«Todo en mí es un pájaro».
Guionista cinematográfico y televisivo de algunas de las series más exitosas y conocidas de este país, Daniel Monedero reconoce que comenzó a escribir teatro y relatos para el público infantil «un poco por admiración y contagio». En 2016, publicó su primer libro de relatos, Manual de jardinería (para gente sin jardín). Volar a casa, su segunda incursión en este género, llegó hasta nosotras a finales de 2020, por gentileza de su editor, Juan Casamayor. Cinco maravillosos textos que destilan amor por la Literatura, fascinación por un mundo en el que nada es lo que parece, pasión por esa belleza aérea y poética de las palabras, a las que «les exigimos demasiado», porque «llevan siglos intentando contener el caos y a veces no pueden más».
La tinta entre tus dedos ha tenido el enorme placer de descubrir, de la mano de su autor, las alas de este vuelo:
– El primer cuento «Ornitología ilustrada» transita, precisamente, entre los límites de la realidad y de la ficción, de la verdad y de la mentira. Una herida, tan inquietante como hermosa. Háblanos, un poco, de esta idea.
He de comenzar diciendo que uno siempre se sorprende cuando lee después de un tiempo aquello que ha escrito. Parecen las palabras de otro. Y, por eso, también tengo, en cierto modo, que descifrar lo que esconden mis propias frases. Uno, cuando se relee, termina por convertirse en un lector más. Por otro lado, las fronteras entre lo que es ficción y lo que es realidad, en principio, parecen muy claras. Pero, cuando se piensa detenidamente, uno cae en la cuenta de que no es así. Las ficciones que vemos, ya sean libros, películas o canciones, alteran nuestra visión de la realidad en mayor medida de lo que podemos suponer. ¿No están nuestras relaciones amorosas teñidas de todas aquellas historias de amor que hemos visto, leído o escuchado? ¿Podemos desligarlas de todas esas referencias? Y, a la vez, todas esas ficciones sentimentales salieron de la realidad misma. Por lo tanto, realidad y ficción se alimentan una a otra, pero ya ni siquiera sabemos con exactitud dónde está el límite, pues se comunican, se afectan, dialogan constantemente.
Además, como dice el narrador del cuento «Ornitología ilustrada», «la existencia es un hilo delgado y a lo mejor todo se lo lleva el viento y lo mismo ya nada está ahí donde suponíamos que se encontraba». Me obsesiona la increíble fragilidad de todo lo que nos sucede. Cuando uno va cumpliendo años cae en la cuenta de que las grandes verdades cada vez lo son menos. La vida resulta −me resulta− cada día más frágil, cambiante, delicada, más de lo que yo mismo había previsto. Es todo sumamente transitorio. Tantas cosas se nos escapan entre los dedos… Es tan difícil afirmar con rotundidad que las cosas son de un modo y ya está. Como escritor, transito esas ideas y trato de fijar esos instantes tan cambiantes y difíciles de atrapar. Esas vivencias que, por su valor precisamente tan escurridizo, nos pueden llenar de angustia. Pero también me parecen llenas de belleza y de poesía. Me siento un recolector de lo fugaz. Trato de fijar aquello que se escapa. Escribir es como cazar mariposas.
– En «Emily Dickinson» se cuestiona también algo sorprendente. El mundo de la imaginación, de ese hombre sin rostro, pintado por una mujer, que entró «en nuestra casa» a robarnos nuestra vida», es capaz de dinamitar la realidad. ¿Qué papel juega el lector en este regalo de sugerencias, de vasos comunicantes, que nos brinda el cuento?
Creo que el lector de mi cuento, o eso me gustaría, es un «agente activo» de la creación del mismo. Es un lector creativo, porque leer no es una actividad pasiva. Por eso le pido su colaboración, para llegar a conclusiones de manera conjunta. Yo tampoco sé todo lo que le sucedió exactamente al personaje de esa historia. También se me escapa cómo puede suceder algo así. ¿Cómo es posible que la imaginación entre de tal modo en la realidad de alguien como para hacerla saltar por los aires? No estoy seguro, pero pienso: ¿No es cierto que en mi vida lo que veo y lo que leo cambian mi manera de ver el mundo y establece un diálogo con mi propia vida y me afecta muy vivamente? ¿Hasta dónde es posible que la realidad y la ficción establezcan vasos comunicantes? ¿Puede una ficción cambiar por completo la vida de alguien?
Es verdad que tengo algunas ideas al respecto y las aporto como escritor. Pero siempre lleno de dudas, de inseguridades, sin rotundidad, porque deseo que el lector se haga sus propias preguntas. No creo que, como autor, tenga la verdad absoluta. Tampoco considero que la tenga el lector, sino que debemos construirla entre los dos. Es una verdad consensuada y a medias. Quizá haya tantas conclusiones como lectores. Y ojalá así incluso consiga algo más ambicioso, es decir, ojalá a través del cuento mis lectores se interroguen sobre algunas cuestiones de su propia existencia. ¿Qué lugar ocupa la ficción en su vida? ¿Y por qué la necesitan: para escapar de una realidad que no le gusta o para comprenderse mejor a sí mismos? Para mí el lector es una persona inteligente y mis cuentos piden a gritos su colaboración activa.
