«Del dolor de perder nace la obra» (Rosa Montero).

Treinta años después de aquel fatídico 25 de agosto de 1992, en el que las cenizas de más de dos millones de libros inundaron el cielo de Sarajevo, la memoria colectiva del olvido nos recuerda que cada 24 de octubre se conmemora el Día de la Biblioteca para reivindicar ese espacio de encuentro y de resistencia ante la adversidad. Quizás por eso, «la vampira más famosa de las Bibliotecas», la escritora Ledicia Costas, afirmó un día como hoy que «para escribir un libro, además de hacer malabarismos con las palabras, hay que ser una desvergonzada o un loco. Un atrevido, una excéntrica descontrolada. Llevar un calcetín de lunares, otro de rayas y los pelos de punta. Una cresta como las que lucen las cacatúas sería un peinado muy interesante para un escritor.Solo las mentes más disparatadas son aptas para escribir libros». Baldosas amarillas danzan en el desván del alma (2022) .

Mayela , tu infancia son recuerdos… 

Sí, el espacio de la infancia es un espacio ajeno al paso del tiempo. Y emulando al gran Machado, de quien tomo esa cita, mi infancia son recuerdos felices que se mantienen vivos en el presente. Recuerdos llenos de complicidad familiar, de cuentos, de canciones, del vaivén de un columpio y sobre todo de tiempos compartidos junto al fuego de una gran tribu, que mis abuelos maternos secuestraron de reunir en toda ocasión. Mi madre ha sido quien ha continuado el legado contra el viento y marea del ritmo digital que deshumaniza y que aquí cobra cuerpo en el Conejo blanco de Alicia , siempre atado a la cadena de un reloj rival del tiempo lento, desgranado en familia.

– ¿Qué libros determinaron tu experiencia lectora? 

¡Uf, vaya pregunta! Me centraré en mi primera experiencia con la literatura. La literatura primera fue oral, de ahí el peso que la oralidad cobra en esta obra al convertirse en eje vertebrador de la primera parte. Los cuentos cobran protagonismo con las apariciones esporádicas de Caperucita y su lobo, Alicia, Simbad o la Cenicienta desde una revisión actual. También los mitos grecolatinos aparecen como un recuerdo muy temprano y sin fecha. Y en cuanto a mis primeras lecturas, en ellas aparecen Verne, Salgari y toda la colección bien manoseada por mí de Celia de Elena Fortún. Todo ese conglomerado entre canciones de Paco Ibáñez, donde resonaban sin saberlo: Machado, José Agustín Goytisolo y tantos otros, junto aSanta María de Iquique con las lágrimas de mis nueve años o Atahualpa Yupanqui a quien cito en uno de los relatos. Luego mi experiencia lectora se fue conformando con los referentes que el sistema educativo introducía en la biblioteca de aula de 7º. y 8º. de EGB llena de grandes clásicos, con los libros de Literatura del instituto y con los estudios de Filología Hispánica que me iban descubriendo el arte de diseccionar e ir más allá de la primera lectura de las obras. Pero si tuviera que mencionar dos obras que gestasen el germen de este libro serían Mujeres malqueridas de Mariela Michelena y el clásico Mujeres que corren con los lobos como pistoletazos de salida.De todos modos, las citas que encabezan muchos de los relatos son pistas bastante esclarecedoras de mis fuentes literarias, que son múltiples y crecen con cada nueva lectura.

– ¿Quién puso en tus manos tus primeros «zapatos de plata» para ayudarte a recorrer el camino?  

Los zapatos que me indicarían el camino de regreso a Ítaca en caso de extravío de la senda de baldosas amarillas, sin ninguna duda, me los entregó mi abuelo. A él es a quien va dedicado este libro como homenaje tardío y humilde tributo a toda la riqueza que me entregó. Él, dotado del don de los cuentacuentos, me transmitió con su mimo a la fantasía el poder de la imaginación a través de las aventuras de Simbad o Alí Babá, convertidos en sus compañeros de viaje quedando para mí enredadas en él siempre realidad y ficción, no pudiendo existir una sin la otra. Así, en ¨La riqueza¨ aparece su testigo de recrear el mundo con palabras.

Si algo me ha fascinado desde entonces ha sido la magia de la Literatura. La ficción hace libre: puede convocar recuerdos, recrearlos, ponérselo difícil a ciertos personajes o incluso acabar con algunos de ellos. La Literatura permite entrar en la piel de personas, objetos, paisajes y desdibujarlos, retorcerlos, fragmentarlos, mimarlos y todo un sinfín de posibilidades que naturalmente la realidad nos niega y menos mal, ya que así debe ser.

– ¿Cómo definirías tu prosa poética?  

Como génesis, la primera baldosa es el verbo, la palabra: la palabra como elemento liberador y rítmico con toda su naturaleza musical, órfica e iluminada como señala el primer capítulo “Génesis”. Y es la frontera entre prosa y poesía, el híbrido perfecto con un pie en el relato y otro en la lírica, la que mejor señala el camino. Para mí, la literatura es forma. Además, el valor estético del lenguaje con su capacidad de invocar lo perdido, de recuperar y detener el tiempo en las palabras permite ordenar con ellas nuestra realidad en el mundo.

