«Debe ser maravilloso viajar por todo el mundo. La verdad es que me gustaría ver tantos sitios que creo que no acabaría hasta llegar a la Luna».

El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wright fueron los primeros en despegar a bordo de un avión impulsado por un motor en un vuelo que duró escasamente doce segundos. Casi dos años después, el 23 de octubre de 1906, Alberto Santos Dumont, considerado el «Padre de la aviación», fue el primer hombre que logró volar alrededor de sesenta metros, a una altura de entre dos y tres metros, con el avión que él mismo había diseñado y construido –un 14-Bis– en el Parque de Bagatelle, a las afueras de París. En menos de un mes y ante una multitud de personas, repitió la hazaña, completando una distancia de doscientos veinte metros, a una altura de seis metros.

La historia de la aviación militar y civil femenina es apasionante en sí misma, pero también lo es por representar a ese tipo de profesiones que, tradicionalmente, no han sido propias de mujeres, fruto de corrientes de pensamiento y de conceptos anacrónicos. La aviación no ha sido ajena a los prejuicios sociales, pero tampoco ha estado alejada de los cambios que, de forma muy destacada, han marcado un antes y un después en el mundo de la aeronáutica.

Las profesionales del aire actuales son herederas de los logros y del valor que demostraron mujeres como Harriet Quimby, quien, en 1911, se convirtió en la primera mujer estadounidense en obtener una licencia de piloto. Su pasión por la aviación la descubrió al asistir, como periodista, al Torneo Internacional de la Aviación, celebrado en Long Island, un año antes. Allí conoció al aviador John Moisant, cuya hermana, Matilde, se convirtió en la segunda mujer aviadora de la nación, apenas doce días después de que lo consiguiera Harriet, cruzando el Canal de la Mancha, en solo cincuenta y nueve minutos, un día antes de que el Titanic se hundiera, en 1912, por lo que su proeza quedó un tanto empañada por la tragedia del transatlántico. La suerte no acompañó a Harriet, pues, apenas once meses después de ser piloto, con solo treinta y siete años, murió en un accidente aéreo. En la misma década, las jóvenes Katherine y Marjorie Stinson se encargaron del entrenamiento de pilotos americanos y canadienses durante la Primera Guerra Mundial, de la que Katherine había sido rechazada, por ser mujer, para combatir. Marjorie, en cambio, sí pudo entrar en la milicia y llegó a ser la primera flight leutenant de los Royal Flying Corps y de los US Aviation Reserve Corps.

En la década de los años veinte del siglo pasado, la célebre Amelia Earhart logró su primer récord de altitud, al volar a catorce mil pies de altura, lo que le granjeó el reconocimiento del Boston Globe, que, en 1927, la nombró una de las mejores pilotos del mundo. Posteriormente, el capitán Railey le preguntó si quería ser la primera mujer en cruzar el Atlántico, vuelo que pudo realizar, finalmente, en 1932. Cinco años después, se propuso completar con éxito una vuelta al mundo. Su primer intento fue fallido, pero esto no impidió que lo pretendiera una segunda vez. Después de haber recorrido treinta y cinco mil kilómetros, casi el viaje completo, algo ocurrió y Amelia perdió la vida, sin haberse esclarecido, ni siquiera en la actualidad, qué pudo suceder en los últimos momentos del vuelo.

En España, entre los años 1931 y 1936, obtuvieron su licencia de piloto siete mujeres, un número relativamente más elevado que hasta entonces, probablemente, debido a que, durante el periodo de la II República, las mujeres vieron reconocidos derechos que hasta entonces les habían sido negados. En este grupo de intrépidas pioneras, figuran las aviadoras África Llamas de Rada, Gloria Cuesta, Ana Osona, Isabel Arranza Monasterio y dos de las mujeres más destacadas de la aviación española. La primera de ellas fue María Josefa Colomer i Luque, más conocida como Mari Pepa, que obtuvo su título de piloto en enero de 1931, en Barcelona, cuando tenía solo dieciocho años. Después de superar las trabas propias de la época, participó en concursos amateurs y se convirtió en instructora de vuelo hasta que, durante la Guerra Civil, fue llamada a filas, formando a pilotos militares y participando en operaciones de propaganda sin recibir, en cambio, ningún tipo de graduación militar. Al finalizar la contienda, tuvo que exiliarse junto con su marido, también piloto, el cual llegó a combatir en la RAF durante la Segunda Guerra Mundial. La otra mujer piloto de avión destacada de ese periodo fue Dolors Vives Rodón, que completó un vuelo de veinticinco minutos, el 9 de julio de 1933. Lolita Vives había quedado muy impresionada cuando vio el vuelo de Mari Pepa Colomer, con la que, tiempo después, trabó una gran amistad.

