«Yo no dejaría de estudiar por nadie. ¿Tú no te das cuenta de la suerte que tenemos? ¡Que vamos a la universidad!». 

Ruth Prada presentó Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, formación que adquirió con los estudios realizados en las Universidades de Toronto y Santiago de Compostela. Ha trabajado para medios como El País, Prisacom, Cuatro o Mediaset y ha colaborado en distintas publicaciones como Jot Down Cultural Magazine y Yorokobu, revista de innovación, creatividad y tendencias. De niña, se aficionado a la lectura con las historias de Enid Blyton y ha publicado varios cuentos infantiles. En 2022, publicó su primera novela, Las modernas, en la que trata el tema de las primeras mujeres universitarias españolas.

– La protagonista de la novela, Catalina, se enfrenta a un hecho crucial en su vida: tener la oportunidad de asistir a la Universidad Central, en Madrid, y residir en la Residencia de Señoritas, impulsada y dirigida por María de Maeztu, durante el curso 1928-1929. «Su corazón iba bombeando ansiedad hasta dejarla repartida por todos los costados de su recién estrenado cuerpo de adulta». ¿Cómo ideaste a esta protagonista? ¿Querias que se pareciera a alguien en particular? ¿Por qué?

En realidad, el principio de todo fue mi intención de contar la historia de lo que ocurrió en la Residencia de María de Maeztu, una historia poco conocida. a pesar de la trascendencia que tuvo, pues promovió que las mujeres de este país podrían alcanzar el derecho a una educación superior.

Durante el trabajo de documentación, que fue largo y exhaustivo, me hice una idea bastante clara del pensamiento de la época y, a partir de ahí, pude crear a Catalina, la protagonista. No se parece a nadie que yo sepa, porque su forma de pensar es acorde a la época que le tocó vivir. De todas formas, creo que los autores dejan algo de nosotros en nuestros personajes, aunque la historia de Cata y la mía no tenga nada que ver, salvo que las dos somos del Bierzo.

– En la Residencia, conoce a chicas como Esme, que estudia Derecho, oa Manuela y Almudena, que, como la propia Catalina, estudian Farmacia. Allí entenderá «el significado más hondo de palabras como tesón, orgullo, motivación, fidelidad», conocerá el valor de la amistad y vivirá el primer amor, mientras se da cuenta del mundo injusto en el que viven mujeres como Victoria Kent o como las estudiantes de Química, que no se pudo realizar en los laboratorios de las universidades, o de la necesidad de tener prácticas permiso del padre o del marido para poder realizar actividades tan cotidianas, como podría ser ir de excursión a buscar plantas. También tendrá la oportunidad de asistir a las clases y conferencias impartidas por pensadoras como María Zambrano, una mujer que «enseñaba a pensar».Y conocerá a artistas, emergentes por entonces, como Adela (Delhy) Tejero, una mujer que, para Catalina, «parecía india o mora. O gitana», que «empezó vendiendo dibujos a las compañeras de la Residencia», en definitiva, «una muchacha de aspecto enfermizo, que se ponía a dibujar cuando era noche cerrada y además veía brujas». ¿Cómo ha sido tu extraordinaria labor de documentación para escribir sobre estas mujeres tan relevantes?

Empecé leyendo los pocos ensayos que se han publicado sobre la Residencia de Señoritas, donde conocí los nombres de las mujeres que estuvieron relacionadas con la institución, ya fuera como alumnas o como profesoras. A partir de ahí, busqué las biografías de estas mujeres, leí en la hemeroteca muchas publicaciones donde aparecieron entrevistas y reseñas sobre ellas y, además, encontré un tesoro: el archivo, milagrosamente conservado tras la Guerra Civil (estuvo perdido durante medio siglo en un edificio en ruinas), donde se conserva toda la correspondencia que mantuvo María de Maeztu con las alumnas y sus familias.Esas cartas han sido una fuente de inspiración extraordinaria para recrear estos personajes históricos, que aparecen como secundarios en la novela, ya que todos los personajes principales son ficción. También leí literatura de la época que me enseñó mucho sobre la mentalidad, las costumbres y las reglas que regian aquella sociedad. Por citar algunos autores que más me han influido en la escritura de Las modernas , señalaré a Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Carmen de Burgos o Arturo Barea.

