“Lo que somos está más allá de lo que hemos vivido”.

La tinta habla con Nohelia Alfonso Sáez, autora de la novela Amar a la bestia (Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa Camilo José Cela 2020), un thriller psicológico que atrapa al lector de principio a fin. Este libro es su tercer premio literario después de Alas de musgo (Premio Asturias Joven de Narrativa 2018) y El mercado de las almas (Premio Concurso de Novela corta Cersa Ateneo de la Universidad de León en 2007).

– ¿Cómo fue el proceso de creación de Amar a la bestia?

Muy largo, sinceramente. Tal vez me llevó diez años escribir la obra, porque esa labor fue intermitente mientras estaba convirtiéndome en docente, opositando… No fue una dedicación exclusiva y me llevó mucho tiempo. En algún momento incluso la historia me llegó a cansar. Lo dejé y escribí relatos cortos, pero la novela estaba ahí y ella misma “me pedía” continuarla. Al final la terminé, pero no la veía nunca lista, me cansaba también corregirla. Durante el confinamiento tuve tiempo para concentrarme en ello y decidí hacerle una última revisión. Yo no podía dejarla y ella no podía dejarme a mí.

– El título de la novela es una frase que pertenece a la protagonista de Rabia, de Jordi Sierra i Fabra, ¿es el germen de tu libro?

Sí, la idea poética del libro salió de esa frase que quedó revoloteando en mi cabeza porque resumía muy bien un sentimiento que yo había tenido y que encerraba mucho porque, además, tiene mucha filosofía y reflexión. Ello, junto con la idea de encontrarse a uno mismo y el tema de la identidad, confluyó para dar a luz la obra. La protagonista de Rabia dice: “Es lo que pasa por amar a la bestia: el amor puede ser puro, pero la bestia… es la bestia”: desde el inicio supe que ese iba a ser el título. Este, además, es el eje vertebrador de la novela, estructura los acontecimientos y los sufrimientos de los personajes.

– Has hablado de la identidad, pero en la obra también hay lugar para la memoria, las relaciones tóxicas, los vampiros emocionales, la manipulación, la venganza, la envidia, la maldad… ¿Hay espacio para el perdón?

Claro que lo hay. La historia tiene una doble cara: aunque te hagan daño, perdonas porque, de lo contrario, no podrías seguir. No olvidas, pero todo tiene mucho que ver con los recuerdos, la memoria, el perdón, el olvido… Así se entreteje la historia.

– ¿La forma en la que amamos nos identifica?

Acerca de eso es sobre lo que intento reflexionar. La forma en la que te han enseñado a amar, en gran parte, construye tu personalidad y las relaciones que vas a establecer en el futuro, lo que tú consideras que es el amor, hasta dónde se puede aguantar, qué se puede perdonar… Cada uno tenemos nuestro límite, pero si has aprendido desde joven que no hay límites, que por amor se puede hacer y aguantar todo, al final, en tu futuro establecerás ese tipo de relaciones tóxicas. Lleva mucho tiempo darse cuenta de que estás equivocado. Es un proceso muy largo y complicado, pero necesario.

Amar a la bestia es una novela coral donde das voz a tres generaciones de mujeres de una cuenca minera cuyo eje común es el olvido como mecanismo de defensa: Mica, la protagonista; su madre, Malena; y la abuela Marcela. Cada una de ellas tiene su particular bestia…

Los nombres de estos personajes femeninos son un homenaje a Isabel Allende y a sus sagas de mujeres. Cada una de ellas tiene su propia bestia, aunque alguna de ellas no sea consciente de ello, o compartan la misma bestia o, incluso, sean bestias sin saberlo.

– Son muy importantes las voces de las mujeres que forman parte de la vida de Mica que han tenido que luchar mucho contra la época que les ha tocado vivir. En alguna ocasión te hemos escuchado decir que tal vez se deba a los modelos que has tenido de niña. ¿Reconoces en ellas a tu madre o a tus abuelas?

Por supuesto. Para mí, mi madre y mis abuelas son modelos fundamentales de mujer, con otras ideas y en otra época, pero siempre muy luchadoras a pesar de las ataduras de la sociedad. Son modelos de aprendizaje también de sus errores. Dedico la novela a mi madre y a mi abuela paterna: en su día tuvieron que lidiar con sus bestias particulares y también me ayudaron a lidiar con las mías propias.

– ¿Son distintas las bestias de dos o tres generaciones?

