«Esta tierra también es tu memoria,

ciudad o mar, el aire que la envuelve,

la luz que la confirma y el sol que le da vida»

(Ciudad perdida. José Infante).


«Cada vida es un archivo lleno de experiencias que la mayoría de las veces se pierde». Quizás, por eso, necesitamos recordar hoy quiénes fuimos para no olvidar nunca quiénes queremos ser.

La historia que Ester Cruzado nos narra en su primera novela, La herencia de los recuerdos, comienza en 1904. A través de sus páginas, la autora nos brinda un canto a la memoria de varias generaciones, que conforman la rama paterna de su familia, y en especial, un emotivo homenaje a su padre. Un viaje apasionante por el ayer y el hoy de Málaga, eterna ciudad del paraíso, refugio de sueños y reencuentros, en un invierno cálido e inolvidable para nosotras.

– Ester, ¿nuestros recuerdos son tan reales como los imaginamos?

Desde mi punto de vista, los recuerdos son una realidad selectiva de momentos vividos, que nos dan información de quiénes fuimos en etapas pasadas. Son las piezas del puzle, que conforman la existencia de una persona, y que solo unidas dan sentido a nuestra vida.

¿Qué legado te ha dejado tu padre, Tomás?

 Mi padre fue un ejemplo a seguir en numerosas facetas de la vida, por eso me gustaría ser una continuidad de él. Sus aciertos son mis patrones. Sus actitudes, su conducta, su cordialidad… han sido y son mis ejes cartesianos.

– Un cuento de leñadores y princesas, que, relatado por tu padre, te recuerde a tu infancia.

No tengo ningún título, porque él se los inventaba, pero el leñador de sus cuentos era un ser tan bondadoso, que los animales del bosque lo ayudaban y lo acompañaban a diario. Siempre empezaban así; después, variaba la trama hasta llegar al deseado final feliz en el que la princesa y él se enamoraban y conseguían casarse.

– Tu novela se inicia con María, quien, ante la desgracia de perder a su marido y al bebé que esperaban, se ve obligada, para sacar adelante a sus dos hijas, a emigrar a Málaga, donde va a ejercer de ama de cría de una familia de la burguesía malacitana. Observamos la evolución de una ciudad industrial, que transcurre, de manera paralela, a la reconstrucción personal de esta carismática mujer. «Jamás olvidó su llegada a Málaga. La encontró como a sí misma; en cambios, en metamorfosis, en obras… Se sintió arropada nada más llegar, como si el mismo aire la embriagara dulcemente con su marisma y sus biznagas. Le resultó acogedor el sonido desenfadado de los seres que iban y venían. La ciudad en sí le pareció una gran máquina en funcionamiento: vital, rebosante de gracia y activa por los cuatro costados». ¿Cómo es esa Málaga de más de cien mil habitantes de principios de siglo que nos presenta la novela?

Fue una de las primeras ciudades industriales de España, que permaneció en continuo auge, en el sector siderúrgico, textil y cervecero. Varias familias de la alta burguesía, como Larios, Heredia, Loring, Rein o Castel, con influencia en la política nacional, se afincaron en Málaga en el XIX y se convirtieron en las grandes protagonistas de la transformación que sufrirá la urbe en el siglo siguiente. Atraídos, seguramente, por el clima y las posibilidades mercantiles del lugar, abrieron sus propias fábricas, dando al malagueño trabajo y a la ciudad, esplendor.

– Gracias a la generosidad de esta familia, que proporciona a María un presente y un futuro, esta pudo disponer de una vivienda propia, en la que, junto con su madre, vio crecer a sus dos hijas, Mariquilla y Teresa. «La casa a la cual os venís ya la he visitado. Lo primero que me gustó de ella es el nombre de la calle donde se ubica. Está en la calle Madre de Dios. Lo segundo que me encantó es la localización de esta; desemboca en una de las plazas de Málaga». La Plaza de la Merced, la iglesia del mismo nombre, el teatro Cervantes… Ester, traza para nuestros lectores un recorrido para perdernos una mañana por esta hermosa parte de la ciudad…

