«Entendiendo que, una vez más, el único desenlace admisible es un principio. Un inicio que hable de no olvidar».

Recomendar los libros del novelista y dramaturgo Nando López implica el reto de conjugar los verbos «arriesgarse», «apostar», «cambiar», «concienciarse» de que el presente es tan nuestro que «no vamos a consentir que nada ni nadie le impida conjugar el único verbo que solo significa cuando está presente. Vivir», a pesar de que nos zarandeen, de que nos dejen desnortados y, a veces, sin aliento, entregando lo mejor y lo peor de nosotros mismos en cada palabra, en cada gesto, en cada batalla luchada, en cada victoria, pero , sobre todo, en cada derrota, en cada perdida, en todo aquello que aun nos queda por intentar.

Nando López es el narrador de las inmensas minorías y de las pequeñas mayorías que necesitan gritar, que claman por sentirse escuchadas y tocars, que requieren versos acompañados sin prejuicios y sin silencios dolorosos e injustos. El novelista de La edad de la ira (2011), Nadie nos oye (2018), En las redes del miedo (2019), Hasta nunca, Peter Pan (2020), La versión de Eric (2020. Premio Gran Angular SM) o de la trilogía La leyenda del cíclope (2021), entre otras; el dramaturgo que ha escrito Cuando fuimos dos (2012), Los amores diversos (2016), #malditos16 (2017),La foto de los diez mil me gusta (2019), Nunca pasa nada (2019), además de adaptaciones teatrales de obras clásicas, como Desengaños amorosos (2018) o Inventando a Lope (2020), es también el escritor del libro de relatos titulado Presente imperfecto , ilustrado por el diseñador gráfico Rubén Chumillas y publicado en 2021 por la Editorial Dos Bigotes, especializada en literatura LGTBI y feminismo.

Los doce cuentos de Presente imperfecto dialogan entre sí, como si formaran parte de una novela donde la protagonista es la propia vida de los personajes nacidos de otros libros del autor que habitan con otros personajes con los que cruzan sus existencias «a través de los hilos tejidos por el azar». presente imperfectoentrelaza las historias de Raúl, Iván y David, de Julio, Elías y Álvaro, de Irene, Héctor, Iván, Audrey y Aitor, de Olga y Lucía, de Eduardo y Amira: nombres propios de historias con las que sentirse identificado. Incluso el propio escritor, protagonista del último de los relatos de la obra, conjuga su presente, realizando una confesión: «Tampoco sé si la autoficción me capacita para hacer partícipe al lector de mis propias inseguridades ante lo que se debe o no se debe decir . Si escribir delante de quien me está leyendo es una ruptura grosera de la cuarta pared que impide la cómoda empatía que nos otorga la ficción».

Los relatos se agrupan en las tres conjugaciones del verbo, recorridas por la necesaria reflexividad con la que se invita al lector a «reencontrar(se)», a «desconocer(se)» ya «decidir(se)». En la primera conjugación de un presente que, gramaticalmente, es el «tiempo que sitúa la acción, el proceso o el estado expresado por el verbo en un lapso que incluye el momento del habla», hay lugar para «volver(se) a encontrar » −tal vez recobrando «cualidades, facultades, hábitos, etc., que se habían perdido−, para «no conocer», «no recordar la idea que se tuvo de algo o de alguien» o para «formar el propósito de hacer algo tras una reflexión». Todos los verbos que introdujeron las conjugaciones o, incluso, aquellos que enmarcan los propios relatos –como «rebobinar», «regresar», «codiciar», «arriesgar», «comprender», «comprometerse», «interceder»,

Los personajes de Presente imperfecto, llenos de dudas y de debilidades, «tratan de dar respuesta a sus incertidumbres sirviéndose de lo que creen recordar del ayer y de lo que desean –o temen− del mañana». Raúl, en el cuento titulado «Rebobinar antes de devolver» intenta «escabullirse» de su relación de pareja, cuestionando qué habría pasado si quien habita su presente «no hubiera impedido que siguiese siendo yo mientras aprendíamos a ser nosotros»; al igual que le sucede a Alba, en el relato «El juego», quien ha necesitado irse a vivir a suficientes kilómetros de su lugar de origen «para contar con la anonimia y el espacio» que necesita para construirse, ante la fragilidad de ser consciente de que, a veces, «luchar no es suficiente». La misma inconsistencia que acompaña a Teo, en el cuento «Las leyes de Tántalo», que le reconoce a su amiga Lola que «el verdadero problema no es estar solo, sino la autoestima herida por no saber si alguna vez voy a estar con alguien». O la de Olga, que afirma que la única manera de estabilizar a flote en nuestras vidas, y por paradójico que pueda parecer, es huir de las mismas, de vez en cuando, valorando otras opciones que no por ser distintas pueden ser mejores, porque , como nos pregunta Audrey en «Despedida (intento de)», «¿lo mejor no se supone que tiene que estar a punto de ocurrir ahora?», a pesar de que Elías, en «El tobogán más feo del mundo», parece responde con otra pregunta: «¿Sus mejores momentos son los que suceden a través de sus pantallas?». Y si Luismi, en el relato titulado «Chueca»,

presente imperfectocoloca al lector frente al momento actual que mira hacia el pasado, hacia las cosas que se han quedado atrás y que «podemos elegir entre hacer las presentes o fingir que nunca ocurrieron. Pero que no las verbalicemos no va a hacer que no sigan estado». El presente de los relatos es un tiempo escindido, inseparable de un pasado que pesa demasiado y de un futuro inestable e irreal; un presente marcado, inevitablemente, por una «pandemia que divide la vida en un antes que dominábamos y un después en que imitamos las formas y maneras de ese antes», pues «la vida no se borra nunca: sigue ahí, acechante, esperando a asaltarnos en cualquier momento». Una vida que también es el lugar «donde es posible equivocarse […] por esa molesta costumbre de ser imperfectos. De ser inevitablemente humanos». Y una imperfección dentro de un presente que, a Eduardo,

Presente y pasado, pérdida y fragilidad, ausencia e inconsistencia, silencio e insignificancia, duda e incertidumbre, imperfección y olvido no son términos antagónicos en las narraciones de Nando López, sino perspectivas posibles desde las que acompañar a los personajes, ante la atenta mirada de un escritor que les da vida para que transiten por ella, reconociéndoles que el presente no es más que una promesa de los momentos que están por venir, «el presente no es un lugar, sino una invitación. La fantasía con que nos engañamos para confiar en que aún le encontraremos un sentido a todo lo que parece no tenerlo».

El narrador del relato que cierra el libro, el alter ego del propio escritor, reconoce que «el final, igual que el principio, le corresponde a alguien que no sea yo». Estimados lectores, atrévanse y lean…

Presente imperfecto . Nando López (Autor). Rubén Chumillas (Ilustrador). Editorial Dos Bigotes. Madrid. 2021. 256 páginas.