«El mundo funciona porque los vivos nadamos a contracorriente si queremos cambiar las cosas y hacerlas cada día mejores».

Ana Lena Rivera, ovetense, Licenciada en Derecho y Administración de Empresas, después de veinte años como directora en una multinacional, cambió los negocios por la escritura, su gran pasión. Y ello supuso el nacimiento de Gracia San Sebastián, la investigadora protagonista de la serie de intriga iniciada con Lo que callan los muertos (2019) (Finalista del Premio Fernando Lara de Novela y Premio Torrente Ballester) y continuada con Un asesino en tu sombra (2020) y Los muertos no saben nadar (2021). Gracia, nuestra heroína personal, comprende desde el inicio de sus investigaciones que “lo que nos mata no siempre es la vida, a veces es lo que nos impide vivirla” y que “el crimen perfecto no es aquel en el que no se descubre al asesino sino el que nunca se sabe que es un crimen”.

La tinta tuvo la suerte de entrevistar a la escritora en el Parque de El Retiro, coincidiendo con la celebración de la Feria del Libro de Madrid.

– Ana, ¿cómo fue presentarte al concurso del Premio Torrente Ballester?

Empecé a escribir porque me quedé embarazada y tuve que quedarme en casa, guardando reposo, pues tenía un embarazo de alto riesgo. Esto fue en el cuarto mes de gestación, por lo que no tenía otra cosa que hacer que cuidarme y escribir. Tres días antes de dar a luz terminé la novela Lo que callan los muertos y supe que no quería volver a trabajar en lo que trabajaba antes de quedarme en casa. De tener una novela a poder vivir de la escritura y pagar las facturas hay un salto cualitativo bastante grande. Fue entonces cuando yo me hice un plan, como si fuera un plan de negocio, lo que estaba acostumbrada a hacer. Busqué expertos que me analizaran la novela y empecé a enviarla a concursos y editoriales en paralelo. Incluso llegué a escribir una segunda novela. Empecé a tener actividad en redes sociales y, cuando terminé la segunda novela, fue cuando gané el Premio Torrente Ballester. Seis meses antes había llegado el Finalista Premio Fernando Lara, pero aquello no había tenido ninguna repercusión, más allá del orgullo y una cena estupenda en los Alcázares de Sevilla.

– ¿Cómo surge el telón de fondo de tu primera novela?

Viene un poco de las historias que yo escuchaba cuando era pequeña, lo que contaban mis padres, mis tíos, sus amigos… Mis padres me tuvieron a mí siendo bastante mayores y ellos habían vivido la posguerra, los años 50 y 60, con toda esa sociedad más represiva. Me chocaba mucho todo lo que me contaban. Me apetecía muchísimo contar la historia de esa generación, sobre todo, la que concierne a las mujeres porque han cambiado mucho sus vidas. La novela retrata ese cambio social. Mi madre me contaba que en su época no podía sacarse el carné de conducir, abrir una cuenta bancaria sin mi padre o estudiar porque mi abuelo le decía: “¡Qué van a pensar de mí si yo dejo que tú trabajes!”. Para mi padre también era impensable que su mujer trabajara. Luego llegué yo y se enfadaba al ver cómo existía brecha salarial entre hombres y mujeres, por ejemplo, porque no entendía por qué yo cobraba menos que los compañeros de trabajo por el mero hecho de ser mujer. Ese cambio de mentalidad siempre fue algo que me llamó la atención.

– A raíz de ello construyes el personaje de Gracia San Sebastián, nuestra heroína personal, experta en fraudes financieros. ¿Por qué esta protagonista con esta formación?

Porque es de lo que yo sé. Igual que escribo sobre la ciudad en la que nací, donde tengo mis recuerdos, tiro mucho de las historias de la infancia para todos mis libros para que no sean tan costumbristas. Y pensé: ¿Hago lo mismo: un médico forense, un policía, un guardia civil? Para mí tenía bastante más sentido hacer una investigadora de fraudes financieros que al final da mucho de sí. Tenía que tener muertos, claro, porque si no la novela ni es negra ni es policiaca ni es nada. Tuve que poner al lado de Gracia San Sebastián, a un policía, al comisario Rafa Miralles, porque si no ella no se podía meter en estos líos en los que se mete.