Otras valientes mujeres que han formado parte de la aviación mundial han sido: Hanna Reitsch –la primera mujer piloto de helicópteros en 1938−; Florence Lowe «Pancho» Barnes –miembro de las Ninety-Nines, que superó el récord de velocidad de Amelia Earhart−; Jackie Cochran –la única mujer que, en 1937, compitió en la Bendix Race, que logró cinco trofeos Harmon y que fue reconocida como una de las mejores aviadoras de Estados Unidos, formando parte del programa Wings for Britain, la iniciativa americana para dotar de aviones de combate a la RAF−; o Lídiya Litviak –que obtuvo su licencia de vuelo a los dieciséis años y que fue rechazada, en su primer intento de alistarse durante la Segunda Guerra Mundial. Con solo veintidós años, en 1943, el avión que Litviak pilotaba fue derribado y sus restos mortales no se encontraron hasta 1979. Entre otros honores, tiene la Estrella de Oro de Heroína de la Unión Soviética y aparece en el Libro Guinness de los Récords por ser la mujer con más derribos de aviones contrarios de la historia de la aviación. Por su parte, Nadia Popova y sus compañeras, conocidas como «Brujas de la Noche», demostraron un inusitado valor y alcanzaron el éxito al recibir, en 1943, el honor de ser nombradas Regimiento de Guardias.

En nuestros días, las oficiales Rosa María Malea y Rocío González Torres son pioneras también en la vertiente de caza y ataque en el Ejército del Aire español. La primera logró ser, en 2007, con veintiséis años, la primera mujer piloto de caza. Presta sus servicios, como profesora, en la Academia General del Aire, ubicada en San Javier, en la Región de Murcia. Al igual que ella, Rocío González Torres ha logrado pilotar un F18 en el Ala 12 de Zaragoza. Otra mujer, Elisabeth Heilmeyer, una alemana afincada en España, desde hace casi medio siglo, y presidenta de la asociación «Las Sillas Voladoras», que sufrió un accidente en el aeródromo de La Mancha en el año 2003, motivo por el que perdió su licencia de vuelo, continúa volando en su velero adaptado, con total destreza.

Estas mujeres, al igual que sus compañeros pilotos, se deleitan o han disfrutado de la libertad que supone surcar el cielo, pilotando aviones. Existe, además, una importante efeméride que celebran desde 1997, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó, de manera oficial, el 7 de diciembre como el Día de la Aviación Civil Internacional, para conmemorar la firma del Convenio sobre Aviación Civil Internacional, que se llevó a cabo el mismo día de 1944. La importancia de esta firma fue crucial, ya que sirvió para establecer un organismo regulador en este ámbito.

La mujer que nos acompaña en este vuelo, una auténtica apasionada de la historia de la aviación militar y civil femenina, es Mar Cantero Sánchez, que, además de escritora, es coach personal y directora de la revista digital Mentes abiertas. Estudió en la Escuela de Letras de Madrid y realizó cursos de Historia en la UNED. Ha publicado novela histórica, romántica, de humor, negra y libros de autoayuda. Entre su producción literaria, destacan El árbol de los pájaros alegres (Premio Ellas), Los viernes, el paro duerme (Finalista del Premio Ateneo Joven de Sevilla), La viajera de la felicidad –las tres obras publicadas en 2012 en De Profundis Ediciones−, Los mares del alba (2017. Editorial Plan B), El tatuaje: podría pasarte a ti (2020. II Premio «Relatos de mujeres 2007» de Castellón de la Plana), y Una noche preciosa para volar (2021. Edhasa Editorial). Asimismo, la autora fue seleccionada en el Premio Literario Internacional Max Aub, en el Premio Literario Internacional La Felguera y en el VIII Concurso de Relatos de Mujer, entre otros.

