«Mis arranques de año son lentos, un poco contemplativos. Brujeleo por aquí, por allá. Dudo, luego leo. De todo un poco, como si necesitara realimentarme. O inspirarme, no sé. Después ya me centro y me pongo con los propósitos marcados. Últimamente, me tienta redactar un pequeño manifiesto personal (y privado). Algo así como un qué soy, en qué creo profundamente, qué me mueve, qué quiero hacer y cómo quiero vivir aquello en lo que creo. Casi nada». 

Conocimos a María Montesinos un domingo cálido de otoño, en uno de esos «meses de frontera», «que nos vuelven del revés y del derecho», como ella misma reconoce, hasta que el comienzo de un nuevo año nos brinda otra oportunidad de ser, de estar. En aquel encuentro de lecturas, recuerdos y confidencias, descubrimos a una mujer cercana, inquieta, de mirada profunda y en constante búsqueda. La realidad o la excusa de la ficción nos permitieron, tiempo después, disfrutar juntas de esos momentos inesperados que, de vez en cuando, la vida o la Literatura nos regalan.

María Montesinos, pseudónimo literario que adopta en homenaje a su abuela, «culpable de mi iniciación en el género romántico, aunque en los últimos años me mirara sin verme o me escuchara sin entender», es Licenciada en Ciencias de la Información. En el año 2015 dejó su trabajo en el mundo de la Comunicación para dedicarse a la Literatura, cuyos comienzos estuvieron marcados por la autopublicación de La estúpida idea de dejarte marchar (Amazon, 2015) y El mapa de mi piel (Amazon, 2016). Posteriormente, con Ediciones B, ha llevado a cabo una hermosa trilogía dedicada a la figura de la mujer en el siglo XIX:  Un destino propio (2020), Una pasión escrita (2021) y Una decisión inevitable (2022), conforman un viaje, a través del siglo XIX, a las dificultades que tuvieron las mujeres de la época para acceder al mundo de la cultura. Un reconocimiento a tantas mujeres olvidadas, maestras, periodistas…

¿Cómo fueron esos primeros inicios literarios?

Soy muy lectora, desde que era pequeña,  y siempre quise escribir. De hecho, escribí una novelita ilustrada con diez años y con quince me presenté a un concurso literario en mi pueblo, que, por supuesto, no llegó a ningún lado. Estudié Periodismo porque me parecía que era la carrera que más se acercaba a la escritura. Tenía esa inquietud y ese sueño; sabía que en algún momento de mi vida escribiría, pero no sabía cuándo. Luego, las circunstancias me llevaron por otros derroteros profesionales, hasta que llegó el momento de replantear mi trabajo. Necesitaba un cambio, así que decidí tomarme un descanso y pensar. Y en ese pensamiento, que no era para nada dedicarme a escribir, me puse a escribir, sin ninguna expectativa, ni ningún plan preconcebido, simplemente, para desintoxicarme del trabajo, de esos últimos años, que habían sido un poco oscuros. Me dejé llevar y, tras finalizar mi primera novela, La estúpida idea de dejarte marchar, que, personalmente, me gusta mucho porque es muy fresca, muy ágil, la publiqué en Amazon. En aquel momento, la portada la realizó mi marido, que es diseñador, la maquetamos y, para mi sorpresa, funcionó fenomenal. Y, a partir de ahí, seguí con El mapa de mi piel, que concluí poco antes del Concurso de Amazon. Quizás, esta obra tenía que haberla enviado a una editorial. No lo hice por pereza, por miedo… Como mi experiencia con Amazon había sido tan buena, probé, de nuevo, con ellos, pero, sin duda, es un libro diferente, distinto. Desde entonces, he tenido la inmensa suerte de que mis novelas hayan estado respaldadas y eso es algo increíble en estos tiempos. 

– Llegamos así a Un destino propio, cuyo título deriva de ese famoso discurso que una de tus referentes, Emilia Pardo Bazán, pronuncia en el año 1892.

Sí. Efectivamente. Forma parte de un fragmento del discurso Congreso Pedagógico Internacional pronunciado por doña Emilia, en 1892; una declaración de intenciones tan moderna y tan representativa de lo que yo quería en mi novela, que lo incluí como dedicatoria. En ese parlamento, Pardo Bazán decía aspirar a que los señores allí presentes reconocieran que «las mujeres tienen destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependiente de la entidad moral de la familia que podrá construir o no construir; que su felicidad y su dignidad personal tiene que ser el fin esencial de su cultura y que, por lo tanto, tiene el mismo derecho a la educación que el hombre».

– La inspiración de esta novela la encuentras en «El Capricho», en Comillas, y en tu descubrimiento, un tanto casual, de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, en Madrid. ¿Cómo combinas la documentación de estos dos espacios?

