UNA CASA EN EL ALBAICÍN, DE EMILIA SÚNICO.
«La niebla es una amiga que juega conmigo, que me abraza y me besa y me transporta como en un sueño».
La historia de la Literatura está llena de referencias al papel de las mujeres dentro de las casas , a esos espacios vinculados a las tareas domésticas o al hastío que producen un matrimonio sumido en la rutina. Una rutina en la que él goza de libertad, mientras ella limpia los fogones. Mujeres congeladas, bajo el peso del tiempo, heladas , en de la autora francesa Annie Ernaux, que no disponen de una habitación propia, sino que, por el contrario, quedaron atrapadas en estancias múltiples, en el cuidado de los otros.Sin embargo, más allá de esta asociación, escasas han sido las obras que, en los últimos años, nos han mostrado los diferentes imaginarios poliédricos que habitan en el hogar, como evidencia la escritora sevillana Emilia Súnico, en su novela Una casa en el Albaicín , una historia social, «de compromiso urbano y humano», ambientada en el mítico barrio granadino, Patrimonio de la Humanidad.
– Emilia, desde las primeras líneas, el lector percibe que la casa es identidad e intimidad, voz narrativa de la ficción y testigo protector de las voces de sus habitantes: « Yo soy la casa . Yo veo , huelo y siento lo que se produce en mí, o lo que llego a observar y oír desde mis ventanas , mis balcones , y mi alero . Yo soy todo eso . Soy la pareja d en que se apoya la gente que pasa. Soy mirada y observada , como yo hago con ellos . Miro, observa y cuento ». Cuéntanos , ¿ cómo surge esta idea?
La casa adquirió entidad en el proceso creativo, no conscientemente. Desde el inicio tenía claro lo que quería contar, la historia de Alicia, la protagonista entre los habitantes de la casa, pero no daba con la clave de cómo contarlo. Tuve que parar la escritura durante meses, y tras darle muchas vueltas resurgió, en mi cabeza, una idea que ya rondaba por ella desde años atrás, cuando, por mi trabajo en el Instituto de Rehabilitación de Vivienda del Ayutamiento de Granada, convesarba con los habitantes de casas antiguas y deterioradas deseando conocer sus historias y las historias de las casas. «Si la casa contara» es similar a «si las piedras hablaran», expresión que usaban, pero que yo había olvidado. Fue un proceso lento.Leí bastantes libros buscando inspiración, hasta que encontré la voz que necesitaba. Fue muy emocionante.
– «Yo soy la casa y no duermo, y velo por mí y respiro la noche , el aire que me circunda , y el aire que exhala los que duermen en mí, en sus cuartos oscuros, o en sus noches insomnes. Yo soy la casa y estoy feliz , porque soy vieja y sigo en pie , porque mis fuerzas se renuevan con la vitalidad de la gente joven que me habita , que abre y cierra mis puertas y ventanas , que suben y bajan rápidos mis escaleras , que me llenan de sonidos nuevos, de nuevos ritmos , que dejan correr el agua por mis tuberías , que me dan calor en el invierno, y que hacen cosas que nunca había visto…» ¿Este ser con alma es también un alegato a la necesidad de proteger nuestro patrimonio?
Sin lugar a dudas. La casa defiende su derecho de seguir en pie, de seguir cumpliendo su función de cuidar de sus habitantes y reclamar la necesidad de ser mantenida y arreglada. Es la voz que defiende la necesidad de respetar y mantener nuestro patrimonio, nuestra historia y la historia de las personas que la vivieron y que han dejado su huella de algún modo. A través de la casa, se «viaja» en el tiempo vivido por nuestros antecesores, los que, poco a poco, han ido haciendo nuestros espacios domésticos y urbanos.
La casa es la voz que reclama la conservación, el respeto y la admiración por las construcciones hechas con la sabiduría de quien buscaba la permanencia en el tiempo, rentabilizando lo invertido. Construcciones para perdurar, con materiales eternos como la piedra, los muros de mortero de cal, las buenas maderas, entre otros elementos que duran siglos, si se los mantiene.
– « Yo soy la casa y estoy llena de vida , porque la vida vive en mí ». ¿Nuestra casa somos nosotros mismos?