El recorrido por la historia de la aviación militar y civil femenina es el que ha llevado a La tinta a conocer a la escritora Mar Cantero y a descubrir su novela Una noche preciosa para volar. Es la propia escritora la que nos cuenta la historia personal que subyace en la narración de sus mujeres pilotos de avión, auténticas heroínas, pioneras e inspiradoras para muchas otras que las han sucedido y que han sentado las bases en el difícil oficio del pilotaje de aviones.

¿Quién es Mar Cantero?

Soy escritora desde pequeña. De joven, gané los primeros concursos literarios en los que participé. Cuando mi novela Los viernes, el paro duerme logró ser finalista en el Ateneo Joven de Sevilla no había cumplido aún los treinta años. Por todo ello, puedo decir que he escrito desde siempre.

Has escrito novelas de diversos subgéneros, ¿en cuál de ellos te sientes más cómoda escribiendo?

Sé que soy novelista, pero no me gusta clasificarme. Creo que catalogar a un autor es cerrarle puertas y limitar mucho su capacidad de crear. Por otro lado, aunque me encanta escribir novela, la vida me ha llevado también a tener la posibilidad de escribir libros de autoayuda y de desarrollo personal, como coach, otra vertiente de mi carrera que me satisface mucho.

En tu novela Una noche preciosa para volar nos encontramos con una profunda documentación histórica y, además, como muy bien indicas, tu madre fue secretaria militar en aviación, en la escuela de Cuatro Vientos en Madrid: «Ella está en la novela como inspiración y como corazón de la historia, ya que siempre me dijo que aquella época fue de las mejores de su vida. No sé si la más feliz, pero sí en la que se sintió más libre». Estas palabras y la novela misma son el mejor homenaje que podrías rendir a tu madre, ¿verdad?

Creo que sí, al menos ella está muy contenta. Mi madre no trabajó en empleos que entonces se considerasen propios del mundo masculino, pues era una secretaria, aunque sí que se relacionó con pilotos militares durante ese tiempo. La idea de que una mujer pilotara aviones era impensable, pero, sin embargo, ocurrió, bastante antes de que ella trabajara en Cuatro Vientos.

¿Fue un reto literario complicado crear personajes femeninos con tanta fuerza narrativa como tienen Laia, Abigail o Charlotte en Una noche preciosa para volar?

Es fácil darles vida una vez que estás metida en la trama; los propios personajes van surgiendo, casi sin que te des cuenta. Es el subconsciente quien los crea y los escribe. Al menos en mi caso así es, como si ya existieran con anterioridad. Solo tengo que escribir las vidas que ellas mismas me cuentan. Si tienen fuerza narrativa es porque son mujeres valientes, que, aunque se caen, vuelven a levantarse. Pero eso lo hacemos todas las mujeres, todos los días de nuestra vida, ¿no creéis?

¿Con qué mujer de la novela te identificas más? ¿Por qué?

Creo que me identifico más con Abigail, porque la década de los sesenta del siglo pasado es la época que más me hubiera gustado vivir y conocer. Como amante de la música, creo que esa década dejó un legado impresionante, y me hubiese encantado asistir al festival de Woodstock, celebrado en agosto de 1969 en White Lake, Nueva York. No obstante, Abi tiene suerte de poder viajar, aunque, por entonces, en España no era lo común y mucho menos si ese viaje implicaba irse al extranjero, ya que no se tenía tanto dinero, ni se disponía del tiempo necesario, ni tampoco este era un país tan abierto. Viajaban solamente algunos privilegiados, como mi personaje Abi.

– Madrid, Barcelona, Ibiza, Poitiers, Londres, Dubái, Nueva York… ¿Por qué es tan importante viajar para las personas, para tus personajes?

Siempre he creído que viajar abre la mente y enriquece a las personas, mostrándoles que hay un mundo diferente al propio o cercano. Viajar es importante para mí y, como autora, no quiero que mis personajes sean limitados, para eso están los personajes secundarios, que también hay que trabajarlos y conocerlos, pero, si voy a crear a una protagonista, no quiero que nada limite su mente. Considero que, si una persona no sale del lugar en el que nació, crece muy limitado, al no ver que existen otros mundos, otras sociedades, diferentes tipos de culturas y de creencias, etc. Por otro lado, soy una persona muy abierta y muy libre, y creo que, aunque no hubiera viajado, lo seguiría siendo igualmente, aunque, sin duda, en menor medida. No me llevaría bien con un personaje que tuviera ciertas limitaciones en su mente, no me caería bien y no creo que le hiciera nunca protagonista de ninguna de mis historias. (Risas).

