«Perder el norte es fácil cuando eres sur / y todo queda tan lejos».

María Carvajal, narradora, poeta y agitadora cultural, estudió Filología Inglesa, en Cáceres, ciudad en la que reside. Hasta la fecha, ha publicado el libro de relatos Mis días con Marcela (2011), la «plaquette» Un día perfecto (2017) y el poemario No estoy perdida (2019). Ha sido coeditora de la revista mexicana «Ombligo» y editora de contenidos del blog «Narrativa Breve». Ha organizado lecturas y actos literarios como el «Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez», «EDITA Nómada» o «Acogida sí, guerra no (poetas y artistas por los refugiados)». Además, sus textos han sido recogidos en varias obras y revistas de España, Portugal, México y Polonia. Apasionada de la música, ha escrito letras para la banda de rock «Bucéfalo» y sus versos han sido musicalizados por el cantautor extremeño Miguel Ángel Naharro.

Con ella nos sentamos a conversar, en la barra de un bar, al calor de su voz, y a hablar de poesía, de su poesía, de esos versos sinceros, por los que brota la nostalgia, la esperanza y el amor, a pesar de los pesares. Palabras que conectan con la vida cotidiana, con la gente de a pie, que vive, como María, «entre mil estancias y dos puertas».

Tu último poemario comienza con una íntima declaración de intenciones: «Quisimos parar el mundo, / cortar los hilos que ataban nuestras muñecas y tobillos, / crear un código nuevo que nos hiciera libres…» y, sin embargo… «Nadie nos dijo que íbamos a conocer el infierno/ tan de cerca/ como para acabar con los sueños quemados. / Esa fue nuestra revolución…». En estos momentos, ¿cuál es tu particular revolución?

Mi revolución es ser lo más honesta posible con mi forma de estar en el mundo, aplicar la ética en todos los campos posibles de mi vida y que el respeto y la resiliencia sean los principios que guíen la toma de decisiones y el trato con quienes me rodean. En definitiva, mi revolución se basa en poner mi granito de arena para hacer de este un mundo mejor.

– ¿Soñó María, de niña, con ser escritora y ponerlo todo patas arriba?

Ser escritora fue algo que, simplemente, surgió, aunque, tal vez, mi carácter soñador lo haya provocado. Me gusta imaginarme cosas, soñar despierta, pero siempre con un pie en la tierra. Nunca me planteé la escritura como un medio de expresión. Es cierto que, ya desde pequeña, me gustaba escribir historias, crear aventuras y situaciones en un supuesto mundo paralelo o real. En el colegio y el instituto, gané algún concurso de narrativa y de poesía, pero nunca con la intención de que eso se convirtiera en algo más allá de la anécdota. Siempre he tenido libretas donde escribía textos, a veces narrativos, a veces en forma de poemas, que guardaba en un cajón. Lo de publicarlos vino tiempo después.

– Háblanos de recuerdos y de olvidos.

En general, No estoy perdida es un poemario que me supuso una especie de terapia, algo que necesitaba sacar afuera, a pesar de que ello implicara la desnudez y la revelación de circunstancias personales que no siempre es fácil mostrar. «De recuerdos y de olvidos» es un poema que conforma el cierre de un ciclo, tras mi separación del que fue mi pareja, durante 19 años, y con quien actualmente mantengo una estupenda relación. Es, en cierta manera, un homenaje a esa relación que, tal como aparece en la cabecera, aludiendo a la canción «Quiero contarte» del grupo Triana, «fue como un sueño bello, profundo y nuestro». En ocasiones, los cambios dan miedo y, sin embargo, algunos generan una especie de liberación. Creo que es importante cerrar ciclos desde el amor y con la firmeza de que, por encima de todo, una ha de ser fiel a sí misma y tratar de huir de aquellos lugares o situaciones en los que no se es feliz.

– María Carvajal, ¿no volvería a…?

Literalmente, se dice en el poema: «no volvería a mi pasado», a mi niñez y adolescencia, ya que este generó en mí ciertos traumas y momentos de frustración e incomprensión. Tampoco volvería a pasar por determinadas situaciones en las que la felicidad de otras personas estuviera por delante de la mía propia. Con el tiempo, una se vuelve egoísta o, mejor dicho, con el tiempo, una aprende a quererse.

– «Un día perfecto», un día «sin estrés, sin telediarios hostiles / sin impuestos, sin grasas saturadas», alude a la conocida canción de Lou Reed, «Just a perfect day». ¿La felicidad cotidiana se escribe con música? 

Para mí todo se podría escribir con música, pues esta siempre ha estado muy presente en mi vida: estudié seis años en el Conservatorio. En mi caso, la música es una especie de válvula de escape cuando las cosas parecen torcerse. Por ello, para mí la música es medicina, terapia y sanación y no me imagino la vida sin ella. Cuando escribí este poemario, quería que la música estuviese muy presente y, por eso, hay alusiones a grupos, cantantes o canciones que han ido marcando mis experiencias vitales. La sensación que nos provoca la música es muy especial porque está muy vinculada a las emociones. ¿Quién no ha escuchado una canción que le lleva a un lugar determinado o a una persona determinada de su pasado? La música es pura magia.

