«Y somos a través de las palabras. Somos lo que pensamos, lo que decimos y lo que de nosotros dicen y piensan los demás. Somos palabras…».

Margarita Álvarez Rodríguez, docente de Lengua y Literatura, maestra de corazón, filóloga, narradora y poeta, es autora de los cuentos infantiles Buscando la sonrisa de las nubes (2014) y Abriendo ventanas al cielo (2019), publicados en su blog De la palabra al pensamiento. Nació en Paladín, un pequeño pueblo leonés en el límite meridional de la comarca de Omaña, donde el valle comienza a abrirse hacia la confluencia del río Omaña con el río Luna y la zona del Órbigo. Posee el título de «Omañesa del año 2013», galardón otorgado por el Instituto de Estudios Omañeses. En su libro El habla tradicional de la Omaña Baja (León), publicado en 2010, afirma que «para cada hablante, sea letrado o iletrado, su forma de hablar es la más importante», dando «cuenta de que la lengua o variedad dialectal que aprendimos en nuestra infancia permanece con nosotros a lo largo de toda la vida». Con palabras y razones, «esa manera de hablar nos enseñó a pensar y a comprender el mundo», pues si Rilke decía que «nuestra verdadera patria es nuestra infancia», para Margarita Álvarez, «el mayor tesoro que adquirimos en ella fue nuestra lengua». En efecto, «nuestro lenguaje es en parte lo que somos […]. Con él, en definitiva, pensamos y creamos nuestra propia identidad y la de nuestro entorno».

No nos resulta extraño que, cada vez que intentamos poner en orden lo que pensamos, nos salen al paso palabras y más palabras. «Palabras emotivas, sentidas, amables, educadas…, palabras de buena crianza de personas que tienen una sola palabra». De esta forma, Margarita Álvarez ha realizado los pespuntes del hilo narrativo reflejado en Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio (2021), libro en el que ha logrado crear un relato ameno y didáctico sobre los orígenes o significados históricos o legendarios de las palabras usadas con intención eufemística o disfemística, «para satisfacer la curiosidad del lector», agrupándolas en diversos campos semánticos «relacionados con la lengua, con los libros y la literatura, con la aritmética, la geometría y la música, con las partes del cuerpo humano, con los sentidos y con lo escatológico, con la alimentación, con la cocina, la bebida, con el comportamiento», según indica en el prólogo del libro el Catedrático de Etnología de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Junquera.

La tinta entre tus dedos asistió a la presentación del libro en León, un miércoles de diciembre, «día de Mercurio (dios del comercio)», homenajeando los usos eufemísticos y disfemísticos recogidos en Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio, un libro de cabecera, que debería «acompañar nuestros sueños, pero que debemos leer despiertos si queremos que la lectura nos resulte de provecho».

– Margarita, cuéntanos cómo surgió este libro.

Este libro surgió del deseo de recopilar unos cuantos artículos sueltos que, en los últimos años, había ido publicando en mi blog De la palabra al pensamiento (www.larecolusademar.com). Aunque, en realidad, el germen de todo ello surgió por el interés en recopilar y mostrar expresiones de la lengua coloquial, que los adolescentes de hoy desconocen y, también, algunas expresiones coloquiales que ellos mismos utilizan. Guiándome por el consejo de personas en cuyo criterio confío, que valoraban muy positivamente lo que escribía, me animé a publicar este libro, si bien aquellos artículos publicados en el blog, corregidos y ampliados, son solo una parte de los apartados del libro, pues otros muchos nacieron ya pensados para ser publicados en papel.

– ¿Qué es el «cimiento ecolingüístico» y por qué es tan importante la «sociología del multilingüismo» para entender la evolución de nuestras palabras?

Desde hace algún tiempo, ha cobrado importancia la visión «ecolingüística» en el estudio sociológico de los idiomas. La pervivencia de las lenguas, en sociedades en las que existe el fenómeno del multilingüismo o la existencia de varias lenguas, depende de un equilibrio entre ellas, similar al que existe en la naturaleza.  Si miramos, por ejemplo, a la lengua leonesa nos sorprende la gran cantidad de palabras que hay referidas a la nieve, que son desconocidas en otros territorios.