La Alameda malagueña se inauguró en el año 1785, aprovechando los terrenos resultantes de la retirada de las aguas del mar. En los últimos años del siglo XVIII, se inicia en Málaga una serie de mejoras urbanísticas que se verán realizadas durante los primeros años del XIX, pero que serán hitos fundamentales en el trazado de la ciudad que hoy conocemos. Por ello, sugeriría comenzar admirando las viviendas de la Alameda Principal, los hermosos edificios decimonónicos, construidos por estas familias acaudaladas. Por ejemplo, el Archivo Municipal fue vivienda de los Larios. Luego, subiría por la calle Marqués de Larios, más conocida simplemente como calle Larios, hasta llegar a la plaza de la Constitución. Allí se encuentra un antiguo edificio, construido por orden de Carlos III, denominado Sociedad Amigos del País, aunque nosotros lo conocemos como la Económica. Seguiría por la calle Granada, que desemboca en la plaza de la Merced. En ella os invito a entrar en El Pimpi, una antigua taberna, que deleita tanto al visitante como al malagueño, y visitaría la Iglesia de Santiago, de torre mudéjar, y la más antigua de Málaga. En el centro de la Merced está el monumento a Torrijos y a los que fueron fusilados con él en la playa malagueña de San Andrés, en 1831. También allí se puede visitar la casa natal de Pablo Ruiz Picasso, aunque lo que ya no existe es, desgraciadamente, la iglesia de la Merced, incendiada por los republicanos, en 1931. El teatro Cervantes está cerca para visitarlo. También recomendaría un paseo por la calle Alcazabilla, con vistas a la Alcazaba y al Teatro Romano, la Catedral, el Parque, el Muelle Uno, la Farola, el Castillo de Gibralfaro, el Museo de Artes Populares…

– En multitud de ocasiones, es palpable en el relato ese agradecimiento y ese amor infinito que la familia y María se profesan, pero estos sentimientos adquieren un sentido memorable cuando, pasado el tiempo, Ruth, bisnieta de María, recuerda el encuentro acaecido con aquel hombre criado por su bisabuela. «La visita hace comprender a Ruth las anécdotas que su padre y su tía le cuentan sobre su bisabuela María y la familia para la que trabajó, así como el cariño recíproco que mantuvieron siempre». ¿Cuánto hay de ti en esta voz que cuenta y da cuenta del vínculo que une a diferentes generaciones?

He de confesar que hay mucho de mí en el personaje de Ruth. Y, concretamente, en esa visita he recogido mis propios recuerdos.

– Las fiestas populares de tu ciudad y las tradiciones forman parte de la historia de tus recuerdos como en este pasaje: «La Alameda ya comenzaba a bullir. Si bien eran los primeros transeúntes del día y los primeros vehículos, pronto se sumarían más y más, abarrotando las calles y plazuelas, los mercados y las tiendas. Al cotidiano ajetreo se añadiría el aliciente de engalanar las calles para la velada de San Juan, así como con la preparación de los Júas». Explícanos qué son y qué significan los Júas.

Los Júas son representaciones humanas a escala natural. Muñecos de trapo, generalmente rellenos de petardos y serrín, que representan a personajes populares, caracterizados de forma burlesca. Se ponen en la puerta de la casa para que se divierta el que pase viéndolos y allí se tienen la víspera de San Juan. Luego, a las doce de la noche, se echan a las hogueras. El sentido es quemar lo viejo para dar paso a lo nuevo, como símbolo de algo que se debe purificar y que no quieres que vuelva a tu vida. Pero, lamentablemente, es una tradición que se está perdiendo.

– En 1917, la familia pasa las vacaciones de verano en las propiedades que posee en Churriana y en la Caleta. Precisamente, el desarrollo urbanístico de la zona este de la ciudad tuvo sus inicios a finales del siglo XIX. De entonces datan algunos de los edificios señoriales situados en esta parte de la ciudad. Así, el edificio de la actual sede de la Subdelegación del Gobierno en Málaga del Paseo de Sancha, en el número 64, fue, en realidad, el primer hotel de sol y playa expresamente construido con este destino, el primer alojamiento, con clara vocación turística, en la Costa del Sol. Entre los huéspedes ilustres del renovado Hotel Hernán Cortés, que a partir de 1925 se denominó ya Caleta Palace, estuvo Federico García Lorca. De esta manera nació la amistad del poeta con los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Federico escribió a Falla en una carta con membrete del Hernán Cortés: «Málaga es maravillosa y ahora lo digo dogmáticamente. Para ser un buen andaluz hay que creer en esta ciudad, que se estiliza y desaparece ante el mar divino de nuestra sangre y nuestra música». Háblanos de la Málaga literaria y pictórica, que tu padre conoció. Háblanos de esos personajes ilustres de la cultura malagueña, que todavía hoy son necesarios destacar y rescatar del olvido.

