LOS RITOS MUDOS, DE NEREA PALLARES.

«Pienso que vivimos en una época con tendencia a demonizar y medicalizar las emociones negativas».

La escritora y periodista Nerea Pallares publicó, en 2015, su libro de relatos titulado Sidecar. Becada por la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba, cursó el Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y fue la ganadora del II Premio de Cuento las Dalias y del XLV Certamen Literario Ciudad de Martos . 

En «La belleza de lo terrible», título del prólogo de su último libro de relatos publicado, Los ritos mudos (2021), la escritora argentina Valeria Correa Fiz afirma que Nerea Pallares «no nos ofrece respuestas, pero sí una cartografía de ciertas ceremonias individuales y de prácticas colectivas que se celebren en la actualidad o que se celebren en futuros quizás más cercanas de lo que creer». Su escritura «se encuentra en ese espacio exiguo y delicado donde se cruza la belleza con el horror», en tramas que, desde sus primeras líneas, presagian «la inminencia horrorosa del daño».
– Nerea, cuéntanos por qué es tan importante en los cuentos de Los ritos mudos aquello que permanece oculto, que no se revela al lector o que no se comunica de forma expresa.

La mudez y, de algún modo, la imposibilidad de comunicación con el otro es uno de los aspectos fundamentales del libro. También la idea de que lo más significativo en nuestros rituales cotidianos, ya sean conscientes o inconscientes, es justamente aquello que no puede ser nombrado. Y allí donde la palabra no llega, aparece el silencio con toda la fuerza del símbolo. Por ello, los vacíos que vertebran estas son en realidad muy elocuentes en su empeño de señalar una ausencia clave.

– «… el lugar de la herida / en donde hablamos nuestro silencio» son palabras de Alejandra Pizarnik, que eliges para abrir tu colección de relatos. ¿Qué universo simbólico ha pretendido generar en los lectores en esa herida que se habla en silencio, como paradoja de aquello que no cura, pero que tampoco nos atrevemos a sanar?

Esa cita da paso a la lectura como anticipo del lugar desde el que se habla. La herida de una dentellada, que deja un hueco y habla por nosotros. En todos estos relatos se recibe un mordisco.

Transitando por las líneas temáticas que tienen que ver con la «Separación», el «Sacrificio», la «Adoración» y la «Redención», los «espacios ominosos» de los cuentos presagian «la experiencia del daño, crueldad o violencia» que padecerán los personajes. ¿Qué son o cómo definen los ritos mudos y por qué los ha agrupado en las líneas temáticas señaladas?

Los ritos mudos son las secuencias silenciosas, grupales o individuales, que se libran en la cotidianidad muchas veces y que revelan lo que somos.

La separación, el sacrificio, la adoración y la redención son cuatro momentos clave en ceremoniales de naturaleza muy distinta. Me interesaba llamar la atención sobre las nuevas consagraciones que hacemos como sociedad hoy en día, precisamente porque creemos que vivimos ya desvinculados de esta dimensión ritual, que es, en realidad, inherente a lo humano. Y con esta estructura cuatripartita, la lectura del propio libro se propone como un rito en sí mismo.

– ¿En qué experiencias o recuerdos te basas para ofrecer al lector de tus relatos una imaginación tan poderosa y, a la vez, una visión tan crítica de la realidad que nos rodea? ¿Cómo se conjugan ambas en tu escritura?

Para mí, la literatura y el pensamiento se entretejen de manera natural. Muchas veces parte de una imagen plástica, que me viene a la mente y que me llama poderosamente la atención, porque en ella conviven, justamente, una sensación, una secuencia y una idea que me interesa explorar a través de la escritura.

– En el cuento que abre el libro, titulado «Los días salados», finalista del I Certamen Internacional Literario MadWomenFest de Relato, la ciénaga es calificada por la protagonista como «una segunda piel que jugábamos a arrancarnos». ¿Los espacios creados a lo largo del libro son también protagonistas de las historias? ¿Cómo influyen en tus personajes los lugares que habitan o que padecen mientras transitan por ellos?

Sí, los espacios se pueden ver, tocar y sentir muy vivamente y funcionan como personajes en muchas ocasiones. Espacios de seguridad que se quiebran y se configurarán, de pronto, en espacios de amenaza. Una ciudad en ruinas tras una explosión, un salón que devuelve un aspecto de búnker con las paredes abrigadas con moqueta, una fachada con fisuras desde las que se suspenden generosos ramos de Aarabis caucásica ofrecen al abismo, las cintas mecánicas de un matadero en el que todo sucede como en un día rebobinado, ciénagas de calor asfixiante desde las que no se puede divisar el horizonte o una comunidad que habita un diseño radial a las afueras de Estocolmo. Los espacios en Los ritos mudos anticipan el conflicto.