La historia surge en Cantabria, en Comillas, en concreto, en «El Capricho», de Gaudí. Me sorprendió que una construcción tan particular hubiera sido construida entre 1883-1885, en una sociedad tan conservadora. Tras un viaje familiar, me suscitó mucha curiosidad conocer quién había sido su primer propietario o qué historia había detrás de Máximo Díaz de Quijano. Así que empecé a investigar, y me encontré con una época tan apasionante como contradictoria, y con unos hechos muy novelables. A esto se suma mi visita al Museo del Traje, al Museo del Romanticismo y mi conocimiento fortuito de La Asociación para la Enseñanza de la Mujer, en Madrid, una iniciativa reformista, que surgió en 1870, de la mano de Fernando De Castro, con el objetivo de «contribuir al fomento de la educación e instrucción de la mujer y al mejoramiento de su condición individual y social en todas las esferas de la vida». En ese momento, empecé a tener muy claro el perfil y la lucha de Micaela, mi protagonista.

– ¿Cómo era el siglo XIX para el universo femenino, desde un punto de vista literario?

Muy hostil, muy frustrante. Yo me imagino a estas mujeres que tenían inquietud artística, literaria… Un destino propio, precisamente, nos habla de aquellas primeras mujeres valientes que se atrevieron a alzar la voz contra una sociedad que se negaba a escucharlas.

– Una sociedad que las quería calladas y analfabetas. Recordemos que la tasa de analfabetismo femenino en 1877 era del 81%, mientras que las de los hombres era 62%.

Además, la falta de educación, en el caso de las mujeres, era aún más sangrante porque esta consistía únicamente en aprender las labores del hogar y los números para llevar las cuentas de la casa. Sin embargo, también en estos años muchas mujeres iniciaron una batalla por sus derechos, que llega hasta nuestros días. Micaela es un personaje muy propio de la época, cuyas inquietudes nacen de la mezcla de la maestra valenciana María Carbonell, de la periodista, Matilde Cherner, colaboradora de la revista «La Ilustración de la Mujer» y de tantas mujeres, que quisieron construirse su propio destino.

– Leer estas páginas es viajar contigo al siglo XIX.

He descubierto una época apasionante, que, sin duda, ha marcado la Historia de nuestro siglo XX y nos ha permitido entender lo que somos. En muchos aspectos, hemos avanzado, pero la carencia educativa, que hemos sufrido las mujeres, y a la que antes aludíamos, ha influido en nuestro papel actual y en nuestra autoestima colectiva.

– En la segunda entrega, Una pasión escrita, recuperas, de nuevo, ese contexto de finales del XIX, con dos temas que te fascinan: las mujeres literatas y la prensa. ¿Qué papel juega cada uno de ellos en la novela?

Sí; esta es la ambientación que se encuentra la joven Victoria Velarde, protagonista de la novela, cuando llega a Madrid, procedente de la cosmopolita Viena, y se enfrenta a una ciudad sombría y provinciana. Victoria es un homenaje a todas esas mujeres literatas, que reclamaron su igualdad intelectual y lucharon por superar su histórica discriminación, como la escritora y pensadora Rosario Acuña, la primera mujer que consiguió acceder al Ateneo de Madrid, o Concepción Arenal, pionera del feminismo, en una época en la que las mujeres tuvieron un papel totalmente secundario en la vida social y política del país. Por otro lado, el periodismo profesional es también protagonista de la novela, a través de Diego Lebrija, inspirado en la figura del periodista Miguel Moya, y a quien también le he otorgado mi visión de la profesión, que entablará una relación amorosa con Victoria. A diferencia de Héctor, que es el galán de la novela anterior, Diego representa el idealismo, la ingenuidad, el carisma…

– ¿Madrid es protagonista también de esta historia?

Totalmente. En ese momento de la Restauración, Madrid era una ciudad en constante ebullición, en la que todo ocurría y transcurría: la vida política, la vida empresarial, la vida social… Yo, que he paseado mucho por Madrid, quería que la ciudad también formara parte de este universo.

– Y, ¿hacia dónde nos embarcamos con esta nueva novela, Una decisión inevitable, que cierra la trilogía y se publica hoy?

Nos vamos a Andalucía, a Huelva. Victoria es ahora una joven viuda, dispuesta a volver a empezar, con un pasado imposible de olvidar. El acercamiento de su cuñado y la llegada de Diego a Riotinto, para informar al periódico sobre la incipiente revuelta de los mineros, harán que la protagonista se debata entre dos amores y dos formas de ver un mundo lleno de injusticias.

«Me inspira la belleza en general, en la naturaleza, en el arte, en la música, en las ideas, en los objetos. Estoy intentando recordar dónde o a quién se lo he leído hace poco, pero decía algo así como que la condición humana necesita de la belleza –crearla, recrearla, contemplarla– para vivir y saber que siempre podremos ser más grandes».

Con el recuerdo aún presente de aquella conversación, invitamos a nuestros lectores a mirar la vida, como María Montesinos, con decisión y pasión.

Una decisión inevitable. María Montesinos. Ediciones B. Barcelona. Fecha prevista de publicación: 27/01/2022. 544 páginas.

– www.mariamontesinosescritora.com.