SI TE DIGO QUE LO HICE…
«Si alguna vez me sentí realmente acompañada, fue el día que nací. Allí estaba ella. Esa mujer que, a pesar de los años, no he borrado de mi memoria; que he fijado en lo más profundo de mí sin darme un instante de tregua. Mi madre».
Al senador del PP y diputado en la Asamblea de Madrid, Jaime de los Santos, le gusta recordar que, ante todo, es historiador con alma de actor. «Casi todo lo aprendí en el teatro. A hablar. A leer. A mirar. A quererme». Este «coleccionista de emociones» y amante de la belleza, que acaba de estrenar su primera novela, Si te digo que lo hice, se define como «un hombre de centro, liberal, creyente y con una marcada sensibilidad hacia los temas sociales».
– Jaime, ¿escribir también es una forma de hacer política?
Sin duda. La cultura y la política deben tener siempre la misma función: cambiar las cosas. Eso es lo que quiero o, al menos, eso es lo que me gustaría.
– ¿Cómo nace tu primera novela: Si te digo que lo hice?
Surge casi por casualidad. Durante el confinamiento, en lo peor de la pandemia, recibí un correo de Rosa Pérez, quien hoy es mi editora, en el que me invitaba a escribir ficción. A pesar de que al principio no me atreví, tuve la gran suerte de que intentara convencerme. Lo logró finalmente. Para empezar a escribirla, rescaté todo lo que había estudiado sobre la dictadura franquista al terminar la carrera y… surgió esta historia de mujeres que es Si te digo que lo hice.
– Has reconocido que «crecer rodeado de cuatro hermanas te ha hecho ver la vida con muchísima tolerancia». ¿Qué has aprendido de tu protagonista, Elvira?
Crecer rodeado de mujeres es, cuanto menos, un privilegio. Gracias a mis hermanas, he aprendido a ser tolerante, a verme tal y como soy, a no tener miedo.
Junto a mi protagonista Elvira he realizado, además, un ejercicio de introspección. Si como algunos dicen toda primera novela es autobiográfica, la historia de mi novela es autorreferencial. A través de Elvira, he profundizado en muchas realidades que me preocupan −la violencia machista, las mujeres prostituidas, el dolor de quienes no han tenido nada…−, y también en capítulos de mi vida sobre los que no había reflexionado todo lo que se requería.
– Si te digo que lo hice habla de nosotras, de ellas y de todas aquellas mujeres víctimas de una dictadura que les robó el derecho a ser feliz. Un tiempo que les enseñó a curar, a cuidar, pero no a querer. ¿Dónde quedan las emociones ante el miedo?
Creo que el miedo no debería paralizarnos. De hecho, considero que tenemos que aprender a hacer las cosas a pesar del miedo o, si se prefiere, a hacerlas con el miedo «a cuestas». Esa es, precisamente, una de las grandes fortalezas de Elvira: se sobrepone a todo y lucha para salir adelante.
– «Si voy bajando por la ruina, iré encontrando amor», nos dice Lorca, en El público, en boca de Cascabeles. ¿Somos máscaras o dueños de nuestras vidas, de nuestros amores y de los papeles que cada día representamos?
Siempre hay máscaras y, de hecho, los libros también lo son de algún modo. Pero existen máscaras necesarias, terapéuticas, bellas…, aunque haya otras que no son otra cosa que fórmulas para alejarnos del mundo. Estas son las que tenemos que evitar. Yo mismo, durante muchos años, viví siendo solo una parte de lo que quería ser y eso me obligaba a esconderme detrás de una máscara, que no me permitía crecer. Fui capaz de arrancármela y todo ha ido mejor. Al escribir esta novela, he conseguido quitarme algunas otras máscaras y matar viejos demonios.
– «Solo soy un observador que mira como lo haría Elvira». ¿Cómo ve Jaime de los Santos la realidad a la que hoy se enfrentan las mujeres?
Considero que la realidad de la mujer actual es infinitamente mejor a la de hace medio siglo, ejemplar en muchos casos, pero también frágil, como todo lo que ha tardado tanto en conseguirse. Por eso hay que ser observante para que no se dé un paso atrás. Los grandes héroes de la democracia son nuestras madres y abuelas: mujeres que fueron educadas en la mayor de las oscuridades, sin apenas derechos, sometidas al hombre y al permanente pecado. Las mismas mujeres que han sido capaces de darnos, a quienes hemos nacido ya con la Constitución aprobada, una educación basada en la libertad, la igualdad, la diversidad. Insisto en que para mí son «unas gigantas».
– ¿Qué piensa un feminista como tú de lo que argumentan determinados partidos políticos sobre la violencia de género?
Todo lo que niegue la violencia, que se ejerce sobre las mujeres por el simple hecho de serlo, es un error imperdonable y una temeridad.
– «Nos quieren mansas, embridadas». ¿Todavía se nos quiere así, por parte de determinados sectores?
Claro que hay quienes os quieren así. Incluso existen personas que quieren una sociedad con cada vez menos sofisticación intelectual para intentar someternos. Pero no lo conseguirán, pues somos una sociedad poderosa, que siempre ha sabido alcanzar las mayores cumbres. Y, en lo que respecta a vosotras, estoy seguro de que ya no vais a permitir que se os vuelva a arrinconar nunca más.
– En la novela se percibe tu pasión por la belleza, por los libros, por Lorca, por el arte, en definitiva, como realidad que nos transforma. ¿Querías que fuera un homenaje a todo esto?
Así es. Mi vida no sería lo mismo sin la belleza, la cultura o la música. Quería homenajear a escritores como Lorca, Laforet y Proust, a pintores como Goya, Dalida y Patinir… En definitiva, quería rendir un sincero homenaje a mis obsesiones sensibles, pero también a todas esas personas que han mejorado el mundo con su particular modo de mirar.
– ¿Nos faltan en España políticas o políticos que entiendan que sin Cultura no somos nada?
¡Y tanto! De hecho, sorprende que las formaciones de nuevo cuño, a un margen y al otro, siempre en los extremos, no hayan hecho de la cultura su principal aliado, sino que, al contrario, la utilizan y desdeñan, pues son incapaces de ver que, detrás de la cultura, estamos todos. No hace mucho tiempo escuché decir al Ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, en sede parlamentaria, que «a él si le sacaban de Canaletto no sabía nada». Sinceramente, tuve ganas de llorar.
– «En Madrid, el otoño es naranja, rojo y sutil. Es morado. Seco. El viento ulula y besa las palmas. Barre las calles, los cielos y las ideas buenas; escasas. Retuerce el ánimo». ¿En qué rincón de la ciudad se cita Jaime de los Santos con la nostalgia?
Son muchos los lugares de Madrid por los que doy largos paseos, aunque creo que donde mayor nostalgia siento es en el Madrid de los Austrias, en ese dédalo de calles que envuelven la Iglesia de San Miguel y la Plaza Mayor, cuando está cayendo el día. Y siento nostalgia, y también deseo, siempre cuando me siento en la butaca de un teatro… Pero esa es otra historia…
– Si te digo que lo hice. Jaime de los Santos. Espasa. Barcelona. 2022. 432 páginas.