Ahora si tuviera que señalar un claro referente que marcó un antes y un después en mis lecturas sería la magistral prosa poética de La lluvia amarilla de Julio Llamazares.

Baldosas amarillas danzan en el desván del alma es un viaje, estructurado en cinco partes, al mundo de Oz, a través de la experiencia vital de la protagonista; una senda que recoge las huellas de otras mujeres heridas, condenadas a habitaciones cerradas. En este sentido, pronto nos topamos con un personaje, exégesis de la vida conyugal, que forma parte de nuestro imaginario colectivo. «Alguien ha encontrado los hilos que llevan hacia mí… Tiene dueño y conozco su nombre: Barba Azul». ¿La seducción perversa se presenta tan azul y gentil que somos incapaces de pensar que para vivir tenemos que salvarnos del príncipe?  

Más que un viaje al mundo de Oz, es un viaje de regreso como en el libro, un viaje de vuelta a la identidad perdida.

En cuanto al príncipe, debemos salvarnos o al menos cuestionar todo constructo idealizado y temático sea un príncipe, un dios o un simple mortal. De todos modos, aquí el peligro es intrínseco a la propia naturaleza del amor que en su origen falsea la realidad. Ya Platón percibió que el amor es quien ama y no lo amado, de ahí que el Amor siempre sea un Yo y, por tanto, pueda falsear lo amado. Una cita de Borges sintetiza el peligro del enamoramiento ya que «enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible» o Peri-Rossi para quien «no hay nada más pueril en el fondo que la pasión». El problema reside en las consecuencias de equivocarse y que apareció la triada de la posesión, la entrega y la culpa hermanadas.

– Sin duda, esta fábula sádica, que magistralmente se retiró, nos mece en un sueño profundo para luego arrastrarnos a una pesadilla. «No voy a ser tan ingenua de caer en el engaño de Madame Bovary y creerme todos los encantos de los cuentos de hadas». ¿Es la inocencia o la educación sentimental recibida lo que condiciona el futuro de las «esposas» de Barba Azul? 

Gracias por su valoración desmedida. Creo que es una mezcla tóxica de inocencia, atracción y la educación sentimental recibida de modo subliminal en cuentos, canciones, comedias románticas… que se filtra inconscientemente desde la niñez.

Barba Azul o el lobo con piel de cordero recoge del folclore todo aquello que seduce por diferente y que nos anula al imponer la norma castrante de la obediencia ciega. La misma que en «Génesis» obliga a vivir en una seguridad en calma de un paraíso fértil, pero sin libertad plena o la que infantiliza a Nora, otro referente que está presente en esta obra.

Sin embargo, creo que hay cierta perversión en el enamoramiento al creernos invulnerables, en creer que podemos ayudar al otro o en confiar en exceso en nuestras fortalezas, ya no hablo del absurdo de querer cambiar al otro. Una cita de Ida Vitale nos recuerda que «no se puede querer lo que te ignora»; yo para resumir muy bien lo que condiciona a todas esas esposas de Barba Azul matizaría con un no se debe querer a quien te ignora.

Barba Azul representa la contraparte del buen amor, algo lamentablemente presente en todos los tiempos y aún actual ya que deconstruye el enfrentamiento de géneros elaborado desde la tradición patriarcal e incluso hoy defendida por ciertas voces políticas complica la mutua y deseada cooperación en la pareja.

– Algunos hombres presentes en tus historias aman, pero la mayoría desconoce cómo hacerlo. «Su grandeza, su magnanimidad se vuelven cobardía; su amor, indiferencia y mi rechazo, culpa». ¿El matrimonio se convierte en una prisión o en una parálisis? 

Aquí, un mal matrimonio se convierte en abismo, en pasiva inactividad y en la parálisis del dejarse llevar. Se parte de un matrimonio mal entendido y que se convierte en un error prolongado más allá de la lógica y lo racional hasta llegar a la frontera de lo autodestructivo. Un matrimonio fundado en la rivalidad y la competencia por una de las partes mientras otra parte cede flexible casi hasta quebrarse. Momento en el que sólo cabe la pérdida y la reconstrucción, dos terrenos agrestes y duros que atraviesan hasta reencontrar el camino de ir recogiendo fragmentos que nos reconcilien con la propia identidad.

Así, en «Génesis» asistimos al descubrimiento de una realidad que duele y que escupe tres palabras: marido, culpa y malquerida . Una realidad que debe afrontarse como van señalando el instinto de los sueños o las brujas de Macbeth que sentencian el futuro en un binomio: adaptado o luchar. Sólo la segunda opción será liberadora.

– «A tientas me pregunto dónde están mis baldosas amarillas y tropiezo con una alfombra mágica». ¿La añoranza del abuelo flota en tu arboleda perdida ?  