La casa es un símbolo de vida. Es como un organismo, lleno de otros seres que, en un juego de equilibrio de interacciones, permiten la existencia mutua, se complementan para poder existir en una simbiosis. La casa reivindica que forma parte de nuestra vida humana, surge de una necesidad perentoria de espacio habitacional y de protección para los seres humanos, pero ella misma nos necesita y la prueba de ello es el deterioro que sufren las casas que se dejan de habitar.
– La casa permanece « llena de ausencias , de recuerdos que vivo porque han vivido en m í». Quienes transitan por la historia de esta escalera se encuentran en ella un modelo de convivencia intergeneracional basado en el apoyo mutuo y en el afán por crear una sociedad más humana. El espacio se mimetiza con sus habitantes de tal manera que conforma un refugio de solidaridad. ¿Caminamos hacia un hogar que cura o que nos aísla?
Es una buena pregunta que lleva a la reflexión. La casa es el reflejo de una convivencia posible y realista, pero es difícil responder de manera general porque se entremezclan factores tanto urbanísticos como personales, que se retroalimentan. Desgraciadamente, los espacios donde habita la mayoría de la gente, hoy en día, no responde a este tipo de vivienda antigua, donde es más fácil este tipo de relación. En las grandes ciudades de nuestro entorno, el sistema de vida nos lleva, cada día más, a no disponer de tiempo para interactuar con quienes habitan al lado.Otro condicionante importante es la configuración propia del espacio, como es lo excesivo de las alturas de muchos edificios, donde ya nadie pasa por las escaleras, o el tipo de espacio exterior a muchas viviendas, que no invita a permanecer en ellos.
En los entornos históricos de nuestras ciudades, donde la vida podría ser más sosegada, se está produciendo el fenómeno de la excesiva «turistificación», que lleva al extremo de que los pocos habitantes estables que quedan en algunos edificios se queden aislados, sin vecinos, porque el turista no permanece para que se dé otro tipo de relación. En este caso, el fenómeno, en exceso, es tan dañino como una invasión de termitas que, finalmente, solo dejan el cascarón de la apariencia exterior.
Las casas y nosotros mismos entornos necesitamos con estabilidad, donde se pueden dar relaciones humanas positivas, como he tenido ocasión de observar en las casas de vecinos tradicionales, y que reflejan en la novela, donde personas mayores, lejos de aislarse, han buscado el apoyo de los nuevos vecinos jóvenes, creando lazos de apoyo mutuo. Los entornos deben favorecer los encuentros para mejorar nuestras facetas positivas y, en este sentido, tan perjudiciales son los espacios de las comunidades de casas unifamiliares donde no hay lugares de encuentro espontáneos y naturales, como se da cada vez más frecuentemente en barrios de clase media -alta, como los espacios de barrios donde el entorno está descuidado y no invita a permanecer en ellos.Hay que intentar que se creen espacios de encuentro y, desde luego, mantener aquellos donde se producen.
– A través del personaje de Alicia, se aborda el tema del acceso a la vivienda y de la precariedad laboral a la que se enfrentan muchos jóvenes, en riesgo de exclusión social. ¿Cómo concienciar de este problema actual a una sociedad cuya economía es consecuencia de la especulación del suelo?
Sin duda, se trata de los tres grandes problemas a los que se enfrenta, hoy por hoy, la inmensa mayoría de nuestra juventud: la dificultad de acceso a un trabajo en condiciones dignas, a la vivienda y, como consecuencia de todo ello, el riesgo de pobreza y exclusión.
Si la vivienda se ha convertido en un bien inalcanzable para muchas personas que, como mucho, solo pueden aspirar, con suerte, a compartir un piso, si no se consigue un trabajo con cierta estabilidad y con sueldos dignos que permiten costar una vivienda, si nuestro sistema no crea lo necesario para que el relevo generacional tenga su espacio para desarrollar su proyecto de vida, es obvio que el modelo actual no funciona.
Por supuesto que no tengo una solución, aunque sí ciertas ideas. Nuestro sistema no crea empleo para todos, al contrario, cada vez se necesita menos personas para producir lo mismo, según en qué cosas. Las máquinas, los ordenadores, las mejoras en las cadenas de producción y distribución lo hacen posible. Sin embargo, esa mejora provoca más pobreza y marginación. Si todas las personas, por el mero hecho de existir, tuvieran asegurado un mínimo para poder vivir con dignidad, si ese tiempo perdido buscando trabajo desesperadamente se invirtiera en creatividad, en mejorar el medio ambiente, en recuperar nuestros bosques y nuestros mares, en inventar , en cultura, ¿no redundaría en beneficio de todos?Si la salud mental y física no estuviese presionada por la desesperación de la precariedad económica, ¿No viviríamos más seguros y mejores? La sociedad debe buscar mecanismos de equilibrio y eso pasa por un cambio de modelo.