– Catalina es, además, hija de doña Inmaculada de León y de don Ernesto Fernández, el boticario de una pequeña localidad del Bierzo, llamada La Villa, donde la familia tiene una vida acomodada. Pero el viaje a la gran ciudad que es Madrid le hará replantearse los límites de la libertad. «Cómo me gusta Madrid, aquí nadie te puede cortar trajes porque ni siquiera sabe quién eres» −le confiesa la protagonista a su amiga Manuela−, aunque también se llega a sentir cohibida conforme va ampliando su círculo de amistades en Madrid, razón por la que esme le tiene que recordar: «¿Tú a qué has venido a Madrid, a aprender cosas nuevas oa dejar de hacerlas por el qué dirán?».¿Los lugares que aparecen en la novela −La Villa, la calle Fortuny, la Residencia de Estudiantes, el barrio de Lavapiés…−, son también protagonistas de la trama?

Me gusta que los lugares también sean protagonistas, sobre todo la Residencia, cuya vida cotidiana he querido contar al detalle y que se regia por unas normas propias, muy avanzadas y progresistas, que nada tienen que ver con el resto de la sociedad durante la dictadura Primo de Rivera. Por supuesto, también tiene un gran peso en la novela el Madrid de la época, que se abría a la modernidad en ese periodo de los años veinte, con sus edificios vanguardistas en la recién inaugurada Gran Vía, por una parte, y el contraste con los arrabales de la ciudad, donde malvivía una parte importante de aquella sociedad que se caracterizaba por una abismal diferencia de clases, por otra.

Además, exploré mucho el conflicto entre los deseos propios y las presiones del entorno que, por desgracia, en aquella época, eran tan fuertes que hasta el Código Civil percibió a las mujeres unas eternas menores de edad y las obligaba a obedecer primero a su padre y después a su marido, con lo que les quedó poca libertad para tomar sus propias decisiones, si los hombres de quienes dependían no eran comprensivos.

– «Gracias a que mi padre conoce a varios maestros de la Fundación Sierra Pambley, una fundación que ha montado escuelas de oficios por mi zona y está relacionado con la Institución Libre de Enseñanza, como esta Residencia, por eso le pareció una garantía mandame con la señorita De Maeztu». Cuéntanos, Ruth, probablemente, la importancia de la Fundación Sierra Pambley para nuestra ciudad, León, y su relevancia nacional en la formación de oficios.

La Fundación Sierra Pambley tenía que aparecer en la novela por dos motivos: primero, porque soy de la provincia de León y conozco la labor educativa tan importante que realizó la Fundación en nuestra provincia, al crear escuelas, en distintos pueblos, para formar, profesionalmente, a los niños ya las niñas. También porque, al estar relacionado con la Institución Libre de Enseñanza, la Fundación fue decisiva en el envío de chicas a la Residencia de Señoritas. Me hizo mucha ilusión leer una que le hicieron a María de Maeztu en la que decía que la provincia entrevista desde donde llegan más alumnas a la Residencia era precisamente León, consecuencia de este vínculo con la Fundación Sierra Pambley.

– «Mi padre es un ángel, pero a mi madre no hay quien le quite de la cabeza que a las mujeres los libros nos acaban torciendo, dice que se nos suben los humos». ¿De qué manera cree que nos beneficia a todos que los libros «nos tuerzan y nos suban los humos»?

Los libros y la educación nos ayudan a mejorar como personas ya avanzar como sociedad. Lo libros nos trasportan a otros lugares ya otras épocas, a través de ellos, conocemos mejor el mundo, nos hacen reír y llorar, nos emocionan. Desde pequeños, los libros me han dado mucha felicidad, no concibo la vida sin ellos.