– La imaginación transmite vida, «por eso la ficción es una forma de consuelo. Porque intenta presentar la existencia. Y la existencia es un desastre narrativo sin igual». ¿De qué nos salva la ficción?
No sé de qué nos salva. Sé que nos sirve, en ocasiones, para ordenar un poco en palabras, frases y estructuras narrativas el desorden de nuestras vidas. Necesitamos contarnos y contar cuentos a los demás para que nos comprendan, pero, sobre todo, para comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. También para intentar comprender a los otros, ponernos en su lugar, ver otros puntos de vista, salir de nuestro mundo cotidiano, darnos cuenta de que hay vida más allá de nuestro ego y de nuestras preocupaciones domésticas. Y recordar, si es que lo hemos olvidado, que vivimos en un mundo que es bastante desastroso, aunque esté lleno de belleza y de luz. En ocasiones, nos cuesta verlo, porque nos vamos dejando lo mejor en nuestras pequeñas miserias cotidianas. Me gusta que la ficción me recuerde que estar vivo es un milagro, y que la vida de cada uno de nosotros también es una ficción que inventamos cada día, por eso hay un margen para que podamos reescribirla cada uno a nuestro modo.
– «Vivir es acumular preguntas y llega un momento en el que no importa si tienen respuesta o no». Tu prosa es una Literatura que continuamente nos interroga, ¿no?
Así es. Incido en la idea que comentaba antes. Mi literatura plantea muchas preguntas y trata de involucrar al lector. En mis cuentos, habitualmente, el narrador es alguien que duda, que no tiene grandes certezas, ni siquiera sobre aquello que está contando; nos podemos fiar de él a medias, a veces ni siquiera recuerda bien lo que está contando, su memoria le falla, no sabe si ha visto lo que ha visto, nos pide a gritos nuestra ayuda para descifrar la realidad. Me siento muy identificado con esa manera de ver el mundo. Mis cuentos están llenos de preguntas abiertas que nos llevan por diferentes caminos; hasta una respuesta, hasta otra pregunta… Quién sabe.
– El tercer relato, el más extenso, «Un cuento perfecto», parece casi una declaración de intenciones. ¿Crees que, de alguna manera, la imperfección, tan maravillosa, es la base de la escritura?
Como escritor, quiero narrar el cuento perfecto. Lo escribo como si pudiera hacerlo. Después de mucho escribir y reescribir me sale un cuento imperfecto. Y no solo no lo rechazo, sino que lo tomo como bueno. Resulta que las imperfecciones, lo inesperado, los accidentes, los hallazgos, las digresiones, lo que me encuentro por el camino, son mejores que lo que pretendía encontrar. Así le sucede a la protagonista de ese cuento. Porque la imperfección es maravillosa y hay que aceptarla si quieres crear, escribir libros, amar… La imperfección es estar abierto a lo que uno se encuentra, a lo que no había calculado. La perfección, por el contrario, es paralizante por irreal. Solo en lo imperfecto late la vida.
– «Escribir es un juguete delicado y poderoso». Para Daniel Monedero, escribir es…
Mi manera de estar solo. Mi manera de intentar comprenderme a mí mismo y al mundo que me rodea. Mi manera de divertirme. Mi manera de decir aquello que no soy capaz con el lenguaje hablado y que solo puedo elaborar en soledad, frente a la pantalla de mi ordenador, fuera del diálogo cotidiano y de la inmediatez de la respuesta hablada. Mi manera de recordarme, cuando lo olvido, que la vida merece la pena a pesar de todo. Mi manera de intentar que me quieran. Mi manera de buscarme a mí mismo para después encontrarme cualquier cosa por el camino. Eso hoy. Mañana quizá sea otras cosas.
– En «Alta literatura coreana» leemos: «La verdadera literatura no puede contarse. La verdadera literatura es la carne que hay en las palabras». ¿Las palabras son un punto de partida, de llegada o de tránsito? ¿Crees que estamos hechos, inevitablemente, de palabras?
Las palabras están a lo largo de todo nuestro camino. Somos palabras. Aquello que decimos, que nos dicen y que nos decimos a nosotros mismos cambia nuestra realidad y la reinventa. A una persona que le dicen (o que se dice a sí mismo), habitualmente, que le aman o que le odian le están transformando la realidad de una manera brutal. Y para mí la literatura no puede prescindir de la precisión a la hora de utilizar las palabras. Son la materia prima del escritor igual que para un cineasta las imágenes. Lo que un escritor haga con las palabras es lo que lo define. Lo que se cuenta está pegado a cómo lo contamos. A pesar de vivir, aparentemente, en una época muy visual, nada sigue siendo tan poderoso como las palabras.