Este libro no es una novela de viajes, es una novela histórica, y creo que cualquier lector puede darse cuenta de ello al leerla, precisamente, porque narra la historia de mujeres que, en momentos muy difíciles para el sexo femenino, dentro de una profesión aún más complicada, si cabe, consiguen superar los obstáculos de cada una de sus épocas; además de que en la novela son testigos de unos hechos históricos muy importantes, que marcaron a la humanidad.

En el Prólogo de la novela, una de las protagonistas afirma: «Desearías quedarte aquí para siempre». ¿En qué lugar o en qué momento le gustaría a Mar Cantero quedarse para siempre?

En el presente. No soy partidaria de que el pasado ha sido mejor que el presente, porque no lo fue, para casi nadie. Y el futuro es algo tan incierto, que prefiero no pensar en él, salvo a corto plazo y en cuestiones de trabajo. Siempre me quedo con el presente, es el momento en el que podemos crear nuestra vida y encaminar nuestro futuro, es el instante que tenemos que disfrutar y donde hay que luchar por ser nosotros mismos y por nuestros sueños.

En la parte de la historia en la que la narradora es Laia, se dice: «Las oportunidades no pasan dos veces. Tienen su orgullo». ¿Qué tipo de aprendizaje obtenemos de las oportunidades perdidas?

Sí, es una frase anónima que siempre me ha encantado, porque es muy real. De todas las oportunidades se aprende, es así, incluso de las que perdemos. Pero ese no suele ser un tipo de aprendizaje que nos aporte, al contrario que sucede con el aprendizaje que obtenemos de las oportunidades que aprovechamos. No obstante, cuando las perdemos, aprendemos a no volver a perderlas.

En la obra se incluye una cita de la cantautora estadounidense Janis Joplin: «Yo solo quiero sentir tanto como puedo, es de todo lo que trata el alma». ¿No es demasiado arriesgado dejarse llevar por los sentimientos, por el alma? ¿Por qué?

Desde mi punto de vista, absolutamente no. Creo que el riesgo es cuando intentamos controlarlo todo y no dejamos que fluya. Lo he aprendido, como todos, a fuerza de tropiezos. El alma es lo que mueve el mundo, como el amor, ambos son los motores. Joplin era una cantante que se dejaba llevar en cada canción, se le notaba en la cara y se le adivinaba al escuchar su voz rasgada, difícil pero maravillosa. Lo daba todo, y creo que es a eso a lo que se refiere. Sentir tanto como puedas es la clave para que, al final de nuestros días, tengamos la certeza de haber vivido. Debe ser muy triste morir pensando que la vida se nos ha pasado sin darnos cuenta y que hemos vivido por inercia. Hay muchas personas que viven así, lamentablemente.

El personaje de Abigail comparte reflexiones muy profundas acerca de la vida, la realidad, los deseos y los sueños. «A veces vivimos el sueño de la vida para no pararnos a pensar en una realidad que no queremos». ¿Es necesario soñar para poder «soportar» la vida?

Los sueños son otro de los motores de la vida. No conozco a nadie que no tenga sueños y, si alguien dice que no los tiene, seguramente es porque quieren ocultárselos a sí mismos o porque se sienten frustrados por no haber intentado cumplirlos. Sin sueños se vive muy mal o, directamente, sin ellos no se puede vivir. Soy de las que piensan que siempre hay que intentar cumplirlos y que, si no puedes conseguir uno, siempre habrá otro. El intento ya es en sí un gran éxito, el no intento es el auténtico fracaso, porque no se trata solo del resultado, sino también del camino, como en el poema «Ítaca» de Kavafis, el viaje es lo más importante.

En la parte en la que narra Charlotte se afirma: «Las miradas se sienten, sobre todo si los ojos que te miran son los mismos que tú estás deseando encontrar». ¿Qué tipo de miradas es necesario que encontremos y compartamos en nuestro día a día?

