«Si no razonamos, si aceptamos el mensaje fácil, estamos condenados a errar».

Pedro J. Villanueva Marentes, asturiano, funcionario de profesión, politólogo y comunicador, es Patrono de la Fundación Foro Jovellanos, miembro de la directiva de Día de la Romanidad y colaborador habitual en diversos medios de comunicación del Bierzo, donde reside. Es autor de numerosos textos académicos y divulgativos sobre Jovellanos, Girón o temas de la Guerra de la Independencia en el frente del Occidente asturiano, así como del ensayo Historia del Hospicio Real de Asturias (2019) y de dos novelas juveniles, que nacieron de su amor por la historia de Degaña: El principio, raíces celtas (2014) y La huella de Roma (2018).

Admirador de Paul Auster, Rafael Chirbes y Luis Landero, cuya novela Caballeros de Fortuna se le antoja su favorita, siente pasión por escritores actuales, como Peridis, Arturo Pérez-Reverte, Jesús Sánchez Adalid y César Pérez Gellida, en el ámbito de la novela negra, y por obras y autores clásicos, que siempre tiene en su mesita de noche, como Unamuno, San Agustín o El Quijote: «voy por mi quinta lectura y espero que me queden muchas».

El Festival de la Cosecha (2021. Comodín Ediciones) es una obra que gira alrededor de una trágica fecha, el 3 de noviembre de 1943, cuando 18.000 civiles son ejecutados en el campo de exterminio de Majdanek (Polonia), la mayor matanza orquestada por los nazis en un solo día durante la Segunda Guerra Mundial. La operación fue denominada así por los alemanes (Erntefest). Los habitantes de la cercana población de Lublin supieron que algo terrible había ocurrido cuando los arroyos cercanos comenzaron a teñirse de rojo.

La obra, basada en hechos reales, discurre por diferentes escenarios de la Polonia ocupada. Un soldado español, obligado a combatir, vivirá una intensa historia de amor con una enfermera del hospital donde era atendido de sus heridas; juntos, huirán del desastre de la guerra, dejando tras de sí asesinos con instintos primitivos capaces de todo. Los culpables de las atrocidades no fueron juzgados hasta 1981 durante los juicios de Düsseldorf (Alemania) y muchos de ellos no fueron condenados por falta de pruebas; otros como el terrible maquinista de Belsec, hablaron sin tapujos y sin miedo a su condena.

– ¿Quién es Pedro J. Villanueva?

Ante todo, no soy escritor. Me gusta escribir, pero no es mi profesión. Considero que no se puede atribuir a uno mismo el término «escritor» por el mero hecho de haber escrito alguna novela. Es necesario vivir de ello para definirte como tal. Disfruto mucho escribiendo artículos, más incluso que las propias novelas. Quizá por ello sea polemista y uno más en la sociedad del cansancio.

– ¿Qué tiene de interés para un politólogo el tema histórico que se aborda en El Festival de la Cosecha?

Gracias a mi visión como politólogo, en la obra he podido tocar temas que se consideran tabú y que, sin esa experiencia, podrían ser mal entendidos. Aún hay mucho que investigar sobre la Segunda Guerra Mundial, tenemos un conocimiento muy sesgado a este respecto, y cada día salen a la luz nuevos documentos que cambian la visión sobre acontecimientos que antes teníamos como ciertos. Sin ir más lejos, en nuestro país, los papeles del golpe de estado del 23-F aún siguen censurados, y está claro que, cuando se desclasifiquen, muchos de ellos nunca llegarán a nuestras manos.

El Festival de la Cosecha es un ejemplo claro de que todavía no conocemos todo lo necesario sobre el Holocausto y sobre el sistema de aprovechamiento económico que el III Reich llevó a cabo sobre la judería en Europa. Como anécdota, en una de las entrevistas, que he realizado en un canal de Youtube, cientos de negacionistas del Holocausto bloquearon el canal durante una semana. Casi todos ellos eran de Chile y Argentina, ¿casualidad?