– Dotas de gran humanidad a todos tus personajes…

Hay una vida más allá del trabajo. He leído mucha novela policíaca y durante años fantaseé con el tema de ser detective. En mis lecturas comprobé que eran personajes asociales, con vidas desestructuradas, pendencieros, medio alcohólicos, solitarios…  Y eso no lo quería para mí. Dio también la casualidad de que conocía a algún policía y a algún guardia civil y vi que eran personas perfectamente normales. He querido crear personajes reales con familia y amigos.

– ¿Cuáles han sido tus referentes en la novela negra y policíaca? ¿Algún escritor o alguna lectura que nos recomiendes?

Empecé con 12 años leyendo la colección de novelas de Agatha Christie que estaba en mi casa. Luego salté a las obras de Donna Leon, Henning Mankell, Anne Perry… La verdad es que me gustan bastante los clásicos, pero me encantan también las novelas de Arantza Portabales, Santiago Díaz Cortés…

– ¿Cómo ha evolucionado tu escritura en los tres libros?

Se ha ido haciendo un poco más oscura porque los temas son más actuales. En el primero se habla más de recuerdos y en los dos siguientes, de temas que te puedes encontrar en los telediarios. Al final escribes y algo que te ocupaba la cabeza sale. Entonces empiezan a entrar otra serie de cosas. Por ejemplo, en el tercero, Los muertos no saben nadar, se ven muchas de las cuestiones que nos preocupan en la actualidad.

– El tema de la documentación ocupa un papel importante y también los lugares que tan bien conoces: Oviedo, Gijón… que son protagonistas también de tus novelas.

Sí, sin duda. Siempre digo que, como no sé lo que le va a gustar al público, escribo lo que me gusta a mí. Y cuando leo novelas lo que me encanta es recorrer y sentir el lugar en el que están pasando los hechos. No realizo descripciones muy largas, pero sí pretendo que el espacio sea reconocible u otros elementos típicos como la gastronomía, por ejemplo. El tercer libro se me ocurrió porque un amigo me preguntó acerca de las empresas en las que puedes invertir en mercados inmobiliarios con una pequeña cantidad. Me puse a investigar y pensé en una trama en la que se hablara del blanqueo de dinero. Si no lo hay, tampoco habrá tráfico de personas ni de armas. Me puse a diseñarlo y, a partir de ahí, empezaron a aparecer los muertos.

– ¿Qué espacios de Madrid te atraen para escribir?

No sabría deciros. En la siguiente novela aparece Madrid, pero unas zonas muy concretas como son las afueras o la Gran Vía, pero también es verdad que vuelve a aparecer Asturias. En Madrid es más difícil describir el carácter propio de los habitantes de la ciudad porque es una urbe abierta que recibe a todo el mundo. Es tanta la mezcla que no puedes definir al madrileño estándar, es imposible. Madrileños auténticos somos todos, pero alguien que venga de generaciones y generaciones de madrileños es algo muy raro. La gracia de Madrid es que cada uno venimos de un sitio diferente.

– ¿Alguna manía o superstición a la hora de escribir o de publicar?

Tiempo y silencio, nada más, difícil en estos momentos. Necesito tiempo porque no tengo inspiraciones geniales en las que de repente te viene toda la historia. Me tengo que poner a escribir y algunas de las cosas que voy escribiendo me sirven y otras no. Tengo que estar concentrada y seguir el hilo.

– Somos conscientes de que ha cambiado mucho el mercado editorial. ¿Las redes sociales del autor juegan un papel muy relevante en él?

A la hora de promocionar un libro, sin duda. A la hora de enviar un libro a una editorial para que lo valoren, al margen de la historia, los personajes o la narración en sí misma, es un punto más el hecho de que el autor tenga redes sociales. A parte de esto, antes de escribir yo no tenía redes sociales, salvo aquellas que tenían que ver con lo laboral, pues no sentía la necesidad de compartir en ellas mi vida personal, pero luego me di cuenta de que son algo muy satisfactorio. El escritor está encerrado en su despacho atento a su ordenador, pero sin relación con el mundo, pasándose así meses, relacionándote únicamente con el corrector y el editor de forma muy espaciada en el tiempo. Si no tienes redes sociales donde los lectores te vayan contando sus opiniones sobre el libro, es como si vivieras aislado en una habitación. Entrar en redes sociales todos los días y ver que tienes un montón de mensajes de tus lectores es muy motivador, me encanta, te quita la soledad.