– Cantaba Chavela Vargas que «uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida», ¿y tú?

Yo también vuelvo a esos sitios de los que hablaba Chavela. Hay quien dice que no es bueno volver a los lugares donde uno fue feliz. Es posible que esa felicidad pasada ya no exista y eso nos provoque una sensación de melancolía o pérdida, pero no estoy de acuerdo. Uno ha de reconciliarse siempre con su pasado, independientemente de si este fue un pasado feliz o, por el contrario, si estuvo lleno de contratiempos.

No volvería a mi pasado, como experiencia, pero eso no quiere decir que deseche los lugares que me habitaron o a ciertas personas importantes que me acompañaron en ese tiempo. No se puede generalizar. No obstante, por encima de todo, me gusta pensar que lo mejor está por llegar. Todo es aprendizaje y cada etapa tiene sus cosas mejores y peores. «De los viejos sitios donde amé la vida» rescato a las personas con quienes compartí ese amor.

– ¿Qué representan el mar y el sur para ti?

El mar es sanador. Quizás tenerlo lejos hace que me atraiga aún más. Tener esa inmensidad delante de mis ojos y ver lo pequeños que somos me resulta fascinante. Intento visitar el mar varias veces al año y siempre vuelvo renovada.
Además, cuando hablo del mar, suelo referirme al del sur. He conocido otros mares, otras orillas, pero el sur siempre será muy especial para mí. Andalucía occidental ha aportado a mi vida amistades maravillosas y experiencias increíbles. Además, en el plano de la poesía, el sur siempre me ha brindado muchas oportunidades. Llevo más de diez años asistiendo a festivales y encuentros de poesía que se celebran en el sur, especialmente en Huelva y Sevilla, donde me han tratado muy bien y, por eso, me encuentro como en casa. Me siento identificada con la gente del sur, con su carácter abierto, cercano, alegre, lleno de vida. El sur tiene una luz especial en todos los sentidos.

– A partir de este momento, el poemario transita por temas sociales como la violencia de género, el capitalismo, el consumismo, el medio ambiente o la guerra, y se tiñe de denuncia y libertad. ¿Tus versos responden al momento político y social que se vive hoy?

Cuando una observa que, a su alrededor, están ocurriendo injusticias de toda índole, no debe mirar hacia otro lado. En la actualidad, vemos situaciones inhumanas que no nos pueden dejar indiferente. Hablar de ello en la poesía da visibilidad a muchos de esos problemas. La poesía intimista me gusta mucho, pero, como ciudadana del mundo, creo que el arte (la música, la poesía, la pintura, el cine…) debe ser una herramienta de denuncia y, como tal, hemos de usarla. Considero que hacer denuncia social a través de los versos permite aportar un poco de lucha contra esta sociedad que tanto nos maltrata. No obstante, la lucha no debe quedarse solo en los versos de un poema; debemos ser proactivos con aquello que creemos y la lucha activa debe ser siempre la primera opción. Es cierto que algunos de mis versos reflejan la situación sociopolítica que nos ha tocado vivir. Como seres sintientes que somos, es fácil escribir sobre aquello que acontece y nos influye o nos mueve.

– ¿La poesía duele o cura las heridas de nuestra vida?

Tal vez lo que duela sea lo que hay detrás de la poesía. Duele una situación que luego convertimos en poema y quizás esa trasmutación es la que nos sana. No percibo mi poemario como un ejercicio literario, sino más bien como un ejercicio terapéutico. Necesitaba sanar heridas, cerrar cicatrices, concluir ciclos. Hay poemas que escribí hace veinte años, aunque la mayoría son recientes, y tal vez por ello no haya uniformidad en el estilo. Una evoluciona con el tiempo, con las lecturas y las experiencias. Sin embargo, de los poemas antiguos he modificado lo mínimo, ya que quería que se plasmasen tal y como los percibí en un primer momento. Los poemas más recientes, que son la mayoría, sí tienen muchas vueltas, versiones, modificaciones, correcciones…, están más trabajados y han salido a la luz cuando he concretado su final más fiel a lo que quería expresar. Y después de ese trabajo, cuando el poemario deja de ser un archivo guardado en el ordenador y pasa a ser un libro en manos del lector, ahí sientes que, efectivamente, ha habido sanación. Es como despojarse de tus miedos e inseguridades. Aprendes cierto modo de desapego. Sueltas y dejas volar.

– «Nací con alas y con ojos en la nuca/ para cuidarme de quien no me dejaba volar». ¿Crees que las mujeres vivimos en un estado de alerta permanente?