Además de Antonio Montiel, del que soy amiga gracias a mi padre, porque siendo alumno de la Escuela de San Telmo le encargó, en 1981, que nos hiciera a mi hermana y a mí dos retratos, destacaría a otros muchos pintores malagueños como Luis Bono, Félix Revello de Toro, Chicano, Mari Pepa Estrada, Torres Mata, Béjar, Pepe España, Bernardo Roquero, Sierra… Precisamente, a través de su profesor y amigo, Luis Bono, mi padre conoció también al poeta Alfonso Canales y mantuvo relación con José Luis Estrada, abogado, escritor, poeta, alcalde de Málaga, desde 1947 hasta 1952, y presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, institución fundada en 1849. Era un abogado tan excelente, que en Málaga había un dicho que decía: «Mata al rey, vete a Málaga, y que te defienda Estrada». Al poeta Bernabé Fernández Canivell, hijo del farmacéutico que inventó el Ceregumil, también lo trató mientras estuvo restaurando los barros malagueños en la Económica. Allí nos lo presentó a mi hermana y a mí, siendo niñas. Su porte y su exquisita educación me causaron una grata impresión. Asimismo, mi padre conoció a Baltazar Peña Hinojosa, abogado, poeta y escritor, de quien guardo un buen recuerdo, y a la poetisa María Victoria Atencia, a la que tuve el gusto de saludar en la presentación de un libro de Antonio Gómez Yebra. En cuanto a una mujer ilustre de la cultura malagueña, no puedo dejar de mencionar a María Zambrano. Nacida en Vélez Málaga, en 1904, es quizás la poetisa más reconocida de la provincia y una de las voces más relevantes del panorama filosófico del siglo XX. De hecho, cuando reformaron la estación de Málaga, con la llegada del AVE, le pusieron su nombre.

– «María… alegró a su hija con la noticia de la consecución para ellos de una vivienda con un amplio patio comunitario en La Aurora de los callejones del Perchel, cercana a la estación de ferrocarril. En sus alrededores, hacia la actual avenida de la Aurora, se extendía una amplia zona ajardinada, con un majestuoso invernadero en el que crecían numerosas plantas exóticas de la que aún queda como testimonio parte de los Jardines de Picasso… Entre los jardines de Picasso y el jardín contiguo al edificio de los ministerios, había ubicada una casa solariega de dos plantas perteneciente a los Larios, para uso y disfrute de la familia». Esta estampa hogareña se refleja en uno de los cuadros de tu padre, imagen que forma parte no solo de la portada de tu obra, sino que enmarca también el libro. En el cuadro vemos a tu padre, a tu tía Anita, a tu abuela, a la perrita la Chica y a tres caballos, que pertenecieron a la familia Larios. ¿Qué significado tiene para ti este cuadro y por qué debía formar parte del libro?

Además de ser un bello cuadro costumbrista en el que se muestran un lugar y unos personajes de la novela, quería que el nombre de mi padre estuviera presente en la novela. Él me transmitió gran parte de los hechos que narro en La herencia de los recuerdos. Por tanto, ha sido mi manera de hacerle también a él partícipe de la obra.

Tu padre, ferroviario y profesor de la Escuela de Arte de San Telmo, también fue pintor de un cuadro donde se aprecia la ermita de Zamarrilla. Sobre el personaje real, Cristóbal Ruiz Bermúdez, alias Juan Zamarrilla, cuyo apodo le venía por una flor blanca, abundante en los extramuros de Málaga, aromática y de tallo leñoso, circula una hermosa leyenda. ¿Puedes dárnosla a conocer?

Mi padre pintó ese cuadro tras restaurar los antiguos barros malagueños, que se hallan en el Museo de Artes Populares, donde varias de estas figuras representan a bandoleros. Cuenta la leyenda que Juan Zamarrilla, perseguido por las autoridades, por sus numerosos delitos, vio la ermita de la Amargura y entró. No supo dónde esconderse y, nervioso, se refugió bajo el manto de la Virgen. Allí permaneció sigiloso, mientras los guardias civiles registraban el templo. Cuando se dio cuenta de que estos se alejaban, agradeció a la Virgen que lo hubiera salvado. Tomó una flor blanca y se la puso en el pecho. Dicen que para sujetarla la clavó con su puñal en el vestido y, para su sorpresa, la Virgen tiñó de rojo sangre la flor prendida por el sanguinario bandolero. La leyenda nos dice que Zamarrilla, arrepentido de sus fechorías y sintiéndose perdonado por la Virgen de la Amargura, se entregó e ingresó en un convento, pero que cada año acude a la ermita a dejar ante la Virgen una rosa roja.

