«Si hay alguien que decide que yo merezco un premio, lo celebro y lo agradezco, pero es temerario vivir pendiente de los premios». 

            Señora de rojo sobre fondo gris (1991), de Miguel Delibes, representa, para Andrés Trapiello, la obra «de un hombre viejo». La novela de Delibes, así como su adaptación teatral, escrita e interpretada por José Sacristán, supone el largo monólogo de un hombre que sufre la pérdida de su mujer a causa de una enfermedad. La Señora de rojo, la mujer «que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir», es, en parte, «el retrato y el homenaje a la mujer del novelista, arrancada de su lado por una muerte prematura que sumió a Delibes en el más profundo y persistente de los desconsuelos». A pesar de la mínima acción narrada, conforme avanza la trama, lector y espectador aprenden a sobrellevar la soledad, en su condición de supervivientes, tamizada por la lengua del escritor vallisoletano, áspera y clara, llena de palabras que sacian sin ostentación y que «nos sobrevivirán y hablarán de nosotros y de nuestro tiempo mejor que pudiéramos haberlo hecho nosotros, y mejor que lo hizo nuestro propio tiempo», según Trapiello.

José Sacristán es uno de los actores más grandes de la historia de nuestro cine. Su rostro y su voz forman parte de nuestra memoria colectiva, de tantos personajes inolvidables que ha interpretado con verdadera entrega y pasión. En el camino queda la nostalgia de «cómo hizo para pasar de ser desterrado de su pueblo a convertirse en hijo predilecto del mismo, de pasar hambre a comerse el mundo llenando las carteleras de la Gran Vía o de ver a su padre comunista, encarcelado y humillado, durante la dictadura franquista, a escuchar cómo un rey le pidió un abrazo», tal y como le contó al periodista Carlos del Amor, hace algunas semanas, en el programa televisivo La matemática del espejo.

Para La tinta entre tus dedos hablar con Pepe Sacristán, con motivo de su reciente representación de Señora de rojo sobre fondo gris, en el Auditorio Ciudad de León, ha supuesto encontrarnos con un cercano y excepcional conversador.      

– Se reencuentra usted con la novela de un viejo amigo, Miguel Delibes, y lo hace para poner piel y corazón a una historia desgarradora y autobiográfica. ¿Dónde radica la esencia de Señora de rojo sobre fondo gris?

La esencia se encuentra en el principio moral que alimenta casi toda la obra de Miguel Delibes. La sinceridad de la mirada sobre la condición humana proyectada sobre el amor, la muerte, la dignidad y el respeto. Una mirada singular sobre nosotros mismos que se encuentra alimentada por el propio dolor. Lo que predomina en la obra es ese minucioso cuidado de atención hacia el ser humano con palabras que son herramientas que se pueden usar para «echar una mano» al que más lo necesita, por así decirlo, ya sea económica, física o espiritualmente. Creo que esta obra es la exaltación de la memoria del amor, pues mientras somos recordados no desaparecemos. Frente a la llegada implacable de la muerte, la memoria del amor puede llevarnos a vencerla.

– ¿Con cada función teatral le brinda un homenaje a Delibes?

La obra ha tenido un recorrido particular. Coincidió que Señora de rojo sobre fondo gris se publicó mientras me preparaba para interpretar al personaje de Pacífico Pérez en Las guerras de nuestros antepasados, escrita también por Delibes. Me quedé fascinado con la novela, pero Miguel no quería dar los derechos, ni para el teatro ni para el cine, porque él no quería que nadie le pusiera cara a Nicolás, el protagonista, porque ni siquiera él le había puesto la suya. Pasaron muchos años hasta que autorizó una lectura dramatizada de un par de pasajes de la novela en un seminario que se realizó en Valladolid.

No voy a decir que este homenaje que le brindo sea en contra de su voluntad; la autorización de sus hijos ha ido acompañada de una sentida emoción. Sé que Miguel no quería que esto se contara, pero estoy convencido de que la aproximación que hemos hecho al texto y mi forma de darlo a conocer sí serían aprobados por Miguel, quien aceptaría de buen grado este homenaje que, personalmente, le hago en cada una de las representaciones.

La noche del estreno, uno de los hijos de Delibes me dijo que, en el consejo familiar, él mismo se había negado a que la novela se representara porque su padre no lo había autorizado, pero también me confesó que venía a darme las gracias porque esa noche es como si hubiera vuelto a ver a su madre. A lo largo de estos más de tres años que llevo haciendo la función, ha desfilado, como yo digo, «toda la tribu Delibes», que es muy numerosa, y todos y cada uno de ellos, al margen de la felicitación a mi trabajo como actor, celebran este homenaje que les brindo con emoción y respeto.

– ¿Cómo ha sido el proceso de adaptación de Señora de rojo sobre fondo gris? ¿Cómo se ha adaptado el texto narrativo al texto dramático?

La línea de la adaptación teatral la marcó Pepe Sámano, que, lamentablemente, falleció poco tiempo después del estreno de la obra en Barcelona. Yo tenía una versión que se la presenté a Pepe, porque él había desestimado ya este proyecto. Me llena de alegría, dentro del dolor de su muerte, el hecho de que le convencí para poner esto en marcha.