Absolutamente, sí. Aún queda mucho por hacer en lo que a igualdad de género se refiere. En todos los campos de la sociedad observamos gestos, situaciones o palabras que nos aprietan, nos marcan, nos juzgan, nos matan… Desde micromachismos aparentemente inofensivos hasta verdaderas atrocidades ejercidas hacia la mujer. Este es un trabajo de todos y creo que hay que atajarlo desde la educación temprana, dentro de la familia y en los centros educativos. Se ha avanzado algo, pero diría que, suponiendo que todo evolucionase favorablemente, aún quedarían tres o cuatro generaciones para alcanzar una sociedad donde la igualdad fuese lo normal.

– Uno de los poemas más sobrecogedores es «Las muertas de Juárez». Háblanos de él.

En 2011, se produjo el asesinato de la poeta y activista mexicana Susana Chávez, a quien se le atribuye la frase «ni una menos». Desde Ciudad Juárez, un grupo de poetas, mediante un encuentro multitudinario de poesía, quisieron rendir homenaje a las víctimas de feminicidios que, como Chávez, perdieron su vida por el simple hecho de ser mujer. A partir de 2012, el encuentro poético se extendió a multitud de ciudades de todo el mundo. Su coordinador en España fue el poeta y editor Uberto Stabile, que además recogió, en la antología Ni una más. Poemas por Ciudad Juárez, las voces de muchos de los participantes de los encuentros en los países de habla hispana. La temática principal en esos encuentros era el feminicidio como lacra social en el mundo. Durante años, escribí algunos poemas sobre ello, uno de los cuales, «Las muertas de Juárez», quise integrarlo en mi poemario.

– «Sigue habiendo guerras. Sigue habiendo cadáveres en las cunetas…» ¿Este país debería hacer un ejercicio de memoria?

Por supuesto. La Memoria Histórica es aún una asignatura pendiente en nuestro país. Sigue habiendo calles con nombres franquistas y símbolos franquistas en edificios oficiales, sigue habiendo personas que desconocen el paradero de familiares que sufrieron la represión franquista y su posterior muerte por razones socio-políticas. No es normal que hoy en día aún haya quien venere a un dictador cuyo régimen ha matado a miles de personas o que se quiera tapar el asunto a base de olvido.

– Y frente a todos esos grandes monstruos, late el miedo, que nos paraliza y nos rompe. ¿La poesía es un acto de resistencia? 

Como dijo Celaya, «la poesía es un arma cargada de futuro» y, efectivamente, es también un acto de resistencia porque, siendo un género minoritario, se sostiene gracias al tesón de unos cuantos soñadores, los que la leen y los que la escriben. En una sociedad consumista donde todo va contrarreloj, la poesía supone un ejercicio de introspección, de calma, de reflexión que, a veces, nos sitúa en un punto de autocrítica necesario, y otras, nos abstrae del mundanal ruido para llevarnos a un mundo más visceral y mejor conectado con el yo.

– El poema «Sobre el miedo» ha sido musicalizado por el cantautor Miguel Ángel Naharro. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

Como amante de la música, la experiencia ha sido muy gratificante. Siempre estaré orgullosa de haber podido participar en proyectos en los que la poesía y la música se han fusionado. Además, algunos de mis poemas han quedado enmarcados en una melodía, en la voz de cantantes que admiro, pasando así a otra dimensión. He compuesto también letras para el grupo de rock emeritense «Bucéfalo» y no puedo ser más feliz ni estar más agradecida por haber colaborado tanto con ellos, como con Naharro.

– ¿En qué estás trabajando actualmente? ¿Hacia dónde se dirige María Carvajal?

Leo más que escribo y también intento vivir, disfrutar de mis amigos, viajar, ir a conciertos y, de vez en cuando (cada vez más), conectarme conmigo misma (nada mejor que una tarde tranquila en casa en compañía de mis gatos). No obstante, siempre hay lugar para la escritura, aunque no soy de publicar mucho. En mis inicios, comencé escribiendo narrativa, pero todos los caminos me llevaron a la poesía, por lo que sigo hilando versos. Por ahora no he concretado nada, es decir, no escribo pensando en una publicación, aunque no descarto en un futuro volver a dar forma a un nuevo poemario. Ya se verá. Ya lo veréis.

Muchas gracias, María, por tu tiempo y por tu amabilidad para responder a nuestras preguntas.

Muchas gracias, Marga y Nuria, por ofrecerme este espacio.

Dice María Carvajal que «desde Cáceres no se ve el mar», aunque ella ha conseguido, con su luz, acercárnoslo. Porque el mar, quizás resida en los pequeños detalles, en nuestras batallas, ganadas y perdidas, o en esos días perfectos de encuentros y reencuentros con la poesía.

– María Carvajal. No estoy perdida. Asociación Cultural Garvm. 2019. 100 páginas.