– La guerra ocupa un capítulo importante en la novela, en el que se detallan «días de fusilamientos, de chivatazos y condenas», así como la utilización bélica de la antigua fábrica de La Aurora. Recientemente, el investigador Carlos Hernández de Miguel ha recogido en su libro, Los campos de concentración de Franco (2019), que, oficialmente, existieron 296, repartidos por toda España, por donde pasaron entre 700.000 y un millón de españoles y españolas. Uno de ellos fue la fábrica textil de La Aurora, que, a finales de los años treinta, cambió los hilos por los alambres de espino, convirtiéndose en un centro de reclusión de prisioneros republicanos. El propio autor ha reconocido que lo que hoy es el Centro comercial Larios fue una de las cinco instalaciones malagueñas de represión más cruentas de la Dictadura, tanto por su duración en el tiempo, como por el número de prisioneros, que por allí pasaron. ¿Forma parte esta historia de la memoria colectiva de los malagueños?

Creo que no. Yo lo sé por mi padre, pero no he conocido a nadie de mi generación que lo supiera. Lo que sí es sabido por muchos malagueños es la huida de los republicanos por la carretera de Almería, cuando las tropas nacionales vencieron en Málaga. Los túneles de la Cala del Moral, transitados por esas fechas, por ser parte de la carretera hacia Almería, fueron atacados desde la costa. Alguno conserva en su pared el orificio por donde entró la bomba. También los fusilamientos en la Plaza de Toros La Malagueta. Y previo a la guerra, la quema de numerosas iglesias en las que se perdió un patrimonio escultórico de gran valor. En la memoria colectiva de esta ciudad, con gran tradición cofrade y una espectacular Semana Santa, permanece la suerte que corrió la imagen del Cristo de la Buena Muerte y Ánimas, obra de Pedro de Mena y Medrano, tras los sucesos de mayo, de 1931.

– Los veranos en la casa de la Axarquía saben a pan cateto, a moras, a patatas fritas de Casa Paco; huelen a geranios, a jazmines, a mulos o a cabras y vuelves a la niñez cada vez que evocas la voz de Elena Francis, la música de aquella orquesta, los fuegos artificiales de las Ferias o aquel beso tímido en la mejilla al finalizar la carrera de cintas. «Luego vemos que nunca fuimos más libres, más felices, ni estuvimos más seguros que cuando éramos unos niños que jugaban a ser adultos». ¿Qué permanece en tu memoria de esos veranos?

La niñez, la adolescencia y la juventud tienen fuertes registros en nuestra memoria. Cuando un estímulo sensorial abre las puertas del pasado se cuelan múltiples y gratos recuerdos. Más de los que puedo llegar a imaginar. Y solo diré que todos son bellos.

– El tren es otro de los grandes protagonistas de la novela, unido a todas las vivencias de esta saga familiar. «Nunca se romperá el vínculo de su infancia con el tren… todos esos recuerdos hacen que Ruth no pueda desvincularse afectivamente de las raíces ferroviarias que tiene». El economato, el kilométrico, los viajes a Álora, Sevilla, la estación de El Chorro… forman parte de tu ayer y del ayer de tu ciudad. Ester, un recuerdo asociado al tren… Un viaje en tren por la provincia de Málaga, que no podemos perdernos…

Uno de los parajes más hermosos de Málaga es el Caminito del Rey, aunque no resulta apto para quien tenga vértigo a las alturas. En las laderas del desfiladero de los Gaitanes se construyó un camino para controlar el Pantano de El Chorro, un prodigio de la ingeniería hidroeléctrica del siglo pasado, llamado desde 1953, Embalse del Conde de Guadalhorce. La obra, que surgió de la mente del «ingeniero poeta» Rafael Benjumea Burín, gozó, ya en la época, de tales alabanzas, que el propio rey Alfonso XIII, en su vista oficial, en 1921, quedó tan impresionado con lo que vio, que ese mismo año, concedió a Rafael el título de Conde de Guadalhorce, «para él, sus hijos y sucesores». Para conocer este enclave mágico, recomiendo subir en tren hasta la estación del Chorro, hacer noche en el hotel que hay allí, en plena naturaleza, y apuntarse allí mismo para realizar la visita al Caminito. Por supuesto, hay que hacer la gestión previamente. Otra opción interesante puede ser coger el tren de cercanías e ir a Torremolinos. Es un placer pasear por la calle San Miguel o bajar hasta la playa del Bajondillo, comunicada por un paseo marítimo muy agradable, con la playa de la Carihuela.

