LOS DESEOS NO SON SOLO PALABRAS, DE MARÍA ESTÉVEZ.
«La felicidad es responsabilidad, hay una relación entre el valor de conseguir algo y la dificultad de hacerlo, pero no es suficiente con desear. ¿Te sientes capaz de irte sin un mapa?».
María Estévez, que inició su trayectoria profesional en la revista Tiempo, es «una periodista trotamundos especializada en cine». Ha vivido en Londres y Nueva York, aunque, en la actualidad, reside en Los Ángeles, ciudad en la que colabora en diferentes revistas de moda y viajes y donde ejerce de corresponsal de la Agencia Colpisa. Es miembro del Women Film Critics Circle, es decir, el Círculo Femenino de Críticos de Cine de Estados Unidos, organización formada por cincuenta y nueve críticas de cine y académicas de Estados Unidos, pertenecientes a algún medio de comunicación.
Con Roca Editorial ha publicado sus novelas Reina del duende (2012), que narra la vida, los amores y el arte de Pastora Imperio, familiar lejano de la propia autora; Tu maldita voz en mi memoria (2019), que narra los amores entre una joven católica y un hombre judío, envueltos en una trama de espionaje entre aliados y nazis, en Tánger, por conseguir una ruta, a través de África, para el tráfico de diamantes; y Los deseos no son solo palabras (2022), una novela inspirada en la vida de Adriana Abascal: «reconocida internacionalmente como icono de la moda, modelo, presentadora de televisión y empresaria», nacida en Veracruz, y «embajadora de Valentino para España y América Latina», «una reconocida coleccionista de arte contemporáneo y una emprendedora en la industria de la moda».
La protagonista de Los deseos no son solo palabras, Julia Terán, está a punto de cumplir cuarenta años, coincidiendo con la Noche de Brujas, como se conoce la festividad de Halloween en México, en un momento clave de su vida, pues debe iniciar una nueva etapa personal y profesional, con el demonio agazapado para apresarla: «Primero tú, aunque te dé miedo. Tú das los pasos al andar, si son cortos o largos, rápidos o lentos. El demonio, que no te líe. Ese siempre gana, acecha en su siniestra caza. No te rindas al satanás de la complacencia». Sus matrimonios, primero con Lucho y, luego, con el que el apoda como el Hombre de Metal, calificado así por el gusto metálico que le dejan en la boca su inquietante presencia y sus malos actos, hacen que Julia tenga que lidiar con los fantasmas que la rodean y con sus propios temores, para enfrentarse a los problemas. Además, influenciada por su nana Timotea, de la que tanto aprendió de brujería, la protagonista cree que «los hombres y las mujeres con miedo son creados por el demonio», siendo muy consciente de que «la vida es un viaje con estaciones en las que nos bajamos y nos quedamos un tiempo. Unas estaciones son más coloridas que otras, más ruidosas, engañan nuestros sentidos. Una vez que aprendes, vuelve al camino, porque ese camino siempre espera. Disfruta del paisaje, recuerda lo que aprendiste en la última parada y mira hacia la próxima. Invita a tus fantasmas a acompañarte, pero no les hagas caso».
La narración alcanza, en ciertos pasajes, tintes de realismo mágico, propio de la narrativa del boom latinoamericano, de mediados del siglo XX, por su interés en mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común: «Julia, te he traído a mi pueblo porque he decidido que es el momento de tu iniciación. Mi niña, sé cómo te busca el diablo porque conozco tus poderes, y necesito protegerte» −le confiesa Timotea la primera vez que la lleva a su pueblo natal, Catemaco.
La brujería, los hechizos, el mundo de los espíritus también están muy presentes en la vida de su cuñada Mo, con quien mantiene una excelente relación: «Decía que ella y yo habíamos crecido en un país álgido de misoginia social e intelectual. Sabía que no decía con libertad lo que pensaba, que se guardaba sentimientos en sus silencios, cuestionaba mi dependencia como si yo fuera una hieródula. Sé vestirme, moverme, hablar, desear; el arquetipo de mujer que castra a los hombres. En mi opinión, tanto las mujeres seguras de su sexualidad como las célibes buscan independencia. Ella no es una mujer, sino el mundo, y yo también». Es, precisamente, en aquello que las separa donde ambas han encontrado la necesaria unión para construir su sólida amistad: «Las dos convivíamos en un escenario espiritual en interpretamos el mismo personaje desde perspectivas completamente enfrentadas. Aquel antagonismo ha sido un triunfo para nuestra amistad. Ella controla mis demonios escorada en una encopetada espiritualidad».