– Las madres de Catalina y de Álvaro −doña Inmaculada y la señora Goded−, representan las posturas más tradicionalistas, en cuanto a los derechos de hombres y mujeres. La última afirma que «la mujer tiene que ser la compañera, no la rival del hombre», y se pregunta: «¿Qué va a ser del mundo con este feminismo dislocado que arrastra a las jóvenes fuera de casa», para estudiar, para autorrealizarse libremente? ¿Hay que seguir luchando diariamente para que no se nos olvide la necesidad de un cambio evidente de mentalidad? ¿Crees que aún nos queda mucho que avanzar en este aspecto?

Creo que hemos avanzado muchísimo desde la época que le tocó vivir a Catalina, cuando las mujeres tenían que demostrar cosas tan básicas como que se merecían ocupar las aulas de la universidad. No obstante, está claro que alcanzar los derechos cuesta muchísimo y que también cabe la posibilidad de que se den pasos hacia atrás, como vemos que sucede a nuestro alrededor. Hemos evolucionado, sí, pero todavía queda mucho por hacer. Ahora las mujeres somos la mayoría en las universidades y tenemos carreras profesionales, pero como las cargas familiares, en general, siguen siendo nuestras, es difícil competir en igualdad de condiciones, porque, en realidad, tenemos que hacer malabares para combinar las dos cosas. Personalmente, que se diga que somos unas supermujeres y que podemos con todo no me hace gracia, preferiría que no tuviéramos que cargar con tanta responsabilidad. Además, leyó sobre los comportamientos afectivos de algunos adolescentes que son muy alarmantes, que significan una vuelta atrás. Aunque también quiero decir que hay jóvenes que son una maravilla, nunca fueron tan presentes estos temas en las conversaciones cotidianas.

– Junto con la Residencia de Señoritas, el Instituto Internacional, la Universidad Central o la Residencia de Estudiantes, en Madrid, también habrá otro foco cultural que es el Lyceum. ¿Quiénes podrían pertenecer al mismo y qué tipo de actividades sociales y culturales se promocionaban en él?

El Lyceum Club fue una institución muy interesante que, al igual que la Residencia de Señoritas, fue dirigida por María de Maeztu. Era un club al que pertenecía la mayor parte de las mujeres que tenían algo interesante que decir en la época. Era un foco cultural, un lugar donde las sociedades se reunían, aunque, por supuesto, se recibieron críticas desde todas partes. He leído, en la prensa de la época, muchas voces en contra del Lyceum, pues opinaban que alejaba a las mujeres de su único objetivo en la vida, esto es, el de estar en sus casas, ocupándose de sus familias. También las criticaron porque era un club exclusivo de mujeres y no aceptaban ni la presencia de un sacerdote, lo que resultó muy sospechoso. 

En cuanto a la organización de Lyceum, estaba dividida en secciones: social, musical, artes plásticas e industriales, literatura, ciencias e internacional. Las sociedades se involucraban en estas secciones de acuerdo con sus intereses, daban cursos y organizaban exposiciones, conferencias y conciertos. Para las mujeres con inquietudes culturales, este lugar debe de ser un soplo de aire fresco.

– En la novela, Catalina tiene la gran suerte de conocer a Federico García Lorca en una lectura de poemas del Romancero gitano , un poeta que «se transformó en un hechicero de voz magnética que les puso ante los ojos trescientas rosas morenas, cuchillos tiritando bajo el polvo y un gitano que se muere de perfil. Les hablaron de un mundo hecho de juncos, de lunas, de noches llenas de peces. El Sur». A finales de los años veinte del siglo pasado, Federico era el joven autor de Mariana Pineda −«la obra que más elogios había recibido en la historia de esa casa»−, según dice María de Maeztu al auditorio, «tomándolo de la mano, con la mirada de una hermana mayor orgullosa». ¿Cómo fue la relación entre Lorca y los hermanos De Maeztu?¿Cómo te imaginaste esta escena tan emotiva de la obra?