– ¿Cómo surgió la historia que se cuenta en la novela?

La trama surgió de la amistad. Quería escribir una novela sobre la poetisa gallega Sofía Casanova y el cerco de Varsovia. Una amiga, Emilia Lagunar, me propuso hablar con Sonia Menéndez Stelmach, una conocida suya que había tenido familia en Polonia. Me venía estupendamente documentar todo lo posible y decidí quedar con ella. Después de esa conversación y de que me diese trazos de su historia familiar, mi idea inicial de la novela cambió sustancialmente.

– ¿Sofía Casanova volverá aparecer en alguna de tus novelas?

Sofía Casanova fue la primera reportera de guerra española, vivió la Revolución Rusa, entrevistó a Trotsky, ejerció como enfermera de la Cruz Roja en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, fue una mujer aguerrida, abandonada por su marido filósofo polaco por no darle un varón como descendiente y salvar a la herida Polonia… ¡Es imposible que Sofía desaparezca de mis novelas! Soy un apasionado de la vida de Sofía; la obra lleva su esencia y sus escritos me han influido mucho. Por desgracia, seguimos sin colocarla en el lugar que, por méritos propios, merece.

– Todo eso te llevó a viajar a Polonia en dos ocasiones. Cuéntanos esas experiencias.

No viajé para inspirarme, es más, no volveré a escribir nunca sobre campos de concentración. Esta novela me ha cambiado como persona; no por los hechos que acontecieron en los campos −ya había estado en otros y nunca sentí esa desazón y decaimiento que experimenté en el campo de Majdanek de Lublin (Polonia). Cuando crees que nada te puede afectar, llega una ola de realidad y te arrastra mar adentro.

Poder hablar con testigos y familiares del horror es devastador. La novela está construida con las voces de los que sufrieron la barbarie del 3 de noviembre de 1943; pero lo que de verdad es terrible es tener que documentar a quienes fueron sus ejecutores; hombres y, sobre todo, mujeres de la peor calaña. Eso es lo que no esperaba. Soy detallista en la investigación: necesito saber con qué canción entraban en las cámaras de gas, qué rezo entonaban las prisioneras judías cuando ahorcaban a una niña judía delante de ellas, averiguar qué lleva a una guardia nazi embarazada a ejecutar a una prisionera, encinta como ella, utilizando un perro… ¡Realmente es terrible el detalle del horror! Frases como: «tranquilas mujeres, la muerte sabe esperar», en un contexto de ejecución masiva, deja una huella latente.

– «La Blitzkrieg, la guerra relámpago alemana, da comienzo, anunciando el fin próximo de Polonia como nación libre; el ejército polaco es incapaz de contener el ímpetu conquistador de Hitler. Las divisiones alemanas avanzan imparables y voraces sobre la capital, Varsovia, que vivirá un cerco atroz, traicionada por todos y dejada a su suerte. La lucha por sobrevivir en su interior, día tras día, será narrada a modo de diario desgarrador por muchos de los que allí, esos días, dieron lo mejor de sí para salvar miles de vidas durante el asedio al que se vieron sometidos». ¿Encontraste muchas dificultades en Polonia para hablar de lo que querías?

No, al contrario que en España, donde las instituciones que nos representan en el exterior, como el Instituto Cervantes, por ejemplo, hacen caso omiso a los investigadores que, como fue mi caso, necesitamos esa «puerta abierta y cercana». No es lo mismo que Pedro Villanueva llame a la puerta o que quien lo haga sea Pérez-Reverte, por ejemplo. Hay distinciones que marcan la diferencia; con ello no quiero decir que se deba prestar una atención igualitaria; todos sabemos que es una utopía, pero considero que tiene que haber unos mínimos y, sobre todo, creo que las instituciones deben cumplir con su obligación como entidades culturales.

