«Me encantan las historias de perdedores. Al menos, en mi caso, creo que es en ese tipo de historias en las que más conecto con los personajes».

            Raúl León Moresco, natural de El Puerto de Santa María y residente en Sevilla, debuta en el panorama literario con la novela La joya de Laura , editado por Letrame Grupo Editorial. De niño, Raúl decidió que quería escribir historias y con doce años consiguió que sus padres le compraran una Olivetti Lettera 42 que, aunque nunca usó, característica para recordarle su sueño.

            Por esas casualidades a las que, en ocasiones, nos conduce la Literatura, el primer libro publicado del portuense Raúl León Moresco llegó a La tinta entre tus dedos y, tras su lectura, surgió la siguiente entrevista al autor.

            – Raúl, dinos un libro que recuerdes de tus primeros años de la infancia.

            Como les sucede a muchos niños, mi afición a la lectura comenzó por los tebeos, ahora llamados cómics. En mi generación estaban los que leían Tintín, de Hergé y Astérix, de Goscinny y Uderzo. Luego estábamos los que leíamos a Mortadelo y Filemón, de Ibáñez. Más tarde, me aficioné a la saga de Los Hollister, una serie escrita por el estadounidense Andrew E. Svenson, bajo el seudónimo de Jerry West, ilustrada originalmente por Helen S. Hamilton e inspirada en Los Cinco, de Enid Blyton. De los leídos en el colegio, guardo muy buen recuerdo de Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, y también de Un saco de canicas, de Joseph Joffo, una novela que me encantó.

            – ¿Y un instante de tu vida asociado a la canción Princesas, del grupo Pereza?

            Lo asocio al nacimiento de mi hija en el año 2006. En aquella época, prácticamente todo me iba bien. Aunque, por naturaleza, soy optimista, temía aquello que dice la canción y que menciona también el protagonista de la historia: «a veces pienso, que algo malo viene detrás», es decir, el miedo a que cambie la racha cuando estás teniendo suerte en la vida.

            – Tras varios intentos narrativos, en los que la vida y las excusas te obligaron a guardar en un cajón aquel proyecto que rondaba en tu cabeza desde 2009, en marzo del 2020, te hiciste el firme propósito de plasmar en papel tu vocación literaria y así surgió esta joya. ¿Cómo fue ese proceso de escritura durante el confinamiento?

            Se me juntó todo. Antes de que nos confinaran, tenía claro que en marzo de 2020 me iba a poner en serio con la novela. Había estado preparando durante seis meses mi primera maratón y había creado unos hábitos y una constancia que no había tenido nunca. Decidí que esa constancia tenía que dedicarla a algo cuando terminara la carrera y decidí que era el momento de sacar la novela del cajón. Luego llegó el confinamiento, lo que me ayudó sobremanera a cumplir el propósito. Tenía mi objetivo diario y semanal de escritura y lo fui cumpliendo, día a día. Las circunstancias ayudaron mucho a crear el hábito.

            – ¿Se mantuvo la trama principal que habías diseñado once años antes?

            La principal más o menos sí. Esa la tuve clara siempre. El resto de las tramas sí cambiaron. Algunas de ellas, de hecho, ni existían once años antes.

            ¿Cómo llegas a publicar con Letrame?

            El confinamiento originó un boom de obras literarias. Todo aquel que tenía clavada la misma espinita que yo, aprovechó el confinamiento para escribir. Con ese volumen de obras, tenía claro que acudir a una editorial tradicional era muy complicado. Valoré la opción de autopublicar directamente en Amazon, pero me pareció algo muy atrevido. Prefería una editorial que me acompañara en el proceso. Tras valorar varias editoriales, consideré que Letrame sería esa compañera de viaje.

            – ¿La joya de Laura es un thriller con tintes de comedia o una parodia teñida de intriga?

            Si me preguntan a mí diría que lo primero, pero los lectores me han dicho de todo. Supongo que depende del estado de ánimo, de su género preferido… Es lo bueno de los libros, no todos se imaginan la historia ni los distintos escenarios de la misma forma, ni les ponen las mismas caras o voces a los personajes.

            – Háblanos de un autor actual de novela negra que admires.

            Los autores que más me han gustado siempre han sido Ken Follett, John Grisham y Arturo Pérez Reverte. Creo que, en España, se están escribiendo muy buenas novelas negras. Me gustan mucho Juan Gómez Jurado y César Pérez Gellida, por citar a dos escritores del género. Este año, además, he descubierto a Benito Olmo y a Susana Martín Gijón. Sus novelas tienen un ingrediente que me encanta, y es que suceden en escenarios que conozco muy bien, como son Cádiz y Sevilla.

            – Tu novela, La joya de Laura, nos cuenta cómo un administrativo, metido en los cincuenta, que ejerce su trabajo sin motivación alguna, Romo Fernández, se encuentra, de repente, con que su hija Laura ha sido secuestrada, el mismo día en el que se juega su ansiado ascenso, ofreciendo, además, otras amenas tramas entrelazadas. Tú mismo has calificado la obra como «una historia de antihéroes», de personajes cercanos al lector, ¿dirías también que es una historia de «perdedores» o que es, más bien, una historia de «supervivientes»?

            Sin duda. Me encantan las historias de perdedores. Al menos, en mi caso, creo que es en ese tipo de historias en las que más conecto con los personajes. En La joya de Laura hay varios perdedores, no solo el protagonista, y es fácil identificarse con alguno de ellos. La trama sucede durante la crisis inmobiliaria y, en ese mundo, hay mucho superviviente.