En esencia creo que no. La bestia es al final quien te pone impedimentos para desarrollarte como tú eres; son bestias distintas, pero a todas les une el no dejarte avanzar, la manipulación, el engaño que pueden ejercer sobre ti para dominarte y someterte.

– ¿Los tatuajes en la piel son una manifestación de cómo nos podemos sentir en un determinado momento?

Sí, y también son un recuerdo de lo que dolió y que no se debe olvidar, a pesar de que la mente nos quiera hacer esa jugarreta para no volvernos locos. Los tatuajes que aparecen en la novela, los de Malena o Mica, son recuerdos de traiciones, por ejemplo, como cicatrices que cambian y se modifican después de que esos dolores se hayan recolocado con el paso del tiempo como medio necesario para evolucionar.

– La protagonista de la novela, Mica, sufre amnesia tras sufrir un accidente. Nos va a llevar de la mano a través de diferentes recuerdos por esos escabrosos recuerdos de la mente, recomponiendo su historia. ¿Qué papel juega la familia en nuestras historias?

Un papel constructor de nuestra vida, aunque la protagonista se pregunte en cierto momento que si ha olvidado quién es, ¿ya no es la misma persona que fue? Intento reflexionar más allá del hecho de que los recuerdos y las vivencias nos hacen ser quienes somos. Tengo que creer que verdaderamente es así porque si no solamente seríamos manifestaciones de los derroteros por los que nos ha ido llevando la vida. Tiene que haber algo más básico o puro que nos hace ser como somos: la esencia de cada persona es fundamental. En la novela se deja esos interrogantes para que sea el lector quien los resuelva a través de su diferente visión.

– ¿Somos lo que recordamos?

En cierta manera sí, pero ¿y si nos ocurriera como a Mica y lo olvidáramos todo? Mica es una protagonista perdida desde el inicio con multitud de problemas psicológicos. Está esperando a ver si recuerda para empezar a vivir. Los primeros momentos, hasta que se recupera físicamente, y se decide a retomar su vida, quiere hacer recuerdos nuevos. Lo anterior no le recuerda nada y ahí es donde quiero hacer ver que lo que somos está más allá de lo que hemos vivido en realidad.

– En ese viaje para recuperar recuerdos, Mica se encuentra con el conejo blanco, como si fuera una Alicia, con secretos guardados, con la cuenca minera de fondo y con todo ese elenco de bestias en un León próximo…

La Alicia de Lewis Carroll llegó a mis manos de adulta cuando ya estaba escribiendo Amar a la bestia. Fue un descubrimiento increíble. Me causó un gran impacto. Me pareció que tenía que reflejar esa lectura de alguna manera y me resultó sencillo establecer lazos porque Mica estaba también en “un país de las maravillas”, deseando regresar al mundo de arriba y recuperar su esencia, lo que fue. Vive en un mundo de locos, donde nada es lo que parece, en el que hay mentiras y engaños. Respecto al conejo blanco, hace no mucho tiempo, recordé que de pequeña leí un cuento de Horacio Elena, un ilustrador afincado en Sitges, que escribió para su hijo tras haber sufrido un accidente doméstico. Hoy día tengo la suerte de ser amiga de Horacio Elena y de que me haya regalado la ilustración original de su cuento, Mar Mati el conejo. En Amar a la bestia, el conejo representa la intuición, el seguir la locura, aunque todo sea muy disparatado. El conejo de la portada representa el viaje a los infiernos de la protagonista.

– ¿Cómo está presente la importancia de las historias contadas a través de la tradición oral en el libro?

Por medio de personajes que le cuentan a Mica su propia vida. El relato de los otros influye decisivamente en ella.

– En el libro descubrimos que alguien recoge, en el río Bernesga, un mensaje guardado en una botella, ¿qué significado tiene?

En una ocasión escuché a la escritora Blanca Andreu decir que ser escritor es como ser náufrago y lanzar una botella al mar con un mensaje y que, a veces, te responden y otras, no. Es, en cierta manera, metáfora de ello: no saber quién va a leer mi libro, cómo lo va a recibir…

– Si hablamos de escritura, hemos leído que en alguna ocasión has dicho: “Si escribo es porque muchas veces tuve que callar”. ¿Encontraste tu voz en la literatura?

Sí. Soy una persona muy tímida y reservada, muy prudente en lo que digo. Como me ha tocado callar, no solo en el ámbito personal, sino también en otros aspectos, donde no he podido alzar la voz hablando, sí lo he hecho escribiendo.