Por otro lado, la destrucción de la forma de vida de pequeñas comunidades lingüísticas lleva también a la desaparición de los idiomas, por imposición de una lengua sobre otras. Todas las lenguas tienen la misma dignidad y consiguen el mismo cometido: la comunicación. El multilingüismo es una riqueza que se debería preservar, al igual que debería salvaguardarse la consecución de que las lenguas convivan en equilibrio, lo mismo que los organismos de la naturaleza. Es necesario que las instituciones protejan y fomenten el multilingüismo. El hecho de que existan lenguas en contacto hace que unas influyan en otras, en cuanto a su evolución, pues no solo intercambian léxico, sino también diferentes tipos de construcciones sintácticas.

– Sabemos que en el ámbito escolar la «Lengua y las Matemáticas son materias curriculares esenciales». También lo es la Literatura «que es el arte de la palabra» y que comparte asignatura con la Lengua. «Pero que no presuman los matemáticos de que su ciencia sea más importante o más compleja que el mundo de las letras. Aburridos de escribir una serie de números, la rematan con la n, que vale por cualquier número». En un tono irónico, para comentar esta afirmación, ¿«echamos balones fuera», evitando que los compañeros matemáticos se queden «fuera de juego»?

Las disciplinas de Lengua y Matemáticas son esenciales en el currículo académico. Y todos sabemos que la sociedad actual está marcada por la importancia de los denominados macrodatos, datos masivos o inteligencia de datos, los conocidos como «Big data». Es evidente que, cuando yo escribía eso, estaba simplemente haciéndolo como una broma. De hecho, los apartados sobre la Lengua y las Matemáticas los escribí como un guiño simpático a mis compañeros profesores de esas asignaturas. Pero sí es verdad que las Matemáticas usan símbolos tomados de la lengua (letras) y que estudiar los esquemas sintácticos de un idioma requiere un nivel de abstracción y razonamiento que no está lejos del que requiere el estudio de las Matemáticas. Yo misma me sorprendí al comprobar la cantidad de expresiones del idioma que tienen que ver con la Lengua, con la Literatura y con las Matemáticas. En esos campos recogí todo tipo de expresiones, no solo las disfemística, y, seguramente, «me he dejado algunas en el tintero».

 Unamuno manifestó que «en nuestra tierra de envidia proverbial bien podría existir un precepto que rezase: “Odia a tu prójimo como a ti mismo». Como reflejas en el libro, «ira, soberbia, envidia, pereza, gula, lujuria y avaricia es la enumeración de los siete pecados capitales». ¿Cuál de ellos ha aportado más disfemismos a nuestra lengua?

Si abarcáramos todo el ámbito de las frases hechas y los refranes, es probable que la envidia. Hasta algunos esquemas sintácticos del español es posible que tengan que ver con ella. Nos encanta poner «peros» a las cosas.  En el libro hablo de la envidia, de la soberbia y también del enfado, que tiene que ver con la ira, en el bloque sobre el carácter y el comportamiento. En otros apartados, hago mención a dichos que tienen que ver con la gula y con la lujuria. Si nos ceñimos solo a los dichos o frases hechas, excluyendo refranes, es posible que los pecados que «se lleven la palma» sean la ira y la soberbia. Los sinónimos de esta última son muy abundantes en español y las formas de infravalorar a los demás son también una forma de mostrar el deseo de superioridad.

– Existen distintas formas de nombrar la estupidez y en Palabras hilvanadas recoges un glosario de más de doscientos cincuenta términos o maneras de nombrar «Tontos de la A a la Z». ¿Son necesarias tantas palabras para designar al «falto de inteligencia»?

La riqueza de términos para la falta de inteligencia creo que nos habla de la enorme capacidad creativa del español, no solo en vocablos, sino también en frases hechas, como, por ejemplo, decir de alguien que «le falta un hervor» o «le faltan dos veranos». Si bien es verdad que algunos de esos cientos de términos son sinónimos casi perfectos −como «tonto» y «bobo»−, en otros vocablos se presenta una gran riqueza de matices. No es lo mismo, por ejemplo, «panoli» −«simple»− que «tarugo» −«de poco entendimiento». Esta «abundancia de necios» en el idioma puede ser, indirectamente, una forma de mostrar el engreimiento de sentirnos superiores y minusvalorar al que consideramos menos listo que nosotros o diferente. O, tal vez, sea una realidad y el número de necios llegue «hasta el infinito y más allá»…

– En las Palabras finales de tu libro reconoces que has dedicado tu vida a las palabras: «a recibirlas, a buscarlas, a aprenderlas, a contemplarlas, a usarlas, a reflexionar sobre ellas, a sacarles lustre, a guardarlas como un tesoro… A quererlas». Del amor pasamos al odio cuando «palabras diversas […] intentan convivir amistosamente, aunque la convivencia no siempre sea fácil. Se producen roces, por ejemplo, entre la humildad y la soberbia, la felicidad y la desgracia, la paz y la guerra, la solidaridad y el egoísmo, […], la muerte y la vida». ¿Cómo podemos conciliar tantos antónimos que engloban sentimientos y sensaciones, virtudes y defectos, tan universales?

