“El pasado retorna ciertas noches como en un tiempo detenido. Vuelve y es un misterio cada cosa en sí misma. Quizás nuestro deber es desvelarlo” (“Fantasmas”, Rubiel G. Labarta).
No hay viaje sin horizonte, pues, como diría Claudio Magrís: “Viajar no quiere decir solamente ir al otro lado de la frontera, sino también descubrir que siempre se está en el otro lado”. Desde esa otra orilla, tan nuestra como cercana, llega hoy hasta nosotros la obra De regreso a la estación vacía, del poeta y narrador cubano Rubiel G. Labarta, ganador del IV Certamen Internacional de Poesía Manuela López, que organiza anualmente la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cacabelos, en León.
El autor de Los Dioses Secretos (La Luz, 2013 y 2015), Los hijos de Caín (Letras Cubanas, 2016), Los Túneles (Orto, 2019), Las regiones devastadas (Áncoras, 2019), Castillos en el aire (El Fortín, 2019), Figuras de madera (Vigía, 2019), País de humo (Loynaz, 2019), Las contemplaciones (La Luz, 2019), Un bosque llamado país (EncaminArte, 2020) o Madera (Abril, 2020), entre otros, por los que ha obtenido numerosos premios, nos presenta en De regreso a la estación vacía una prosa poética que invita a la melancolía y a la ensoñación de la memoria. En ese territorio mítico por donde transita la niñez, la casa familiar, los abuelos o “un país de hielo”, “el amor y el olvido son las únicas cosas verdaderas” para el yo poético, que nos permiten reencontrar retazos de nuestra existencia.
“Como esos trenes que al final del viaje retornan hacia el punto de partida, así quisiera yo volver a veces a un momento, a un lugar de la memoria”. Un tren que Rubiel detiene en los apeaderos de los nombres, los números, los rostros o los años, para finalizar su trayecto en la nada; un billete sin retorno hacia la nostalgia, en esa búsqueda permanente de estaciones donde recalan todos los instantes hallados en nuestra maleta. Versos que interrogan continuamente al lector y que, a su vez, a modo de intenso diálogo y recíproco intercambio textual, La tinta entre tus dedos ha formulado al autor en esta entrevista:
– ¿Quién es Rubiel G. Labarta?
Un hombre es siempre muchos hombres. Uno se quita el disfraz del escritor para convertirse en hijo o en esposo, en albañil o maestro. Depende hacia dónde la vida nos arrastre. Una respuesta a esta pregunta ha sido desde siempre la gran ambición de los filósofos; sin embargo, lo que verdaderamente nos intriga es la imposibilidad de responderla.
– ¿Cómo sería ahora aquella casa en la que transcurrió su adolescencia?
Aquella casa en la que crecí es la misma en la que viven hoy mis padres. Un sitio humilde, casi precario, pero lleno de recuerdos invaluables; esos recuerdos siempre fueron para sus habitantes su mayor riqueza.
– ¿A qué lugar lo trasladaba aquella música?
Creo que la música es el mejor catalizador de la memoria. La música tiene un misterioso poder de posicionarse como si del marcador de un libro se tratara, en ciertas épocas. A veces, escucho una canción que me traslada a ciertos momentos de mi vida. Creo que nos sucede a todos. Y ese instante, en el que recupero lo vivido, me infunde una felicidad inexplicable.
– ¿A dónde fuiste ayer? ¿De dónde vuelves?
El único camino que conoce todo ser humano es el camino hacia la felicidad. Creo que hacia allí vamos todos. Yo incluido. Unos avanzan más de prisa. Otros se cansan y cada poco tienen que detenerse para recobrar el aliento; sin embargo, lo que importa es caminar.
– ¿Quién le espera en la siguiente orilla?
Para los guerreros medievales no existía mayor alegría que la de volver a casa después de una batalla y ser recibido por la familia. Yo, como esos guerreros, deseo que la familia sea mi remanso allí donde vaya.
– ¿Qué sensación evocará en nosotros el nombre de un desconocido?
