MICRORRELATO DE TERROR.

Escuché con más atención. Efectivamente, los susurros parecían cobrar la forma de mi nombre. Me levanté de la cama para intentar averiguar de dónde venían. Abrí la ventana para ventilar la habitación y rápidamente miles de vocecillas al unísono volvieron a murmurar mi nombre.

Era un día de tormenta, y la lluvia patinaba sobre los cristales de la casa. Decidí salir a la calle, donde la misteriosa “llamada” se oía con tanta intensidad que parecía provenir de las gotas que estallaban contra el suelo. Me acerqué a un charco embarrado y me agaché para fijarme mejor en los chasquidos que se producían sobre la superficie. De repente, noté  cómo el agua se convertía en vacío…

Nadie la volvió a ver. Al cabo del tiempo tan solo se encontró una nota mohosa que decía: “Esta dimensión no es tan diferente.”

No os preocupéis, nosotros la estamos cuidando muy bien.

Cristina Cornejo García.