No todas las palabras del español tienen un antónimo correspondiente, pero sí lo tienen muchos sustantivos y adjetivos que hablan de sentimientos. La propia condición humana, que es universal, hace que necesitemos esos antónimos para expresar experiencias o sentimientos encontrados como la pena y la alegría, la soledad y la compañía, el triunfo y el fracaso… Tenemos antónimos en vocablos simples y también en las frases hechas. Podemos estar contentos «como unas pascuas» o tristes y «con la moral por los suelos», «más solos que la una» o acompañados «por ciento y la madre», «tener vista de águila» o «no ver tres en un burro», «estar como una rosa» o «ser como la flor de la maravilla»… Y podríamos seguir y seguir…

 Sobre todas las palabras destacas una que para ti es «favorita, definitiva», una que sale muchas veces de tu baúl, «sola o acompañada, una palabra que es un auténtico tesoro» y que procuras que «sea siempre fiel compañera de las demás: gracias». ¿Por qué la consideras «una palabra multicolor, una palabra de vida»?

Dar las gracias es establecer un puente de comunicación que va directo a los sentimientos, que da importancia al que está enfrente. En la expresión «dar las gracias», la esencia está en darse. Si no damos las gracias, pronunciando esa palabra, es como si la palabra no existiera. He querido finalizar el libro no solo hablando de dichos referidos a la palabra «gracia», sino dando las gracias −«gratias agere»− y  hablando de la gratitud, que implica apreciar lo que han hecho por nosotros. Y lo cierro con un texto del Quijote en el que Cervantes habla acerca del mayor pecado del ser humano que es la ingratitud.

Si «el hombre es un animal que habla», como manifestó Aristóteles, ¿cómo puede convertirse «el sonido del silencio», o la ausencia de palabras, en «una agradable sensación» para quien nació con la capacidad de hablar, de comunicarse por medio de palabras? ¿Qué son para ti los «silencios sonoros, creativos, comprensivos»?

Es evidente que la finalidad de un idioma es la comunicación, pero también el idioma lo usamos para pensar. Por ello, cuanto más amplio sea nuestro dominio del idioma, más ricos serán los matices de nuestro pensamiento. Cuando pensamos, estamos hablando con nosotros mismos. Cuando hablo de «silencios sonoros», no hablo de los silencios de la soledad impuesta, sino de los silencios creativos, de los silencios reflexivos que necesitamos, por ejemplo, para leer o escribir. En silencio se han diseñado las grandes manifestaciones artísticas de la humanidad y se han realizado los importantes descubrimientos; en silencio escuchamos las penas ajenas… Ese silencio, por tanto, también nos conduce a la comunicación.

– En El habla tradicional de la Omaña Baja (León) afirmas que el libro es «un intento de dejar constancia de cómo está la situación lingüística en la zona en la primera década del siglo XXI y un deseo de que sirva de fuente en que las nuevas generaciones puedan entender mejor el presente, desde el conocimiento del pasado». Además, también consideras que el habla tradicional reflejada en el libro «corre el riesgo de perderse para siempre por la influencia de los medios de comunicación que uniforman los usos lingüísticos y, sobre todo, por la gran despoblación que sufre esta comarca». Inevitablemente, «el habla tradicional, cuajada de pinceladas leonesas, se irá empobreciendo y perderá parte de la expresividad que ahora la caracteriza». ¿Cómo sigue siendo el «paisaje lingüístico» y el «paisanaje» de los omañeses?

 Está claro que el idioma leonés ha sufrido durante siglos una fuerte diglosia con respecto al castellano, que era la lengua «de prestigio social», frente al que muchos hablantes del leonés rural llamaban «chapurriao». En la segunda mitad del siglo XX, la despoblación, la imposición general del castellano, la falta de interés de las instituciones, la mecanización del campo o los medios de comunicación de masas, entre otras muchas cuestiones, han provocado que esa forma de hablar tradicional haya ido despareciendo, poco a poco, pero de forma imparable. Es probable que, en unas décadas, los rasgos del leonés, en muchos pueblos, queden reducidos a la toponimia, mientras que en el lenguaje urbano sean residuales. A pesar del loable trabajo de diversas asociaciones que luchan por conservar la lengua leonesa – o llionés-, las causas que antes he señalado hacen muy difícil revertir la situación actual.