En la afirmación que habéis citado, Charlotte se refiere, indudablemente, al amor, a la mirada del ser amado. Pero podemos extrapolarlo a cada uno de nuestros encuentros. Es cierto que una mirada se siente físicamente, pero hay miradas envidiosas que hacen mucho daño; malas miradas que nos desean lo peor; miradas tristes, compasivas, etc. Hay miradas de todo tipo y considero que solo debemos devolver aquellas que realmente nos hacen felices o que nos aportan algo positivo. Como coach, sé que devolver la mirada a todo el mundo es una pérdida de tiempo; no todos los comportamientos lo merecen.

¿Sigue siendo necesario «alzar» la voz femenina para contar el pasado y el presente de profesiones como la de las mujeres que pilotan aviones?

Sin duda, sigue siendo muy necesario. No lo hago solo para reivindicar, creo que la escritura es un arte en primer lugar, antes que cualquier otra cosa, y es muy bonito dar a conocer que hubo mujeres que lucharon por su libertad, en cualquier ámbito de la vida, época o cultura. Y es bello e importante saber que seguimos ahí, levantándonos cada día por nosotras mismas y por las que nos sigan. Es otra parte muy bella del espíritu femenino.

– ¿Cómo te imaginas que será el futuro de las mujeres ingenieras, pilotos, mecánicas…?

Creo que ese futuro siempre será mejor que el pasado, confío en ello y lo veo cada día. Siempre adelante, recuperando y ganando libertades que son nuestros derechos.

¿Cuánto hemos aprendido o avanzado como sociedad desde la época en la que se inicia el relato de Una noche preciosa para volar?

Muchísimo, y no solo porque yo sea muy positiva, sino porque es una realidad. ¿Os imagináis, en 1939 en España, a una mujer llevando las cartas a domicilio trabajando en correos? Parece simple, ¿verdad? Pues es solo un ejemplo de las muchas cosas que no nos dejaban hacer a las mujeres. Es día a día cuando más debemos seguir ganando la libertad que aún nos falta, porque es la auténtica vida real. Imaginaos entonces pilotar aviones. Sin duda, hemos aprendido y avanzado muchísimo, tanto hombres como mujeres, y confío en que no vamos a perder los avances nunca más. Me contaba una piloto actual que solo hay un veinte por ciento de mujeres al mando de un avión. A pesar de esto, sí las hay, aunque hasta hace unos años, si al menos había una, ya era una heroína, como el personaje de mi novela, Laia.

Si en Occidente hemos evolucionado, también debemos preocuparnos por lo que sucede en Oriente, algo que también he querido que aparezca en la novela, porque las mujeres orientales son las grandes olvidadas. El resto del mundo no se acuerda de ellas, pero sufren una falta de libertad grandísima. Y las niñas también, lo cual quiere decir que va a continuar así, por desgracia. Las mujeres occidentales podemos, cuanto menos, recordarlas y hablar de ellas, mientras luchamos por nuestros propios derechos aquí, porque olvidarlas significa poner piedras en nuestro propio camino.

El Epílogo de Una noche preciosa para volar contiene una cita de Walt Whitman: «No desfallezcas si no me encuentras pronto. Si no estoy en un lugar, búscame en otro. En algún lugar te estaré esperando». ¿Qué espera Mar de sus próximos proyectos y qué podemos esperar los lectores de tus próximos libros?

La verdad es que estoy en un momento crucial en mi carrera, me he librado de algunos lastres, y eso siempre impulsa hacia arriba a mayor velocidad. Por eso, están apareciendo en mi vida oportunidades con las que ni soñaba y sé que es un buen momento, porque es como si todo empezara de nuevo, pero a otro nivel muy superior. Siempre tengo un nuevo proyecto entre manos −a veces, incluso, más de uno−, y confío en que mis textos sean publicados en editoriales con mayor proyección todavía que las anteriores, que ya eran buenas.

En mis próximos libros, los lectores siempre encontrarán personajes que luchan por sus sueños −eso siempre va a ser así−, pero también podrán hallar vidas maravillosas con múltiples equivocaciones y diversos aprendizajes, que harán crecer a los personajes y a los lectores, y, sobre todo, habrá sentimientos, sensaciones y diversión.

Animamos a nuestros lectores a descubrir la historia de la aviación militar y civil femenina y recomendamos la lectura de la novela de Mar Cantero, Una noche preciosa para volar. ¡Feliz vuelo, viajeros!

Una noche preciosa para volar. Mar Cantero Sánchez. Barcelona. Edhasa Editorial. 2021. 672 páginas.

Dolors Vives. Imagen tomada de directa.cat.