ADIÓS, PEQUEÑO, DE MÁXIMO HUERTA.

«La vida va de ir apagando luces, de acostumbrarse a perder, a despedirse. Ir tirando cosas, las rotas y las que estorban…».

Máximo Huerta cree que «la vida hay que gastarla». Quizás, por eso, se defina como  «un contador de historias», de anécdotas verdaderas, «un espectador» que valora, por encima de todo, la virtud de la lentitud». Reflejo de este caminar sin prisas es el cuadro impresionista que el autor traza en su última novela, Adiós, pequeño, Premio Fernando Lara 2022, «la historia de una familia que ha tenido que callar para ser feliz». Y, más allá de esa máxima de que «todas las familias felices se parecen y las infelices lo son cada una a su manera», la novela celebra la vida de nuestros padres, desde el amor o desde la costumbre, antes de que los atropellase el matrimonio. Un viaje, a través de la memoria, en la que el escritor valenciano ficciona su propia existencia, con recuerdos, silencios y elipsis. Un libro escrito desde el dolor,

– «La vida está marcada por todo aquello que un día aparece para decirnos qué somos». Somos, si somos persistentes, lo que soñamos. La vida se encarga de dibujar muchos caminos, de ofrecer oportunidades y atajos, lo que usaron es siempre vital, por ello, sin duda, somos los libros que hemos leído. La prosa poética de Luis Landero, los cuentos de Ana María Matute, la musicalidad de Juan Ramón Jiménez… ¿En qué medida la obra de estos autores ha formado parte de tu vida? 

Uno es lo que ha leído; somos los libros que se han quedado en la mesilla y que hemos releído. Yo también soy resultado de los autores a los que he leído y que han cristalizado en lo que escribo ahora. Mis novelas siempre son homenajes a otros autores a los que admiro.

– En Adiós, pequeño , nos acercamos a un ejercicio de proximidad y observación, en el que el lector percibe tu disfrute como si fueras el niño Salvatore de «Cinema Paradiso», ¿qué papel juegan las vivencias personales y qué peso la imaginación para construir la ficción?

Desde una canción a un lienzo de Sorolla −este es su año, por cierto−, la realidad siempre influye en la ficción. Una obra de arte es resultado de lo que hemos visto, leído, vivido o escuchado. La vida es la principal inspiración, diría, incluso, que es la única. 

– ¿Recordar es la única manera de enfrentarse a la vida o a la muerte?

Solo tenemos pasado; el futuro no existe, de modo que la vida es la que hemos vivido; la que viene está por suceder. Recordar, decían, es una forma de volver a pasar por el corazón: re-cordis . A la muerte no hay soldado que sepa enfrentarse. Y yo tampoco sé hacerlo, pero grabando, podemos guardar momentos para cuando no haya existencias. 

– La novela comienza con una impactante declaración, que sintetiza, perfectamente, toda la trama: «Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido». La ausencia de libertad marcó a toda una generación de mujeres de sueños rotos, que nunca fueron protagonistas de sus vidas, hasta el punto de que la historia de Clara es la Historia de nuestro país. ¿Lo sientes así?

La historia de muchas mujeres de una generación es la de mujeres sin decisión. Entraban en un matrimonio como quien sube a un tren que no tiene paradas, viajaban por las vías que decidieronan otros: mujeres castradas, mujeres sin libertad, que debían ajustarse, como pueden, a lo que les quedarán.

– Hoy más que nunca es necesario reivindicar a estas mujeres, que tuvieron que destruir sus propios deseos, para volcarse en los deseos de su familia. ¿La sociedad sigue estando en deuda con ellas?

Hay una España invisible y olvidada, que no está suficientemente reivindicada. Escribir sobre ellas es ayudar a que no se olvide.

– «Mi padre es el que fue y yo soy hijo de todo eso». Conscientes de que somos herederos de nuestros progenitores, ¿qué tiene Máximo de su padre?

El ADN va en nuestras células y hay formas de ser o de moverse en el mundo, que van pegadas a la piel. Es imposible despegarse de los genes. Seguramente, me parezco a él, sin darme cuenta; como todos a los nuestros.

– En algún momento ha comentado que a quien te pareces, realmente, es a tu abuela: en su carácter, en su alegría, en su forma de afrontar la vida… Háblanos, por favor, de ella.

Mi abuela era lectora, alegre, trabajadora, buena persona, elegante… Me gustaría parecerme a ella y también me gustaría volverla a ver.

– ¿Volver a los lugares de siempre, acompañado de tu «Platero», te ​​ha ayudado a reconciliarte con el pasado?

Pasear con mi perra es disfrutar de una vida más tranquila, ella va oliendo ramas, hierbas y florecillas. Es una forma de quedarse con los pequeños detalles; así debemos vivir y así querría vivir siempre, con lentitud.

– ¿Crees que, sobre todo, en los últimos años, se idealiza la vida rural?

Creo que sigue idealizada la vida en la ciudad, cuando, al final, en la ciudad, acabas siempre en el mismo barrio. La vida rural son las raíces de todos, hasta de los que viven en la ciudad. A mí me gusta, pero no la idealizo: me parece buena, limpia, cercana, tranquila y menos ruidosa.

– ¿Dónde se encuentra más verdad, en la Literatura o en el Periodismo?

La Literatura siempre ofrece más ángulos. El Periodismo, al menos el actual, va demasiado rápido, no contrasta.

– Defiendes las elipsis, las habitaciones propias y el lenguaje interno de la mirada, como parte fundamental de la libertad del individuo, que, además, tiene que ver con el cariño. ¿Los silencios han protegido a muchas familias?

Los silencios han hecho que muchas familias se mantengan en pie pese a las circunstancias, de la misma manera el silencio sirve en todos los alrededores: guardar nuestros secretos es vital. Es mi forma de pensar. El mayor patrimonio es lo que no contamos, eso que se queda para nosotros.

– Con Adiós, pequeño rinde algunas cuentas pendientes. ¿Quedan sueños por cumplir?

Los sueños se van renovando. La edad no cambia el mapa, pero sí el recorrido.

– «La vida es hoy», para Máximo Huerta…

La vida sola es hoy. No existe más. Este rato de lectura, el café con leche con tu madre, el paseo con Leo…

Tras la lectura, nos queda la sensación, como a Camus, de que «en las profundidades del invierno… en mi interior habitaba un verano invencible».

Estimados lectores:

«De vez en cuando la vida nos besa en la boca ya colores se despliega como un atlas, nos pasea por las calles en volandas, y nos sentimos en buenas manos; se hace de nuestra medida, coge nuestro paso y saca un conejo de la vieja chistera y uno es feliz como el niño cuando sale de la escuela. De vez en cuando la vida toma conmigo café y está tan bonita que da gusto verla. Se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena».

Adiós, pequeño. Máximo Huerta. Barcelona. Planeta. 2022. 384 páginas.

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