– ¿Has pensado en cómo será el futuro del castellano: de sus palabras y de sus hablantes?

El castellano es una lengua de una gran pujanza, no tanto por ser la lengua de España, sino también por ser la lengua de América. Y este hecho determinará, en parte, su evolución. Es la segunda lengua materna del mundo, que corresponde al 7,5% de la población mundial. Pero, al final, el castellano o el español será lo que los hablantes queramos que sea. No podemos ignorar que vive el acoso externo del inglés y que los anglicismos son muchas veces innecesarios, aunque el hablante los use como una forma de «modernidad».  El castellano también está amenazado por los propios hablantes que, desde dentro del idioma, estamos inventando términos, con frecuencia archisilábicos (sobre todo en el lenguaje periodístico), que huyen de la claridad y la concisión deseables en todo idioma, o eufemismos que lo disfrazan y lo convierten en algo irreconocible. El español es una lengua muy creativa y dinámica que seguirá incorporando neologismos a la lengua coloquial, tanto en vocablos −como el término «palabro»− como en frases hechas,  especialmente en el argot juvenil. Así, los aromas deliciosos ahora «huelen que te cagas», por citar solo un ejemplo del lenguaje escatológico.

– ¿Cómo has sentido la matria leonesa desde Madrid y cómo has querido reivindicarla?

A pesar de llevar en Madrid la mayor parte de mi vida y de dar clase de Lengua −primero española, luego castellana, por formalismos legales−, lo leonés siempre ha estado presente en mi vida y en mis afectos. Sin pretenderlo llegan a mi mente, con frecuencia, palabras leonesas: «prestar» −como sinónimo de «gustar»−, «aguantar» −para «darse prisa»−, «forroñoso» −para calificar a algo que está oxidado−, etc., al igual que formas gramaticales del leonés. Incluso, en algunos casos, dudo de si la palabra es castellana o leonesa: «Como dicen en mi pueblo», es una frase que muchas veces repetí a los alumnos en mi vida profesional. Por otro lado, siempre he estado cerca de la tierrina, afectiva y culturalmente. He escrito muchos artículos sobre el paisanaje omañés y, por extensión, de la montaña leonesa, en los que he reivindicado las expresiones leonesas y también otro tipo de textos que manifiestan mi apego al paisaje.

– «Suma y sigue». ¿Ya tienes en mente las palabras de tu próximo libro?

Aunque tengo varios artículos más escritos, sobre el lenguaje coloquial del español y sobre dudas lingüísticas que, por extensión o temática, se han quedado fuera de estas Palabras hilvanadas, creo que las siguientes palabras destinadas a la publicación en papel serán palabras que lleven colorido leonés. Quiero recoger todos los artículos que he escrito relacionados con la cultura leonesa y también un trabajo que realicé hace años sobre los disfemismos en la comarca de Omaña. Y, finalmente, también me gustaría recoger otros textos: poesía, minirrelatos… Ya veremos si ese deseo se convierte en realidad.

Agradecemos a Margarita Álvarez Rodríguez su tiempo y sus estudios sobre las palabras que nos acompañan, que nos vigilan, que nos obligan a cuestionarnos y que nos llenan de alegría o de desasosiego, según los momentos, e invitamos a nuestros lectores a sumergirse en sus Palabras hilvanadas: «Aquí encontrarás, pues, amigo lector, la riqueza, la creatividad y la expresividad de muchas frases hechas que nos sirven para comunicar de forma plástica nuestros pensamientos y sentimientos, a través del humor, la ironía, la agudeza… Son expresiones que vuelven a ti desde las páginas de este libro, porque son tuyas, porque son nuestras: porque forman parte del idioma común que compartimos».

El habla tradicional de la Omaña Baja (León). 2010. Margarita Álvarez Rodríguez. León. Lobo Sapiens. 304 páginas.

Palabras hilvanadas. El lenguaje del menosprecio. 2021. Margarita Álvarez Rodríguez. León. Lobo Sapiens. 476 páginas.

– Blog De la palabra al pensamiento (www.larecolusademar.com).