Tomar conciencia de todo ello, bien por experiencia directa o por lecturas que invitan a pensar en estos temas, puede ser la clave.
– Por otro lado, la propiedad privada se presenta a través de la figura de Miguel, « un parásito , peor que las temibles termitas , un indeseable holgazán, que no piensa más que en llenar su tripa … Pone nervioso su presencia , se acerca , pica o muerde y te deja el dolor de su veneno ». ¿Hemos cedido a otros nuestro derecho a crear una ciudad conforme a nuestros deseos?
En primer lugar, quiero aclarar que, en la novela, ni siquiera el personaje de Miguel, el casero avaro y descuidado, es totalmente negativo. Es un hombre corriente, que va a su avío, sin mucha idea del verdadero valor de su posesión y donde esa falta de conocimiento y de visión le lleva a la ruindad. Es víctima y verdugo del sistema donde él cree buscar un beneficio propio cortoplacista y miope, ciego al verdadero tesoro del inmueble y, sobre todo, incapaz de valorar que la vivencia de sus inquilinos es un bien inmaterial que redunda en la calidad de vida de la zona.
Por otra parte, no creo que nuestro derecho individual deba crear la ciudad. La ciudad, como espacio urbano, es un espacio común, un bien de todos que debe responder al derecho común. El problema es que, hoy por hoy, se ha dado prioridad a derechos individuales que, por otra parte, solo pueden ejercer aquellos que cuentan con suficiente poder y recursos para ello, imponiéndose a los intereses comunes.
– « Pero ahora todo se confunde , porque yo tengo apariencia de nueva , y un nuevo tipo de vida me corr ey recorre por dentro y me llena de la nueva modernidad , de modernidad precipitada, de modernidad molesta , de sonidos de ruedas que llegan y se van, y de dañinos golpes de maletas en las escaleras y de nuevas costumbres higiénicas con nuevos productos que me ti corrieron a los desagües y tuberías y que me atasca ny me llenan de agua sucias que impregnan mi zaguán». « Ya no conozco casi los pasos que me rondan, no conozco los olores , l os sonidos domesticos . Son extraños estos cambios ». ¿ Corren el riesgo ciudades españolas, como Granada, de «morir» debido al impacto de la gentrificación o de la masificación turística?
Los fenómenos de la «turistificación» y la gentrificación tienen efectos distintos y no siempre totalmente negativos. Desde mi punto de vista, el más peligroso y dañino de los dos es la excesiva «turistificación», que convierte la ciudad histórica en un objeto de consumo rápido y desechable, rompiendo con sus efectos el tejido vecinal, incompatibilizando el exceso de ruidos y masificación de sus calles con la vida de los vecinos y, por ello, con el riesgo de convertir el casco histórico en un cascarón de huevo que queda vacío y sin vida propia cuando estos se van, como ya ocurre en gran medida, en los cascos históricos de ciudades como Barcelona, Brujas, Lisboa, Valencia… entre otras ciudades, grandes y pequeñas, provocando la muerte de la ciudad histórica como tal.
La gentrificación, es decir, la de una clase social con mayor poder adquisitivo a una zona tradicionalmente más popular, si no es excesiva, permite la revalorización de la zona y es más fácil que se producirán verdaderas y cuidadas rehabilitaciones de inmuebles ruinosos, recuperándose con ello el patrimonio historico y cultural.No obstante, ambos fenómenos deben ser «controlados», mediante ayudas a los habitantes «autóctonos», con subvenciones a la rehabilitación, tan costosa e inalcanzable para las economías de gran parte de los habitantes de estas zonas históricas, pero sujetos a un compromiso de permanencia de estos en el entorno, porque al final, son los propios habitantes de la zona que venden, buscando un beneficio inmediato que les permita acceder a unas mejores condiciones de habitabilidad y contribuyendo, con su marcha,
Si algo ha caracterizado al barrio del Albaicín, durante gran parte de su historia, ha sido la convivencia de todas las clases sociales, sin crearse guetos ni zonas exclusivas, sino compartiendo vecindad habitantes de palacetes y de los grandes cármenes, de familias pudientes, con las casas de vecinos o viviendas unifamiliares humildes. Y este modo de convivencia se ha demostrado que es más sostenible y más seguro, en contraposición a las zonas exclusivas frente a los barrios marginales, que terminan siendo foco de conflicto e inseguridad. Por tanto, a todos nos interesa mantener este estilo de convivencia urbana.