– «El miedo es un paisaje interior» o «No existe el retorno cuando ya no hay origen» son algunos de los pensamientos y obsesiones que manifiestan la protagonista del cuento titulado «La ciudad cardinal». ¿Cómo sobrevivir o lidiar con el miedo, con el recuerdo del mismo o con la memoria que no deja olvidar algo traumático que impide, por ejemplo, un nuevo comienzo?

Pienso que vivimos en una época con tendencia a demonizar y medicalizar las emociones negativas. En muchas ocasiones, los tranquilizantes o la falsa positividad del coaching neoliberal van en la misma dirección. Pero, frente a la narcotización, entender que nuestro miedo es natural, profundizar y relacionarnos con él de otro modo nos hace tomar el control. Nos devuelve el poder.

– «Un hombre no puede medirse únicamente por la virtud de las acciones que describe, ni por la sabiduría de los pensamientos que expresa, sino por lo libre que es y que se percibe que es», expresó el pensador y escritor norteamericano Henry David Thoreau . ¿Cuánta de su filosofía hay en tus relatos o de qué manera te han influido sus pensamientos para crearlos?

En Los ritos mudos , se cita a Thoureau para significar la visión que del mundo tiene la pareja protagonista en «Todavía estamos buscando»: «debería recordar que Thoreau dijo que todo lo bueno es libre y salvaje. Nosotros pensamos lo mismo. Lo pondría como tatuaje en las paredes de mi habitáculo, siempre intervenidas de las palabras que me rehúyen».

Personalmente, lo que más me atrae de Thoureau es pensar cuánto le movía la curiosidad. La curiosidad frente al conformismo. Así entendida, creo que es una forma radical de resistencia.

– Uno de los cuentos más tétricos es el titulado «La mascarada», tanto por el lugar que se describe («El infierno debe ser algo bastante parecido a esto»); como por los personajes (“Los que antes me parecieron alegres bailarines son cada vez más muñecos ventrílocuos que comienzan a moverse con gestos mecánicos, casi grimosos”); como por las insinuaciones de todos ellos en un final precipitado. ¿Somos, en cierta manera, lectores masoquistas, que buscamos el daño emocional, del que se nos previene, aunque no podemos dejar de leer?

Espero que no seamos lectores masoquistas, sino que busquen en el libro una sacudida que no es banal, que les permita pensar desde otro lugar. Lectores que entienden lo inquietante como un revulsivo para poder ver otras caras de la misma realidad.

– «En nuestra espalda nos hemos dejado las huellas, la carga, la carne levantada en alguna inicial y nuestro amor ahora también es un residuo», afirma la narradora en el cuento «Todavía estamos buscando». ¿Aprendemos algo del abismo que provocan las relaciones o los amores tóxicos?

Creo que podemos aprender mucho de ellos: de nosotros mismos y nuestro modo de relacionarnos. Me interesaba reflexionar sobre cómo nos vinculamos, hoy en día, y no obstante en un sentido romántico: qué anhelamos, con qué nos identificamos, qué nuevas formas sociales exploramos para apagar la sed de pertenencia, características son nuestros nuevos rituales. Y, por supuesto, si estas fórmulas son o no efectivas, si fracasan y, en cualquier caso, qué contamos con nosotros.

– «Es obvio que ningún gobierno diurno tiene idea. Pero tú sabes a quién pertenece la noche». ¿Qué tipo de mensaje nos quiere transmitir la narradora del cuento «No recuerdas la noche»? ¿Todos somos (como) «El Prisionero» del cuento?

Este es un cuento que reinterpreta la leyenda de la Compaña. Que advierte de que el gobierno diurno no tiene idea de lo que está sucediendo cuando atribuye las extrañas muertes masivas al efecto de un virus. Habla de cómo las verdaderas fuerzas que dirigen son otras, sutiles e invisibles. Y en él se formula un curioso mecanismo como única forma de liberarse. Como sucede en todos los relatos, lo que más me interesa es dejar espacio para una lectura activa, en la que cada quien pueda sacar su conclusión propia.

– ¿Cómo prevenir la sordidez que supone «una nueva caperucita sin salvación para renovar con sadismo los imaginarios», cómo evitar «horrorizarse alegres, aliviarse con que las desgracias ajenas sean ficciones imposibles y siempre peores que las propias», cómo dejar de viralizar un hecho atroz, como el que se cuenta en el relato titulado «#Nora»?

Me temo que no tengo una respuesta para saber cómo «prevenirlo», más bien tengo la pregunta que se hace este relato acerca de los límites del deseo humano y de cuánto de ello puede revelar nuestro uso de las redes sociales.

