto conocido como Corral de los Cautivos y, posteriormente, como Campo de los Mártires.
Después de más de dos horas de ruta literaria, nos atrevemos a pedirle la grabación de un vídeo breve en el que lea un fragmento de su novela. Sentada en el puente de la carrera del Darro, a los pies de la Alhambra, la escritora comienza la lectura de un pasaje que narra las impresiones de la protagonista cuando entra por primera vez en Granada. El momento es perfecto, apenas hay turistas por los alrededores, el calor parece dar una tregua, oímos el rumor del agua del río Darro y, al fondo, la Alhambra nos observa.
Tras ello, recorremos los mismos lugares que personajes de la obra como Jamil y su familia, junto con Bashira, recorren el primer día de su llegada a Granada y podemos imaginarnos cómo fue su encuentro con las gentes que transitaban por aquel lugar y que nos recuerdan a oficios artesanales: cerrajeros, marmitones, caldereros, carpinteros, esparteros… Reconocemos, además, la gran labor de la escritora al explicar el vocabulario que aparece en la novela, arabismos ya perdidos, y otros que nos recuerdan al árabe actual.
Llegamos así a la calle donde está la casa morisca Horno del Oro, vivienda que sirvió a la autora para recrear la casa de Aben El Mezdulah, el profesor de Huyendo a Granada, figura que no podemos evitar reivindicar como docentes y emblema de la transmisión de conocimiento y cultura. En ese instante Victoria se interesa por la recuperación o reconstrucción del Maristán Nazarí, fundado por el sultán Muhammad V en el siglo XIV, como hospital para recoger a los enfermos pobres musulmanes. Acercándonos a lo que creíamos que eran ruinas o simple abandono, descubrimos sorprendidas que, gracias a las intervenciones arqueológicas, se está recuperando, muy poco a poco, este singular edificio.
Tras este descubrimiento, nos encaminamos hacia la parte alta de la Calderería hasta llegar a la Plaza Nueva y a la Alcaicería, el zoco árabe que nos recuerda a la ciudad marroquí de Fez, llena de pequeñas tiendas que venden lámparas y faroles granadinos, marcapáginas y postales sobre la ciudad y sobre Federico García Lorca, bolsos, carteras, broches, pendientes y pulseras artesanales, pañuelos de seda, pashminas, abanicos, libretas, bolígrafos, especias, jabones, velas…
Cruzando por la Gran Vía de Colón, nos acercamos a la Madraza de Granada, edificio que alberga diversas actividades culturales de la Universidad, y Victoria nos menciona la calle Venegas, apellido de los descendientes de la familia real nazarí que se convirtieron al cristianismo en el contexto de la Guerra de Granada. Finalmente, llegamos al Corral del Carbón, uno de los lugares que también aparecen en su libro Huyendo a Granada, formado por un pabellón de entrada y un cuerpo interior con patio rodeado de galerías y naves de aposentos, y construido en la época nazarí por Yusuf I, como almacén de mercancías que se vendían allí mismo y como albergue para los propios mercaderes que pasaban por la ciudad.
A punto de terminar nuestro recorrido junto a la escritora, nos interesamos por sus próximos proyectos. Además de estar inmersa en la creación de otro anexo para Huyendo a Granada, que complete o dé otra vuelta a las rutas literarias ya diseñadas, nos confiesa que uno de sus próximos libros se ambienta en otra ciudad andaluza, Sevilla, en pleno siglo XXI, y que lo ha concebido como un thriller sobre el consumo de droga entre los más jóvenes, y otro destinado a un público infantil. Aunque nos reveló los títulos de ambas obras, nos guardamos ese pequeño secreto para que próximamente nuestros lectores lo descubran, una vez que ambos libros estén publicados.
Nuestro recorrido llega a su fin. Después de atravesar la Plaza de la Romanilla y otras calles estrechas, volvemos a nuestro punto de partida, el arco de la Puerta de Elvira. Casi cuatro horas de trayecto por las calles de Granada nos dejan con ganas de conocer más rincones y de volver a la ciudad aún sin habernos ido. Granada es una ciudad espléndida, llena de lugares por descubrir que siempre te maravillan. Es el momento de los agradecimientos y de la firma de nuestros ejemplares de Huyendo a Granada, de las últimas fotos y, finalmente, de la despedida. Un adiós que suena a gratitud hacia una obra que nos llevó hacia su autora, como si el libro mismo nos hubiera buscado para llevarnos hacia Granada y hasta el encuentro con su creadora.
Victoria, mubarak por Huyendo a Granada, shukran por la ruta literaria, y baraka. Volveremos a vernos muy pronto.
Invitamos a nuestros lectores a seguirnos en nuestras redes sociales (@tintaentusdedos) para descubrir el vídeo en el que Victoria E. Muñoz lee un pasaje de Huyendo a Granada.
– Huyendo a Granada. Victoria E. Muñoz. 2017. Esdrújula Ediciones. 274 páginas.