– ¿Qué papeles juegan los hombres que rodean a la protagonista en el libro?

Todos son la representación del hombre que se cree con privilegios sobre las mujeres, a pesar de ser de diferentes generaciones. Quería denunciar un prototipo de hombre que defiende ese mal comportamiento hacia las mujeres: “ese querer a la manera de” que sufre Mica. Tampoco fue de forma pretendida, pero sí quise reflejar que la educación nos hace ser como somos, los valores que te inculcan también te definen.

– ¿Qué nos dices sobre las mujeres que forman parte de la vida de Mica: su hermana, su madre, su abuela, por ejemplo?

Mica acaba desentendiéndose de ellas, y lo que he intentado es que el lector viva la historia como ella misma la vive: se desconecte, se confunda, no vea la realidad…

– La desaparición de la minería nos toca en esta provincia muy de cerca, y con ella todo el patrimonio cultural, pero también recuerda la idea poética del libro que antes mencionaste…

Sin duda. Quería hacer un homenaje a los pueblos que vivieron esa pérdida de la minería en la cuenca de Gordón y del Torío. ¿Esos pueblos han perdido su esencia, se han deconstruido por el olvido? Las generaciones actuales no han llegado a vivir los beneficios de vivir en una cuenca minera. Yo quería que la protagonista de Amar a la bestia estuviera afincada en un entorno minero y estableciera también esa conexión entre lo que ha olvidado de su infancia y lo que ya no existe y, por lo tanto, no puede vivir.

– ¿Cuánto de León hay en el carácter de Mica, en cómo construye sus relaciones, en su tenacidad, en su capacidad de lucha?

Hay mucho en su carácter, aunque tampoco fue pretendido. Al final construí un personaje con unos rasgos muy de la tierra que intento reflejar también en el lenguaje de los abuelos. León está en todo lo que escribo: la tierrina, la tradición oral… en una persona como yo que vive lejos, “tira” mucho. La ciudad tiene identidad de personaje.

– La música tiene también un papel muy importante en la obra: las letras de canciones de rock, sobre todo…

Cuando llegué a la Universidad, descubrí que la ciudad de León se convirtió en mi libertad. Las vivencias más intensas de mi vida fueron en León y también con respecto a la música: el rock, sin duda, como género reivindicativo de causas. Este tipo de música me construye a mí y también lo hizo con mi protagonista. La literatura es mi gran pasión, pero la música también: escucho música constantemente, escribo letras de canciones… No podía dejar de reflejarlo en la novela. Desde joven mis vías de escape fueron escribir, cantar y dibujar.

– ¿Te planteas una segunda parte o una continuación de la novela?

Ahora mismo no, a pesar de que hay personas que me aconsejan contar la historia desde la perspectiva de otros personajes que rodean a Mica. Me apetece escribir otras cosas. Alargar esta historia no sería escribir lo que yo quiero decir y ahora quiero decir otras cosas a través de otras historias.

– ¿Cómo viviste el ser la ganadora más joven en recibir Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa 2020 Camilo José Cela por esta obra?

Iba camino del instituto. Me llamaron por teléfono y la emoción fue muy grande. Entré en clase con lágrimas. Los tres premios me han emocionado mucho. Todavía lo leo sobre la portada del libro para creérmelo. Después de todo lo que me tocó vivir durante la pandemia, confinada sola en un piso de Gijón, el premio fue doble: supuso salir de todo ello y seguir hacia adelante.

– ¿Hablamos de nuevos proyectos…?

Siempre los hay, aunque soy muy indisciplinada. Escribo y luego lo que resulte ya veré a ver qué hago con ello. Me gustaría reeditar mi primera novela, El mercado de las almas, que está descatalogada. Tengo relatos cortos que pueden convertirse en novelas, pero me dejo llevar por los derroteros que vayan tomando las historias.

Agradecemos a Nohelia Alfonso este encuentro entre compañeras de profesión, en nuestro recorrido y conversación por espacios muy reconocibles de León, desde el Parque del Cid hasta el Hotel Real Colegiata de San Isidoro en una ya difuminada tarde de verano. Recomendamos a nuestros lectores el libro Amar a la bestia, que la autora presenta, en exclusiva para La tinta, en el siguiente vídeo.

Amar a la bestia. Nohelia Alfonso. Versátil Ediciones. Barcelona. 2021. 264 páginas.