– En el cuento titulado «Fä», plantea un mundo distópico, a pesar de reflejar un entorno sostenible o ecoaldea, donde «todo es blanco y manso. Incluso aquí, en medio del bosque, la naturaleza parece estar domesticada y no tolerar la intensidad». Un lugar en el que habita alguien que nos resulta muy familiar, Siri, con una filosofía de vida crudivegana, un ser muy inteligente que no sabe pronunciar correctamente el nombre del protagonista. ¿Catalogarías el relato de irónico, paródico, distópico…? ¿Por qué?

Sin duda, es un relato en el que hay mucha ironía y, por momentos, hasta cierto humor negro. Me divertía la idea de invertir el buenismo de una comunidad modélica en muchos aspectos y señalar qué modo una propuesta así también puede resultar dogmática y tiránica. 

– ¿Cómo podemos «salvarnos» y salir indemnizados de la información que nos quieren implantar para «saber quiénes somos, qué va a pasar, qué debemos hacer»?

Supongo que reflexionar sobre la vigilancia, la cesión voluntaria de nuestros datos, nuestro consumo de información y nuestro empeño en adorarla y convertirla en nueva deidad es un buen comienzo. Esto pretende «Fä» en gran medida. Pero yo no atribuiría a ello una «salvación» en términos absolutos. Es una palabra demasiado grande.

– ¿Por qué son tan peligrosos los apegos en ese mundo idealista, pero tan distópico a la vez?

Supongo que os referís a la advertencia de que Knut, uno de los personajes del relato de «Fä», hace a Hugo, su protagonista. En este caso, intente evitar el establecimiento de vínculos de cierta profundidad dentro de la comunidad, porque es algo que socavaría su capacidad de control sobre los miembros. Es algo muy característico de algunas sectas.

– «Debemos darle a la Tierra hijos mejorados que sepan cuidarla, seres genéticamente perfectos nacidos de la tecnología. Ya hemos hecho suficiente daño. Es el tiempo de mirar hacia otras formas de existencia más ética». ¿Todo vale para el bien común? ¿A qué tipo de peligros nos enfrentamos por ello?

El pensamiento único es siempre un gran peligro, con independencia de cómo se vista; incluso si es en una comunidad cool de nórdicos veganos que escuchan electrónica y exploran en colectivo nuevas formas de vida.

– «Por eso es su casa un templo a los desamparados; columnas de electrodomésticos desaparecidos, capiteles de cajas de pescado, frisos de libros con capítulos perdidos y sin cuenta de las manos por las que pasaron. Dispuestos de formas tan insólitas y tan perfectas, sucios, tan vividos, mutilados, y por fin, serenos, paralizados en la ausencia del conflicto». Así se describe la casa del protagonista del último relato: «Tarta para cumpleaños». ¿Cómo hacer visible aquello que, como sociedad, tendemos a invisibilizar, dejar de lado o marginar para seguir con nuestras vidas como si no pasara nada?

Volviendo la mirada a los espacios de tránsito y apreciando la grieta y la superficie ajada, no solo en los objetos, también en las personas, como posición ética y estética. Confiando en el valor que tiene lo que va más allá de lo meramente utilitario, material y rápido. Renovando nuestra sensibilidad. Quizás así podamos apreciar por sí mismos y sin afán de medición empírica cuestiones como la cultura, el arte, la literatura, el pensamiento.

– «InLimbo es una editorial que nace para reivindicar el papel de la narrativa de lo inquietante como alta literatura y para promover aquellas corrientes alejadas de la dictadura de lo real. InLimbo aporta inspiración, contagio, imaginación. Aporta evasión poética y una estética oscura, inquietante, haciendo de lo melancólico, lo oscuro y lo negativo, bello y trascendente». InLimbo es una apuesta editorial arriesgada, dirigida y coordinada por Manuel Arcas Castillo y Ana Martínez Castillo, respectivamente. ¿Cómo llegaste a la editorial y cómo ha sido el proceso de publicación de tu libro?

Llegué a la editorial de casualidad y la verdad es que, cuando los conocí, ya tenían cerrado el plazo de recepción de manuscritos. Pero vi tan clara la conexión entre su línea editorial y Los ritos mudos que me animé a enviarlo. Y el flechazo fue mutuo. Estoy muy contenta con el cuidado en la edición que ha puesto InLimbo, con una estética muy identificable a través de las portadas impactantes de la fotógrafa Pilar Lozano.

– ¿Puedes adelantarnos algo de tus próximos proyectos literarios?

Estoy trabajando en un proyecto narrativo que estudia ciertas relaciones entre el tejido y el lenguaje, revisita figuras mitológicas femeninas en torno al hilar y se sitúa en un pueblo marinero y laberíntico en el que mar y viento forman parte de lo mismo.

«Otra forma de descubrir la vida es posible», como podéis en  Los ritos mudos, de Nerea Pallares.

– Los ritos mudos. Nerea Pallares. In Limbo Ediciones. Albacete. 2021. 114 páginas.

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