Sé que Lorca fue uno de los intelectuales que impartió conferencias en la Residencia y de todos los que pasaron por esa casa, quise dedicarle un capítulo porque tengo una debilidad especial por él, por su talento y por su personalidad, por su alegría, porque todas las personas que lo conocieron fueron unánimes al describirlo como alguien con un carisma especial. Creo que si hubiera tenido la suerte de verlo en persona hubiera sentido el mismo deslumbramiento que siente Catalina en la novela.

La Brava, así apodaban a María De Maeztu, una mujer feminista ante todo que se «avergonzaría de no serlo». ¿Por qué fue ella la elegida para dirigir una institución tan relevante en plena dictadura de Primo de Rivera?

María de Maeztu había estudiado en la universidad cuando hacerlo era visto como una extravagancia peligrosa. En las entrevistas, que le hicieron en la prensa de la época, lo explicó muy bien. Contó que, cuando llegó a Madrid para continuar los estudios que habían comenzado por libre en Salamanca, se tuvo que hospedar en una pensión del centro, aunque allí le resultó imposible estudiar «entre voces, riñas y chinches». Ninguna familia fuera de Madrid se atrevería a enviar sus hijas a estudiar en condiciones similares. María de Maeztu lo vio claro, había que crear un lugar limpio, cómodo, cordial y barato donde las chicas, decididas a estudiar, se sintieran seguras.

En 1915, le hizo la propuesta a la Junta de Ampliación de Estudios, cuando el edificio de la calle Fortuny quedó libre tras el traslado de los alumnos de la Residencia de Estudiantes a las nuevas instalaciones en la calle Pinar. A finales de ese año, se abrió la Residencia de Señoritas con tres alumnas, aunque el número de ellas fue en aumento año tras año.

María de Maeztu decía que la Residencia era su obra, se dedicó a este proyecto en cuerpo y alma. Pero en el verano del 36, cuando las alumnas estaban pasando las vacaciones con sus familias, estalló la Guerra Civil y ya nunca regresarán a esa casa. María de Maeztu partió hacia el exilio en Argentina y, aunque pasados ​​unos años quiso retomar su labor, la Residencia de Señoritas, como ella la había ideado, había dejado de existir. La Sección Femenina de Falange había asumido la dirección del centro, al que incluso le habían cambiado el nombre.

– José, el compañero de clase de Catalina, es un anarquista que pertenece a la Federación Universitaria Escolar (FUE). ¿Qué representa esta organización estudiantil? ¿Qué decía el artículo 53 de la Ley Callejo y por qué es importante en la trama de la novela?

Los estudiantes fueron una fuerza de oposición al régimen desde el principio de la dictadura. Durante esos años, se creó la Federación Universitaria Escolar, una organización estudiantil, que surgió en respuesta a la política universitaria de Primo de Rivera y su represión de la intelectualidad, como surgió al desterrar al rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno. Las revueltas estudiantiles con las que empieza la novela fueron el modo en que los estudiantes se opusieron a la Ley Callejo, una ley que equiparaba a los centros privados de la Iglesia Católica con la universidad pública, de manera que pudieran expedir libremente títulos universitarios. Primo de Rivera quería una educación católica y patriota, dos ejes de la ideología del régimen.

– Álvaro le repetía a Catalina que «Primo de Rivera había modernizado el país, que antes de él la política era un sindiós y mira ahora, sin tanto politiqueo la nación sabía lo que era el progreso, los españoles ahora tenían carreteras, ferrocarriles, hasta los aviones españoles hacían que el resto del mundo tuvieran que levantar la cabeza para admirarlos. […] Los miles de escuelas que se habían construido, […] ahora se podía viajar en automóvil tan ricamente, y la de obreros que se ganaban la vida trabajando en estas obras». ¿De qué forma se puede engañar a un país entero a través del adoctrinamiento y del miedo?