Sí, la ausencia de mi abuelo está presente desde el principio hasta el final de la obra como brújula que señala el camino, que domestica el bosque al construir con un tablón y dos cuerdas un columpio que me permite el vuelo controlado.

La alfombra mágica responde a la ficción de la voz de mi abuelo mientras yo muy niña giraba un antiguo molinillo de café. Hipnotizados mis ojos se agrandaban y mis pies sobrevolaban el mundo con las alas de su imaginación al calor de sus palabras.

– « Acudo a mi pasado para recomponerme sin cambiar nada aún». ¿Las palabras sangran?  

Sangran porque duelen, pero ese es el primer paso que dar en la primera baldosa aún renqueante. Primero la palabra que esclarece y que inicia la senda. De ahí la cita de Rosa Montero: «Del dolor de perder nacer la obra» o el impulso de escribir «como otros animales construyen guaridas», como dijo Italo Calvino.

– «Soy un fui que no es , un ser confuso. Fuiste un somos , ahora un no soy; quizás un fuimos pretérito o un condicional simple serían entre latidos lentos». ¿Somos un desaparecer constante?  

No, más bien somos un ser en obras, en construcción constante, un crecimiento sostenido que a veces exige reforzar los andamios, revisar los cimientos y claro, desaparecer un físico final, aunque perdurable en el recuerdo de los nuestros.

– «Fue entonces cuando me rebelé al descubrir que yo debía de ocupar el destino de otro mientras alguien estaría usurpando el mío». ¿Despertar supone reconocer y reconocerse? 

Si; este libro se convirtió en todo un cuaderno de bitácora tras una época de crisis, en una búsqueda a través de las palabras. Eso sí siempre con la ficción de la literatura para recrear tanto mi experiencia como las ajenas. Así suscribo a Barthes en que toda autobiografía es ficción y toda ficción, autobiográfica. Más aún si cabe cuando la voz de la primera persona toma protagonismo y pudiera llevar al ingenioso engaño de que todo lo escrito así ha sido.

La maternidad se enreda entre la soledad, la vulnerabilidad, el dolor de vivir o los roles impuestos. «Dos náufragos que a ciegas tanteábamos cómo mantenernos a flote, sin éxito inmediato de sujetarnos a una tabla hecha astillas que apenas sostenía mi torpeza contigo en nuestro aprendizaje». ¿Ser madres, en un mundo como en el que vivimos, es un acto revolucionario? 

La mujer trabajadora de hoy en día no lo tiene fácil, pues la conciliación no deja de ser un eufemismo cruel. Sin embargo, creo que los hijos compensan con creces las dificultades.

– Las dudas, los silencios, los miedos y las preguntas registran numerosas páginas. ¿Qué es un hogar, de qué y de quiénes se conforma…? En el fondo, como se recoge en uno de los últimos textos: «Sólo quise ser libre… Sólo quise ser yo». ¿Y hoy?

Un hogar es todo lo contrario a una casa fría, es donde el cariño surge con naturalidad y entre todos los miembros que lo conforman, alejado de una infantilizada casa de muñecas.

Ese texto pertenece a «Última voluntad», que cierra el apartado del hoy y nos habla de Nora como símbolo y de la armonía junto al otro. Dice: «Sólo quise ser yo, Nora, como tantas mujeres de hoy en día que tienen el arrojo de enfrentarse a algo que no funciona y tantas se deshacen como muñecas rotas entre dedos violentos». 

Y por lo que respeta al hoy, mejor que responde el propio texto: «Hoy quiero ya ser libre, (…) por fin, disolver los iconos en un mundo mejor donde (el matrimonio) no represente ninguna diferencia». Y, añada, donde Nora no lo tenga tan difícil.

– ¿Qué crees que aporta a tu narrativa el lenguaje visual de las acuarelas de Vílchez?

Antes de nada, aprovecho esta oportunidad para agradecer a Vílchez su colaboración pues sus ilustraciones aportan la magia de dotar de cuerpo al alma poética. De la acuarela y el carboncillo emergen los personajes que pueblan esta obra adquiriendo forma y color. Así, los rizos de Barba Azul se entrelazan con las llaves que abren las distintas puertas del libro. Además, las ilustraciones suponen un complemento artístico que embellece probablemente al libro. Si bien, pese a la ilusión de ver las acuarelas publicadas, los colores pierden matices de los que el original presume, como se pudo apreciar durante la presentación del libro el pasado viernes, en la Fundación Sierra Pambley.

Como nos recuerda Dorothy, en El maravilloso mago de Oz : «Si caminamos lo suficiente, alguna vez llegaremos a alguna parte». Y en ello estamos; convencidas, tras nuestra conversación con Mayela, de que la escritura es cosa de duendes. Érase una vez y otra… ¡Lean y disfruten, estimados amigos, de este Día tan especial!

Baldosas amarillas danzan en el desván del alma. Mayela Paramio Vidal . Endymion Poesía. Madrid. 2022. 146 páginas.