– Si en Málaga no se toman cafés con leche, sino nube, sombra, solo, largo, semi largo, solo corto, mitad, entre corto o corto, los churros con los que se acompañan esos cafés y chocolates llevan desde hace años la marca de la Casa Aranda. Tomarse un chocolate con churros, en Málaga, pasa inevitablemente por esta casa de desayunos y meriendas desde hace más de ochenta años, en concreto, desde el 2 de febrero de 1932. Ester, ¿un café literario tradicional de Málaga para desayunar o merendar y añorar el pasado?

Los cafés tuvieron un gran protagonismo en la vida de mi ciudad, desde finales del siglo XIX. Locales como La Loba, El Chinitas, El Senado, El Munich o la Marina fueron importantes centros de reunión y actividad social. De todos aquellos, el único que aún se mantiene abierto es El Café Madrid, que data de 1892. Al igual que Casa Aranda, también ofrece chocolate con churros y el salón de arriba posee ese sabor a nostalgia, que suele gustar al visitante. Otro espacio con mucho encanto y vistas a la Catedral, que sirve desayunos y meriendas, es El Jardín, situado en un edificio del siglo XIX. El interior de grandes techos y decoración antigua es muy acogedor y los fines de semana tiene música en directo. Además, destacaría una cafetería, que está en la parte nueva de la ciudad, concretamente, en la zona universitaria, llamada Librería Café Q Pro Quo.

La Casa del Consulado es, desde el siglo XIX, la sede de la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga, institución fundada en 1789. Su nombre se compatibiliza con el de La Económica, con el que los malagueños la conocen. ¿Qué papel juega esta institución actualmente en la vida de la ciudad? ¿Y la Escuela de Arte de San Telmo?

La Económica es la institución cultural y económica más antigua de Málaga. Su biblioteca cuenta con más de 12.000 volúmenes. Posee dos salas de exposiciones temporales en su planta baja, que se pueden visitar gratuitamente, mientras que el salón de actos de la planta alta se utiliza para charlas y presentaciones. A su lado está el Ateneo, en un edificio que fue durante años la Escuela de San Telmo y que pertenece a un complejo arquitectónico del siglo XVII, poseedor de un gran valor histórico. En él también disfrutamos de numerosas actividades y ha sido testigo mudo de la presencia de los más ilustres escritores, historiadores, artistas o pensadores. Recientemente, me dijo el secretario del Ateneo que están preparando la parte superior del edificio para destinarla a museo, ya que Picasso estudió allí. Por lo que respecta a la actual Escuela de San Telmo, ofrece una gran variedad formativa y también se realizan exposiciones de los distintos talleres.

– Para finalizar, nos gustaría que nos comentaras estos dos pasajes de la novela, que hemos seleccionado:

«Aquellos cuentos y juegos transmitidos que heredó de él ahora eran suyos y con el mismo amor que le llegaron a Ruth, los regalaría a sus nietos. Esa continuidad mantendría viva a los seres queridos que habían partido ya y quién sabe, algún día serían esos mismos tesoros familiares los que harían que su memoria perdurase»

La Historia siempre fue una de mis asignaturas favoritas, pero con los años he comprendido que conservar y transmitir lo que me han aportado mis familiares es mantener vivas mis raíces para las siguientes generaciones. Creo que, mientras ellos sean recordados, vivirán en nosotros y nos seguirán acompañando en el camino.

«Había entendido con los años que a lo largo de una vida se sumaban las experiencias propias con las de los seres queridos. Sabía que, aunque solo fuera un eslabón de la cadena familiar estaba engarzado al anterior y el posterior y que la suma de todos constituía la familia».

En las generaciones de una misma familia, a veces, los hechos se repiten y la experiencia de nuestros antepasados nos sirve para orientarnos. Aunque se dice que nadie aprende por experiencia ajena, en mi caso, no es cierto. Mis mayores me han servido de referente para modelar mi personalidad. Al final, soy un cóctel de genética e imitación, y también mis genes, junto con el legado recibido, dejarán mi esencia en las nuevas generaciones. Sin duda, esta herencia es el sello de nuestra identidad familiar.

Agradecemos a Ester los recuerdos compartidos con nosotras y animamos a nuestros lectores a descubrir la herencia de esta pequeña joya literaria. Quedan, como diría el poeta Manuel Altolaguirre: «En mis labios los recuerdos. / En tus ojos la esperanza. / No estoy tan solo sin ti. / Tu soledad me acompaña».

La herencia de los recuerdos. Ester Cruzado. Málaga. Ediciones Algorfa. 2021. 206 páginas.

Imágenes cedidas por Ester Cruzado.