A veces el desinterés, a veces el misterio. No hay nada que avive más la curiosidad y el intelecto humano que la posibilidad de escudriñar la vida ajena. Somos eternos “voyeurs”. Nos encanta asomarnos a otras existencias. Lo hacemos desde la Literatura, desde la televisión y cada vez con más frecuencia desde las redes sociales.
– ¿Cuál es la mayor distancia a la que un hombre ha estado de otro ser humano?
Bueno, esta era una de esas preguntas que se le ocurrían a mi abuela. Se interesaba por saber si Gagarin había estado más aislado, si había sentido una soledad mayor a la de Alexander Selkirk. Esa curiosidad por las pequeñas cosas ha sido su herencia.
– ¿Por qué volver a un tiempo que no existe?
Uno siempre está volviendo al pasado. Mis padres y mis abuelos decían constantemente que en su tiempo todo era mejor y suspiraban de nostalgia mientras repasaban en la memoria sus recuerdos. A mí aquello me parecía un disparate. Siempre pensé que el mejor tiempo para vivir sería el futuro. Me parecía inconcebible existir antes de la electricidad y los antibióticos, por poner solo un ejemplo. No obstante, me he sorprendido varias veces tratando de convencer a alguien de que el tiempo de mi juventud fue un tiempo verdaderamente bueno.
– ¿Quién pone en duda que la vejez es otra forma de invierno?
La vejez y la muerte son nuestros grandes enemigos; los únicos a los que no nos es dado derrotar. Es esa la gran lucha que libramos una generación tras otra. He aquí el milagro, a pesar de que en otoño caigan las hojas de los árboles y más tarde el invierno cubra de nieve las ramas más altas y las que están a ras de suelo, luego, en la primavera, vuelven a retoñar las ramas que creíamos secas.
– ¿Sobre qué piedra afianzarnos cuando llegue el mañana?
Creo que la piedra angular de toda obra, ya sea grande o pequeña, es el amor. Yo, por supuesto, soy un hombre profundamente enamorado.
– ¿Dónde y cuándo es el final del viaje?
El viaje es infinito hasta tanto se pruebe lo contrario.
– ¿Con qué vara se mide la nostalgia?
La nostalgia se mide con la vara con que se miden los recuerdos.
– ¿Cuándo termina el hoy y empieza el siempre?
El hoy ya comenzó desde hace siglos y milenios. Todo lo que ha sido, fue para que hoy estuviéramos aquí y ahora.
– ¿Cuándo cesan los sueños?
Los sueños son como esas esteras de los aeropuertos en las que salen los bultos. No sabes cuándo aparecerá el próximo, pero puedes estar seguro de que nunca van a detenerse.
– El presente es una casa derrumbada. ¿Dónde está? ¿Dónde estuvo?
Hoy cambiaría esta frase. Te diría mejor: “El presente en una casa recién terminada”. Está frente a nosotros, esperando ser habitada. Y antes estuvo en la imaginación del arquitecto que soñó sus formas. Cada quien es el mejor arquitecto de sí mismo.
– ¿Quieres que te cuente un secreto?
Un hombre con secretos es de antemano un hombre derrotado. Solo es verdaderamente feliz quien no tiene nada que ocultar.
– ¿Hasta cuándo esperar? (Usted) Espera por…
Hace tiempo comprendí que la espera es un proceso activo. Funciona como los volcanes, calma en la superficie y debajo constante ebullición y movimiento. Eso sí, hay que saber cuál es el mejor momento para entrar en erupción.
Invitamos a nuestros lectores a descubrir al poeta Rubiel G. Labarta y a la ilustradora Ana Jarén, que ha colaborado con La tinta entre tus dedos con una ilustración dedicada, que incluiremos en una caja literaria llena de sorpresas y que os revelaremos próximamente en nuestras redes sociales (@tintaentusdedos).
– De regreso a la estación vacía. Rubiel G. Labarta. 2021. Eolas poesía. Colección Cuba de Poesía. León. 98 páginas.
– El infinito viajar. Claudio Magrís. 2008. Anagrama. Barcelona. 296 páginas.