En Polonia, en cambio, se me abrieron todas las puertas para investigar el 3 de noviembre de 1943; y la atención en el campo fue increíble. Conservo las grabaciones de mis entrevistas con presos aún vivos y sus familiares y puedo asegurar que esa experiencia es única. Ninguna Institución ni ningún Instituto puede conseguirla; hay cosas que el dinero no puede comprar, por suerte.

– «La guerra civil española había dejado muchas bocas que alimentar y ningún derecho que reclamar para los perdedores». ¿Hay muchas diferencias entre España y Polonia a la hora de abordar el pasado histórico?

Existen muchas diferencias: en España no superamos nuestros complejos políticos. Pensamos que somos una Democracia consolidada y que hemos recorrido nuestro camino de libertad; pero la realidad es otra, somos pueriles a la hora de entender nuestra historia; inmaduros por perpetuar el mensaje de odio y la confrontación que sufrieron nuestros abuelos. Mientras tanto, las cosas verdaderamente importantes quedan de lado; la baja calidad de nuestra política e instituciones nos pasa factura cada día.

– «Allí, en las cámaras de gas y los hornos… desaparecerán; cenizas de ángel». ¿Cómo fue escribir sobre todo lo visto allí?

Ha sido un trabajo de «masticar despacio y tragar alambre de espino» continuamente. Vuelvo a resaltar la dureza que ha tenido el detalle para mí al investigar, por ejemplo, sobre el jefe de los hornos y descubrir que su trabajo antes de la guerra era panadero y que pasó de hornear pan a incinerar personas…

– «Era consciente de los males de la guerra, y sabía que ningún mar en calma forjó jamás expertos marineros, pero aquello sobrepasaba todo entendimiento, estaba fuera de toda explicación». ¿Queda todavía mucho por contar?

Sin duda, pero tenemos que fijarnos en lo que no alimente el morbo, aunque sea lo que más vende, y rescatar todo aquello que pueda aportarnos algo como sociedad.

– «Todos vamos numerados, solo somos números». ¿Estamos condenados a repetir los mismos errores?

Genocidio de Ruanda, Guerra de Yugoslavia y su exterminio étnico, Nigeria, Kurdos, Siria, Venezuela, Tibet… ¿seguimos?

– ¿Qué reflexión debería quedarnos de toda esta barbarie?

Que hemos sido terriblemente crueles y que Thomas Hobbes tenía razón: «el hombre es un lobo para el hombre».

– «Debemos educar a nuestros hijos en el conocimiento de nuestro pasado». ¿Cómo podemos hacerlo?

La instrucción es la base de la prosperidad, parafraseando a Jovellanos. Pero hay que hacerlo con tacto y sin sesgos, dando a nuestros hijos la libertad para que ellos mismos lleguen a sus propias conclusiones y definan su personalidad. Si no razonamos, si aceptamos el mensaje fácil, estamos condenados a errar.

– ¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?

Después de El Festival de la Cosecha necesito divertirme un poco: estoy escribiendo una novela juvenil sobre el Camino Primitivo de Santiago, «sin brillantina ni colorines», uniendo la historia y la literatura.

«Como notas en el pentagrama son nuestras vidas, que componen melodías en diferentes tiempos acompañadas de silencios. Las hay negras y blancas, compuestas por un ilusionista de los sentidos; recorren las partituras repitiéndose en diferentes pentagramas, formando la música de la vida, esa música que conforma nuestros movimientos sobre un mundo infinito que parece no tener fin». Así finaliza nuestra entrevista a Pedro Villanueva, al que agradecemos su compromiso con la historia y sus respuestas a nuestras preguntas. Animamos también a nuestros lectores a descubrir el libro a través de la presentación que el propio autor ha grabado, en exclusiva para La tinta, en un lugar emblemático, el Poblado Minero de la Piela, en El Bierzo.

            – El Festival de la Cosecha. Pedro Villanueva. Comodín Ediciones. Ávila. 2021. 259 páginas.