En Ciudad de México, a donde Julia se traslada para convertirse en la mujer más bella del país, coronándose como Miss México, Julia pretende encarnar a la Lilith mitológica que «simboliza el poder de la mujer», aquella que «fue esposa, feminista pionera, reina del infierno» y que «también representa la independencia y la libertad de existir», aunque su dependencia emocional sea complicada en un país en el que el patriarcado sigue (estando) tan arraigado, donde la inseguridad es inevitable y en el que una buena filosofía de vida puede ser la de aceptar que «el destino no es enemigo ni amigo, sino un compañero que hay que aceptar».
Al lado de uno de los hombres que marca su vida, la protagonista de la obra aprende que no puede vivir pensando en aquello que no tiene, «anhelando éxito, oportunidades, una vida excitante», pues debe identificar el objeto del deseo, trazando un mapa de cómo conseguirlo y llenando la vida de belleza y conocimiento. Sin embargo, junto a otro compañero de vida comprueba lo frágil que se puede llegar a ser, cuando la persona que te acompaña no es la idónea: «¿Qué sucede con las parejas? Pasado el tiempo de la ceguera, se rompe el espejismo, la ilusión desaparece y nos quedamos unidos a una falsedad por efecto del miedo». De ambas experiencias necesitará la distancia necesaria que da el tiempo, para retomar sus ganas de superarse, de retarse, de trabajar bajo presión, volviendo a tener el control sobre su vida y su naturaleza, pues «cuando alguien se siente vulnerable y toma decisiones, lo hace porque ha llegado a un punto sin retorno».
Los viajes telúricos, que Julia realiza por diversas localidades de México, como Oaxaca, por motivos profesionales, y Cuernavaca, para visitar a una sanadora espiritual, y por grandes urbes inhóspitas, como Ciudad de México o Los Ángeles, la llenan de preguntas que debe responder en su propio interior: «¿Cómo he llegado hasta aquí? Consecuencia de mis propias debilidades, supongo. He ido preguntando, buscando, creando una niebla a mi alrededor para esconder mi realidad. La traición es autodefensa. […] Creo que es imposible encontrar a alguien incapaz de traicionar […]. Es un acto deshonesto, a veces premeditado, a veces espontáneo, que rasga a la humanidad». Por lo tanto, el viaje vital, trascendental al que debe enfrentarse en su vida, en la década que está a punto de estrenar, se complementa con los desplazamientos que se ve obligada a hacer por su país de origen y por el continente europeo, lo que le hace cuestionarse su realidad y su personalidad: «Creo que sobrevivir al poder necesita traiciones. […] ¿Cómo mantener la ambición sin una traición? Acondicionar el éxito requiere ciertas manipulaciones de la realidad, ejerciendo esa indignidad desde dentro». Ese viaje al mundo de los miedos interiores le llevará a no pocas derrotas, pero también a merecidas victorias: «Una voluntad y una mente resistentes pueden crear lo que quieras, piénsalo. No hay necesidad de magia, de hechizos, de cantos; si usas esos rituales, debes asociar una intención a ellos. Planea cada deseo para conseguir una ventaja».
Viajar para conocer(se) y volver para recuperar los viejos afectos, las raíces de las que provenimos, como seres de palabra: «Cada paso que damos lo hemos dado antes y lo volveremos a dar de nuevo, hasta dar con la rama del árbol que nos sacará del camino, una rama que agarramos solo cuando sabemos que la necesitamos». En reinventarse cada día parece estar la clave para continuar con el viaje de nuestras vidas, estimados lectores, y, por ello, os invitamos a conocer la novela Los deseos no son solo palabras, de María Estévez.
– Los deseos no son solo palabras. María Estévez. Roca Editorial de Libros. Barcelona. 2022. 224 páginas.