– ¿Es más difícil dirigir un proyecto empresarial o escribir?

(Risas). Los proyectos empresariales, al final, son todos iguales. Los libros, en cambio, son diferentes y generan muchas dudas. Los proyectos empresariales exigen una dinámica común y los problemas se solucionan más o menos de la misma forma. Con los libros no porque no sabes si vas a acertar ni lo que te va a venir. Además, yo no soy capaz de estructurar una historia de principio a fin y decir: “ahora que ya la tengo, la escribo”. Me pongo a escribir, la historia va por otro lado del que inicialmente yo había pensado… De lo que digo que voy a escribir a lo que luego es la historia difiere bastante. Afortunadamente, tengo una editora muy comprensiva.

– Ana, te proponemos un juego con el título de tus novelas…

Muy bien.

– ¿Qué se callan los vivos que los muertos también deben silenciar?

(Risas). No sé lo que se callan, pero para mí lo que considero que debo callarme es aquello que no va a hacer ningún bien a nadie. Al final, ni de vivo ni de muerto merece la pena sacar ciertas cosas a la luz.

– ¿Qué sombra nos acecha a las mujeres, por ejemplo?

A las mujeres aún nos queda mucho recorrido para conseguir no sé si la igualdad, porque la palabra está muy manida, pero sí para tener la misma calidad de vida que los hombres, el mismo poder adquisitivo, que no nos penalicen la maternidad… A día de hoy, el 70% de los pobres del mundo son mujeres y aquí en España, sin ir más lejos, a partir de la edad en la que empezamos a ser madres hasta el día que nos morimos, el poder adquisitivo es mucho menor para la mujer que para el hombre. También cuestiones de seguridad o relativas al respeto hacia las mujeres, cuando todos deberíamos tener una calidad de vida similar. Considero que todos los pasos que se han dado nos benefician a todos, como sociedad. Esos pasos han conseguido que la vida sea más natural, sin necesidad de seguir con ciertos roles como, por ejemplo, el padre cabeza de familia, que ocasionan que no haya un proyecto de vida en común o de trabajo en equipo dentro de la pareja. Sí que es verdad que en la empresa privada todavía queda mucho por hacer. No hay conciliación familiar aún.

– Y a nuestros jóvenes, ¿qué sombras les acechan?

A los más jóvenes les tocará luchar sus batallas como a cada generación les tocan las suyas. Ahora tienen sombras como el desempleo o la sobreformación. Nací coincidiendo con lo que ha denominado el baby boom y, cuando comencé a trabajar, había una crisis económica fuerte con unos índices de paro muy altos, y todo lo que a los jóvenes de hoy les va a tocar es adaptarse a una sociedad que cambia a cada rato. La idea del trabajo para toda la vida ya pasó, los jóvenes van a tener que estar formándose continuamente, la tecnología avanza… Esto les va tener muy activos. Tengo mucha esperanza en las nuevas generaciones.

– Los muertos no saben nadar, pero sí salen a flote. ¿Los vivos nadamos a contracorriente?

El mundo funciona porque los vivos nadamos a contracorriente si queremos cambiar las cosas y hacerlas cada día mejores.

Agradecemos a Ana Lena Rivera sus respuestas y el lugar elegido para realizar la entrevista −el lateral este del Estanque Grande en el Paseo de Chile del Parque de El Retiro de Madrid− e invitamos a nuestros lectores a descubrir sus novelas y a ver el siguiente vídeo que la escritora grabó en exclusiva para La tinta entre tus dedos.

Lo que callan los muertos. Ana Lena Rivera. Ediciones Maeva. Madrid. 2019. 312 páginas.

Un asesino en tu sombra. Ana Lena Rivera. Ediciones Maeva. Madrid. 2020. 360 páginas.

Los muertos no saben nadar. Ana Lena Rivera. Ediciones Maeva. Madrid. 2021. 480 páginas.