            – Uno de los temas que plantea esta novela coral es la relación paterno-filial. ¿Cómo es el modelo de familia de estos tres padres −Romo, Escobar y Don Leandro−, con sus respectivos hijos? ¿Hasta dónde puede llegar un padre por proteger a sus hijos?

            Estos tres padres, cada uno a su manera, demuestran que, por los hijos, uno es capaz de cualquier cosa por salvarles, por darles un futuro, por ganarse su cariño… Cuando nos convertimos en padres, la mayoría de nosotros cambiamos nuestras prioridades en la vida.

            – Uno de tus personajes, Dolores, mantiene la idea de que «a las malas personas se les puede identificar por su risa». ¿Cuál es tu teoría?

            (Risas). Creo que como se ríe alguien dice mucho de la personalidad y de la forma de ser de una persona. Pero no solo sirve para identificar a las malas personas; a las buenas también. Hay risas soberbias, pedantes, estiradas, pero también las hay amables, bondadosas, alegres y divertidas.

            – Existe en la novela una crítica, tan sutil como ácida, al mundo de la Administración y a la relación que mantiene esta con los ciudadanos. ¿No hemos avanzado nada? ¿Crees que, en este sentido, como sociedad, estamos todavía viviendo lo que Larra, en el siglo XIX, denunciaba en sus artículos?

            Al funcionario en España se le ha criticado mucho siempre, y no tiene pinta de mejorar. Es más, desde el confinamiento, creo que incluso esas críticas se han acrecentado.

            – También la novela nos habla de la corrupción y de las corruptelas, sociales e individuales, que ponen en riesgo nuestra estabilidad democrática. ¿Seguimos ignorando todos la parte de responsabilidad pública y privada que nos corresponde en esta lucha?

            No lo veo así. Creo que somos multitud los que estamos en contra de este tipo de prácticas. Pero siempre hay garbanzos negros y, en este caso, relucen bastante más que el resto. O al menos es lo que yo quiero creer. Igual peco de inocente…

            – «A pesar de todo, seguirán existiendo muchos don Leandros y muchos Albertitos…».

            Ojalá no sea así, pero mucho me temo que siempre seguirán existiendo y, en la mayoría de los casos, se saldrán con la suya.

            – Tras ese poso ácido e incluso de humor negro, que permanece al final de unos capítulos muy breves, donde predomina un estilo cinematográfico, late un objetivo muy claro: entretener, divertir al lector, ¿no es así, Raúl?

            Sí, era el objetivo número uno. Venimos de una época muy mala y es lo que me apetecía: que los lectores desconectaran y se rieran un poco, y parece que lo he conseguido. El estilo de la novela también ha servido para que haya sido el primer libro, después de mucho tiempo, de muchos lectores; incluso a algunos de ellos les ha servido para volver al hábito de la lectura. Cuando te escriben para comentarte estas cosas resulta muy gratificante.

            – Eres Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Córdoba, y, actualmente, ejerces como responsable comercial en Andalucía Ilunion, empresa de servicios del Grupo Social ONCE. ¿Cómo convencer a las empresas de la necesidad de apostar por un modelo inclusivo y comprometido con la discapacidad?

            Todavía hay trabajo por hacer y te sigues encontrando con empresas a las que hay que convencer, pero creo que, en ese sentido, como sociedad, hemos avanzado muchísimo. Hoy en día, la mayoría de las empresas ya apuestan por ese modelo. Tengo claro que el Grupo Social ONCE ha sido una pieza clave en ese proceso, con una forma de hacer las cosas única en el mundo.

            – Háblanos, en este sentido, del personaje de Diego, un ser entrañable y lleno de ternura.

            Diego es mi personaje favorito de la novela. Era de los que no estaban en el primer guion hace once años. Apareció sin más en mitad de la historia y me lo pasé genial escribiéndole. Diego es un trabajador con síndrome de Down, compañero de Romo, el protagonista, y se cruza con él en medio de «su misión». Para mí fue muy divertido, pero también supuso mucha responsabilidad escribir a este personaje.

            – Dinos ahora un lugar en el maravilloso Puerto de Santa María que pueda servir de escenario para tu próxima novela.

            Como portuense, soy un enamorado de mi ciudad, hay muchas zonas que podrían servir como escenario novelesco. Para una novela histórica, por ejemplo, qué mejor que el Castillo de San Marcos, el Monasterio de la Victoria o el ya casi inexistente Castillo de Santa Catalina. Para una novela negra, los pinares de las dunas de San Antón o las Cuevas de San Cristóbal, por poner algunos ejemplos, serían sitios magníficos donde podría aparecer un cadáver…

            – Hoy, Raúl, tu joya más preciada es…

            Voy a ser poco original: mi familia. Tengo la suerte de tener una gran familia unida. No se me ocurre mejor tesoro.

                 «Lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido», como dijo Voltaire. Animamos a nuestros lectores a visualizar el vídeo, que Raúl León grabó en exclusiva para La tinta, tanto en nuestro blog (latintaentretusdedos.com) como en nuestras redes sociales (@tintaentusdedos), y a descubrir su novela, conscientes de que nos puede suceder lo mismo que al protagonista de la trama, Romo Fernández, al cual «el día que se jugaba todo, le pidieron lo imposible».

                – La joya de Laura. Raúl León Moresco. Letrame Grupo Editorial. Madrid. 2020. 382 páginas.