– ¿Crees que ambos fenómenos guardan una relación directa con los modelos económicos que se han ido extendiendo desde la globalización?
Sin lugar a dudas. Estamos inmersos en un consumismo devastador con consecuencias terribles y que está alcanzado un nivel global. Es el resultado del sistema neoliberal descontrolado, donde absolutamente todo se convierte en un bien consumible y desechable y del que principalmente se beneficia el capital en sí como sistema, no los seres humanos individualmente.
– «Yo soy la casa y soy vieja, muy vieja y quiero seguir en pie». La resistencia implica un compromiso social. ¿Consideras que, en estos momentos, el tejido urbano está concienciado con el desarrollo urbanístico de nuestras ciudades y que presenta estrategias para hacer frente a estos procesos de transformación?
No sabría decir hasta qué punto la comunidad urbana está concienciada de manera suficiente para hacer frente a la amenaza que suponen estos procesos de cambio, pero es evidente que con frecuencia surgen voces vecinales reclamando control ante el problema de la «turistificación», especialmente en grandes urbes del primer mundo. Aquí, en Granada, en el Albaicín, surgen voces ciudadanas en este sentido, pero no siempre provienen de los vecinos tradicionales, sino también de los nuevos habitantes «gentrificadores», con mayor conciencia de los riesgos de los excesos especulativos. No obstante, la realidad es que, en ciudades como Granada, cada vez más la gente vive del turismo, en un proceso de revulsivo peligroso ante la falta de alternativas y no parece que haya interés en poner límites.Me temo que quizás el cambio llegue antes por imposiciones ambientales que por cambios propiamente urbanísticos. Supongo que terminará de regularizarse cuando la presión baje ante la falta de demanda, si baja el turismo por restricciones energéticas. Es una esperanza y un temor, por lo que puede suponer para mucha gente todo cambio rápido y sin alternativas a medio plazo.
– ¿Cómo educar a nuestros jóvenes en los valores de la reciprocidad y el espíritu de colectividad, que deben imperar en toda la sociedad?
La reciprocidad y el espíritu de colectividad surgen, como casi todo, de la necesidad, tal y como se refleja en la novela. Son comportamientos ventajosos para todo el mundo y lo que verdaderamente nos ayuda a vivir y, sobre todo, a sobrevivir, en momentos críticos, como es el caso del personaje de Alicia. Aprenderlo e interiorizarlo, supongo que deben ser el resultado de las vivencias y de la conciencia de igualdad, como seres humanos.
Quizás la receta esté en dar a los jóvenes la oportunidad de comentar, tras unas lecturas fáciles y cercanas, como puede ser esta obra, sus problemas reales o amenazas, de argumentar, de expresarse abiertamente, porque en todo proceso de aprendizaje, la toma de conciencia es fundamental. Por mi experiencia, sé que, si a nuestros jóvenes se les ofrece debatir, sin presión, y en pequeños grupos, con frecuencia nos sorprenden por la madurez de sus reflexiones.
En el histórico Albaicín, estimados lectores, circula el dicho de que «sí quieres conocer mejor a alguien solo tienes que visitar su casa». Cármenes con alma, llenas de historia, de memoria y de vida, como la casa que hoy hemos recorrido, a través de la mirada universal de Emilia Súnico. Con ella, La tinta entre tus dedos ha vuelto a Granada, al paseo del Darro una mañana de verano junto a Victoria E. Muñoz, a la Catedral, al Mirador de San Nicolás, a la Alhambra… Enamoradas eternamente de esta mágica ciudad, el Albaicín es ese lugar al que siempre deseamos volver.
– Una casa en el Albaicín. Emilia Súnico. Granada. Editorial Nazarí. 2022. 182 páginas.