La unión inesperada de unas palabras con otras es capaz de crear belleza, misterio y literatura. Cuando uno descubre eso y se fascina por ello, es imposible no tener una relación íntima con las palabras.
– «El mundo es una cosa y la contraria según uno ponga sustantivos y verbos en un lugar o en otro». Estas palabras enlazan directamente con esa fusión de la que hablábamos antes, entre escritura y realidad. ¿La Literatura constituye una forma de mirar el mundo para Daniel Monedero?
Sí. Escribir, para mí, es una forma de mirar. Me interesa la mirada poética sobre la realidad. ¿Y qué es eso? Una mirada que observa el mundo como algo recién hecho, abierto al deslumbramiento. La literatura es el lugar que utilizo para «traducir» el mundo. O lo que es lo mismo, para intentar comprenderlo mejor. Muchas de las cosas que vivo tengo que meterlas en una ficción, como el que hace un experimento para intentar comprender qué pasa ahí. Cómo funciona la realidad. La mayoría de las veces no lo consigo, pero logro algunas intuiciones, momentos de revelación, algunas preguntas interesantes. Algunas lámparas en la oscuridad. Esto ya me parece mucho.
– En este sentido, todos tus relatos beben de lo que tú has denominado «el extrañamiento». ¿En qué consiste este concepto?
En no tomar la realidad como algo conocido, sino como algo que no acabamos de entender. Percibir la realidad como si fuese algo recién creado, que tenemos que descifrar, que nos saca de una mirada que, de tan cotidiana como es, ya no descubre nada. Se trata de desautomatizar nuestra percepción. Descubrimos así hallazgos inesperados. Nos permitimos deslumbrarnos. Nos sirve para refrescarnos la realidad y descubrirla, en mi caso, llena de misterio, de humor y de poesía. También de dolor, claro. En resumen, nos sirve para mirar mejor y más allá. O más acá. La vida diaria está llena de cosas alucinantes que solo están esperando que pongamos la suficiente atención sobre ellas. Para mí eso es la mirada poética. Una manera de mirar, atentos y abiertos, lejos de clichés y de prejuicios.
– Una metáfora bellísima de la tenue distancia que hay entre lo real y lo irreal, tan consustancial a este libro, es «la desaparición de mamá»: «¿Puede alguien caerse dentro de un verso y desaparecer?».
Ahí está llevada al límite esa idea, sí. Y por eso me gustaba. Creo que la literatura, entre otras cosas, debe ponernos al límite. Y todos los que somos lectores, nos «caemos» dentro de los libros y nos «perdemos» dentro continuamente. En el cuento al que hacéis referencia lo que hago es coger esas palabras, que normalmente se toman de forma metafórica, y colocarlas de manera literal. Para hablar, claro, del poder brutal de la ficción en nuestras vidas y también del impacto incalculable que puede tener en nosotros.
– ¿Volar a casa es un libro de perdidos, de personas que andan a la búsqueda de su lugar en el mundo?
Así es. Un libro de gente que busca su lugar en el mundo, y que no lo encuentra, o que a lo mejor no tiene lugar. O que quizá existe por un rato y luego cambia. O que se trata de un lugar metafórico. Me interesa más la gente que está en permanente movimiento interior, algo rota, que la que cree que quizá ya ha encontrado su lugar o se ha cansado de buscar. Seguramente porque me siento igual que ellos. El escritor, en este caso, es un perdido más entre la galeria de perdidos, que son sus personajes. Por eso guardo por ellos una enorme comprension y cariño. Si supieran cuánto los comprendo… Así, además, estamos menos solos en la aventura. Ellos y yo.
– Quizás por eso nos acompañan siempre en este vuelo la poesía y el humor. Ya en «Llamadme Mississippi», perteneciente a tu anterior libro de relatos decías muy acertadamente: «Vivir es un rato y da risa». ¿Hasta dónde vuelan tus cuentos?
Los pongo en la pista de aterrizaje y en el aire los sostienen los lectores y las lectoras. Así que volarán hasta donde quieran aquellos y aquellas que los leen. Digamos que yo he abierto una ventana y los he lanzado. De los lectores depende que no caigan al suelo.
Antes de despedirme y de terminar esta entrevista, quiero daros las gracias, Marga y Nuria, por vuestras interesantísimas preguntas. Todas ellas me han servido para comprender mejor mi libro y para plantearme nuevos interrogantes.
Agradecemos a Daniel Monedero sus palabras e invitamos a nuestros lectores a descubrir al autor y su obra Volar a casa, a través del siguiente vídeo:
– Volar a casa. Daniel Monedero. Madrid. Editorial Páginas de Espuma. 2020. 168 páginas.
* Imagen de portada tomada de www.rtve.es.