El texto teatral prescinde de muchas partes de la novela para poder realizar la adaptación. Ese saltar por encima de pasajes tan bellos y tiernos es inevitable; pero hay que tener muy presente la diferencia entre un lector y un espectador.

– Nicolás, el personaje que usted interpreta, dice: «Ninguno de los dos era sincero, pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la simulación. Pero las más veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios». ¿Cuánto comunica un actor a través de los silencios o qué tipo de complicidad se establece entre ellos y el espectador?

Los silencios son formidables y en esta obra son de obligado cumplimiento. En la obra existe una musicalidad, un ritmo y una cadencia especiales. Miguel tenía un don para ordenar las palabras. Cuando yo empezaba en este oficio se decía que lo importante en el teatro no es hablar sino escuchar. Por lo tanto, callar es muy importante.

– En 2020, durante la presentación de Señora de rojo sobre fondo gris, anunció que esta sería su gira de despedida de los escenarios…

En realidad, lo que dije fue que iba a ser muy difícil encontrar otro texto como el de Delibes y que lo más sensato sería ir pensando en quedarme más tiempo en mi casa, aunque no quiere decir que la representación de esta obra suponga mi retirada profesional, mientras la edad y la salud me permitan seguir jugando a esto.

– ¿Qué tiene de especial un escenario de teatro frente a un set de rodaje?

Son diferentes, pero no establezco jerarquías. El escenario tiene la ventaja de la continuidad de la acción. En el teatro no se puede parar una representación porque delante tienes sentados a los espectadores. No obstante, le tengo gran respeto a una cámara. Con una buena historia, un buen personaje y unos buenos compañeros, el medio y el género me son indiferentes.

– Como docentes que intentamos insuflar a nuestros alumnos el hábito de la lectura, pero también la afición por el teatro, ¿qué consejo nos daría para poder atraer al público joven hacia el teatro?

Es muy difícil aconsejar en este tema. Depende de la voluntad de cada uno. Lamentablemente, la educación, en general, en nuestro país no goza de buena salud. Ojalá la música, el cine, el teatro, la literatura… formaran parte de asignaturas que familiarizaran a los estudiantes con estos actos culturales. Quiero daros a todos los docentes un abrazo solidario por vuestro esfuerzo sobrehumano. No me atrevo a aconsejar, pero sí que recomendaría que no hay que precipitar el momento de descubrir el teatro a los más jóvenes.

– Además del Premio Goya de Honor que recibe este sábado, ha recibido el Premio Cóndor de Plata al mejor actor de reparto en 1993, ha sido en dos ocasiones Concha de Plata al mejor actor, en 1978 y 2012, ha recibido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2001, el Premio Goya al mejor actor protagonista en 2012, el Premio Feroz de Honor en 2014, el Premio Nacional de Cinematografía en 2021…, ¿cómo valora un actor como usted el universo de los Premios?

Sé que me dedico a algo que no es competitivo. Si hay alguien que decide que yo merezco un premio, lo celebro y lo agradezco, pero es temerario vivir pendiente de los premios. Aprendí de mi maestro y amigo Fernán Gómez que la mayor medida del éxito, en un oficio como este, en un país como este, es la continuidad en el trabajo. Tengo otros premios, como el Demetrio Pisondera, que recibí en Torrelavega, o la Rosa del Azafrán de La Solana, que también recuerdo y guardo con gran cariño, al igual que los que me habéis mencionado, independientemente de que sean más o menos conocidos.

– El filósofo Fernando Savater, cuando falleció su mujer, Sara Torres, dijo que «la alegría se reconoce por el sonido que hace al marcharse». ¿Cree usted que los espectadores entendemos mejor la vida cuando salimos de la función?

(Risas). No me atrevo a afirmarlo de manera rotunda. Con otras obras de contenido similar o que encierran algún tipo de consejo –no me atrevo a decir «mensaje», porque no me gusta convertir el escenario en una tribuna o en un púlpito−, sí que me gusta pensar en el poder transformador del teatro. Si la cultura, el arte y la belleza pudiesen de verdad transformar el mundo, no estaríamos como estamos, pero, lamentablemente, parafraseando a Albert Camus, «hay quien hace la historia y hay quien la padece». De cualquier manera, esa pequeña parcela de hacer meditar o reflexionar, de poner transformar a alguien, durante el tiempo que dura la función, lo celebro. Lo que reivindico, por encima de todo, es que debemos jugar un rato a hacer que somos lo que no somos, y que de esta peripecia saquemos alguna enseñanza, conclusión o diversión, en función de la comunión aceptada previamente entre el actor y el espectador. Ese juego es esencial para quien simula ser quien no es sobre las tablas de un escenario.

– Muchas gracias, José, nos volveremos a ver en el teatro, siempre en el teatro…

A vosotras. Agradezco mucho la entrevista que acabáis de realizarme.

Señora de rojo sobre fondo gris. Miguel Delibes. Editorial Destino. Barcelona. 1991. 144 páginas. Adaptación teatral escrita e interpretada por José Sacristán, dirigida y producida por José Sámano. De gira por España durante el año 2022.