Después de la Primera Guerra Mundial, se produjo el resurgir económico en Europa y ese fue el momento de la dictadura de Primo de Rivera, que emprendió obras públicas, como la modernización de las infraestructuras. Pero, al final, los grandes beneficiados fueron los industriales afectos al régimen, no la clase trabajadora, que seguía teniendo unas condiciones de vida miserables. En la novela, Catalina va descubriendo cómo funciona el país por las conversaciones que tiene con sus amigos y amigas de la Universidad y de la Residencia, porque ella, que pertenece a una familia muy tradicional, solo conocía una versión de lo que estaba pasando. Con la formación adecuada se puede tener espíritu crítico, por eso siempre es tan importante la educación y el acceso a la cultura.

– «Ladrón, ladrón, ladrón. Yo lo que acaso es peor, majadero. A ti, Primo de Rivera, Marqués de Estella, yo, Miguel de Unamuno». ¿Cómo rendir un sentido homenaje a quienes, heroicamente, lucharon por sus ideales y perdieron para que la sociedad haya ganado en derechos y libertades?

Tenemos una deuda con todos los que lucharon para conseguir una sociedad más justa, tanto con intelectuales como Unamuno como con las mujeres que fueron abriendo camino, para que las demás consiguiéramos cosas que ahora están fuera de toda duda, como es el derecho a una educación superior. Un homenaje hacia ellas es recuperar sus biografías y la trascendencia de lo que hicieron, algo a lo que espero haber aportado al recuperar la historia de la Residencia de Señoritas y de las mujeres que formaron parte de ella.

– Catalina recuerda una cita que aparece en la obra titulada La malcasada, de Carmen de Burgos: «La mujer es la única persona que, después de probado que ha sido víctima de una injusticia, se queda entregada al injusto». ¿Con qué tipo de ayuda podremos lograrlo más rápidamente para no volver atrás?

Creo que lo primero de lo que tenemos que ser conscientes, como sociedad, es de que sí es posible dar pasos atrás. Y, a partir de ahí, velar por los derechos que tanto esfuerzo ha costado conseguir. Desgraciadamente, no hay más que ver las noticias para comprobar que hay países donde los derechos de las mujeres retroceden. La ultraderecha y los fanatismos religiosos siempre empiezan a recortar los derechos a las mujeres.

– Otras chicas de la novela se ven obligadas a dejar sus estudios por la presión de profesores o de sus maridos recientes. Ello les hace reflexionar a otros estudiantes, con y sin novio, acerca de lo siguiente: «No quiero casarme y que luego me echen en cara que soy una carga, como le pasa a mi madre; lo que tiene que aguantar». ¿Habrá una continuación de la novela Las modernas ?

Muchos lectores me preguntan lo mismo, si habrá una continuación de esta historia. Yo creo que quedan muchas cosas por contar, cabe la posibilidad. Pero tengo varias ideas en mente a las que me gustaría darles forma y, realmente, no sé cuál va a ser la primera. Ahora tengo mucho trabajo y todavía estoy con la promoción de Las modernas. Tengo muchas ganas de tener tiempo libre para volver a encerrarme en el desván de mi casa del Bierzo donde terminé de escribir esta novela y donde quiero empezar la siguiente…

«Hoy más que nunca se le pide a la educación que realice el milagro de convertir lo imposible en posible», escribió María de Maeztu en su obra El problema de la Ética: la enseñanza de la moral, publicada en Buenos Aires, en 1938. Os recordamos, estimados lectores, a descubrir la novela Las modernas, de Ruth Prada, rindiendo un sentido homenaje a todos los que han hecho posible que las mujeres (también) cuenten en la Historia, en la Literatura, en la Ciencia, en la Política, en la Educación…

Las modernas. Ruth Prada. Plaza y Janés. Barcelona. 2022. 384 páginas.